Introducción del autor
En ciertas ocasiones, el mejor premio que recibe un escritor no es de manos de un jurado literario, sino de un lector. Lector que ha hojeado nuestro libro, o instigado por la curiosidad de una crítica literaria busca saber más sobre nuestra obra, o ¿por qué no?, también porque durante una tertulia nos compara con los otros que leen y como la crítica también pasa por el gusto literario, prefiere nuestra lectura.
Precisamente, en una oportunidad recibí un premio de ese tipo y jamás lo he olvidado: un lector tuvo la gentileza de visitarme en la oficina donde trabajaba entonces, para agradecerme que durante una tertulia donde quedó sobresaturado de páginas (según él mismo) del peor gusto, yo hubiera compartido con los oyentes estos tres poemas que he decidido también compartir con ustedes desde este blog.
Nostalgia
Esta tristeza que me dejaste
escondida entre los pliegues de mis manos
no se parece a la caída de la nieve.
Aquella dulzura que traías
impregnando tus ojos de paisaje
no se quedó en mi vida como un recuerdo.
Esa música abandonada
en los rincones de la noche
ya no alienta la nostalgia ni tu ausencia.
Duda
Si voy a ti
con mi lanza quebrada
el yelmo levantado
y el escudo deshecho;
si voy a ti
con un manojo de poemas
las imágenes rotas
y una rima imperfecta;
si voy a ti
borracho de mis penas
lloviéndome miserias
y cubierto de rocío;
si voy a ti
armado de neutrones
con cien memorias libres
mientras programo el tiempo;
dime cómo seré recibido.
Pasión y muerte de los besos
“Adiós, dulces amantes invisibles.
Siento no haber dormido en vuestros brazos.
Vine por esos besos solamente;
Guardad los labios por si vuelvo”.
Luis Cernuda, He venido para ver
Adiós, dulces amantes invisibles
que buscan en ajenos amores la cordura
amansando los días mientras huyen de sus huecos
por temor a las voces perdidas en el desierto.
Adiós serpientes que desde las nubes obstruyen la vida
pariendo las alondras de la guerra
por negarse a creer en las márgenes del cielo.
Adiós dulces amantes en las tardes de octubre
vestidos en el aire del destino tangente
y caídos uno a uno como cuervos enlobados.
Adiós inviernos que han estado soñando
con el feliz descenso de las victorias azules:
si fueran como los ángeles y nos amaran de veras
jamás nos faltarían la paz ni el consuelo.
Siento no haber dormido en vuestros brazos
de amante acostumbrada a buscar las primicias;
siento haberte abandonado en la Guerra del Golfo
y cuando las cadenas saltaron de los esclavos.
Me duele haberte visto tan lejana que el sol
fuera a buscarme hoy para adorar tu sombra.
Perezco de nostalgia por tus perfumes imaginarios
y tu risa congelada muerta entre mis manos:
abórdame en la nube cuando partamos todos
dulce pasión sin nombre que jamás me ha mirado.
Vine por esos besos solamente
prometidos con odio
por los buitres extraviados
en las playas del tiempo.
Vine a buscar la paz
como si fuera un viernes
y a marcar los recuerdos
destruidos por mis padres.
Vine por tu amor,
Perdóname por recordártelo:
si acaso me olvidaste
grítalo en el desierto.
Pero, te lo ruego:
Guardad los labios por si vuelvo
eterno ángel de la muerte aprisionado
en los costados del cielo que jamás conocimos.
Porque son labios manchados con la pólvora
de quienes una vez nos brindaron su vino:
guarda los labios, por favor, no me beses,
porque el beso del Judas me trae malos recuerdos.
Publicados en el blog de Andrés Casanova
73 ser de un cierto lugar
Vivir naciendo aquí en esta esfera,
pequeño sitio mezclado con rincones y cavernas;
hacer de la felicidad una costumbre aledaña
y buscar cada mañana el pan de la presencia.
Sonreímos de manera argumental en lo tan simple,
siguiendo cada paso repetido;
saludas al que ayer te saludara
y vuelves a dormir tus mismos sueños.
No es esto estigma igual que la molicie,
no puede confundirse con el ocio;
tampoco el vegetar penetra en esa nube
donde se va seguro de no tropezar con las serpientes.
Es una dicha echar raíces en la orilla,
manar en lo profundo un saludo gentil del que te quiere.
Es preferible tener el tronco que alimente tus ausencias
a vivir transterrado en abismos luminosos
que no por luminosos dejan de ser abismos.