No deben creer jamás a los pretenciosos que se jactan de tener vinos carísimos en sus bodegas y ser de lo más “cool” que hay.
Usted puede tener unas botellitas en su refri vinatero –los hay pequeñitos, que guardan 9 botellas y cuestan 70 dólares– o en ese porta vinos de los huequitos que compró en un “garage sale” y disfrutar exactamente lo mismo.
Y no tiene que gastarse el cheque del sueldo ni empeñar el reloj del abuelo.
Beber buen vino ya no es cuestión de ser experto y mucho menos de tener dinero. Y ahora menos que nunca. Uno puede quedarse para siempre en un rango de 15 dólares o menos y tomar excelentes caldos.
Los hay buenísimos de 7 a 10 dólares, sobre todo si nos vamos hacia el sur, donde encontramos la mejor relación calidad-precio del mercado en los viñedos de Argentina y Chile. El que haya tomado un buen Casillero del Diablo lo sabe: es un vino que nunca decepciona. Y no es el único.
No en todas partes el vino es tan accesible como en los Estados Unidos. En México, por ejemplo, el vino es caro y para no romper la bolsa, un chileno Concha y Toro es lo más accesible, a unos 80 pesos la botella. Eso fue lo que tomé durante mi reciente relajo en Puerto Vallarta, cuando me hartaba de los mojitos y las micheladas heladas, valga la redundancia.
La popularidad del vino crece con lo razonable de sus precios. Y los precios han tenido un definitivo bajón en la recesión que nos preocupa. Nos preocupa menos cuando abrimos una botellita y nos echamos una copita entre pecho y espalda.
Esto no tiene muy contentos a los franceses o a los careros de Napa Valley –su calidad lo vale, naturalmente– pero hasta los precios de los vinos en esas regiones han bajado, haciéndolos más accesibles.
Entre eso, y aquellas noticias sobre la “dieta mediterránea” que promete una mejor vida con una copa de tinto a diario, el estadounidense promedio ya se ha hecho todo un bebedor de vinos. Qué Budweiser ni qué nada: tinto, blanco o rosado con mi barbecue por favor.
“Todo el mundo sabe que beber vino es algo que da clase. No es lo mismo que un vodka cranberry o una Coors Light. Es also elegante y también, exótico. Es como viajar a lugares lejanos, a esos viñedos donde se cultiva la uva”, nos comenta Russ Meek, el “sommelier” del Festival de Vinos de Pasadena y socio del restaurante Red, Wine and Blues de esa misma ciudad.
Meek ha organizado y escogido los vinos para este festival, a realizarse el sábado 9 de octubre en el Arboretum del Condado de Los Angeles (direcciones aquí).
“La idea es que los aficionados se eduquen a sí mismos en los vinos que les gustan a ellos. Y la única forma es catando”, señala Meek, indicando que las 50 regiones vinícolas principales del mundo estarán representadas. Casi 130 vinos para catar, incluyendo muchos “burbujeantes” como el cava español.
El festival va entre 2 y 10 de la noche, se paga una entrada de 28 dólares –que incluye dos “tastings”– y se pueden comprar boletos para más catas o botellas.
También estarán presentes varias de las trocas de comida más “chic” de Los Angeles, ahora que la tradición del camión de tacos se ha convertido en la de los camiones de la comida fusión más Gourmet que hay en Los Angeles: el de las crepas, el Border Grill, el queso fundido y la comida india, entre otros.
Habrá música: salsa, jazz y blues. Nada mejor que música, comida y vino para un sábado por la tarde. Nota: no habrá lluvia este fin de semana, sino temperaturas cálidas, así que traigan su protector.
Conste que para hablarles de este festival, su LA Gourmet no gana nada, económicamente hablando: lo hago a cambio de conseguir varios pares de boletos para ustedes, los lectores de esta columna que estén por estos lares y deseen asistir.
Así que escríbanme apenas lean esto al email que encontrarán más abajo y díganme cuál es su vino favorito. A los primeros que escriban les regalaremos un par de boletos para entrar al Festival: cada boleto vale 28 dólares. Todos los beneficios van al LA Arboretum y a la Filarmónica de California, que presenta sus conciertos en este bello espacio.
Todo es por una buena causa: el mantenimiento del bello espacio natural del Arboretum, el patrocinio de los conciertos de música clásica y popular que allí se disfrutan y lo más importante: que todos nosotros catemos y disfrutemos de buenos y nuevos vinos.
Allí estaremos. Acompáñenos…
El vino de la semana
Esta semana quiero recomendarles un vino delicioso que compré en Whole Foods simple y sencillamente porque me gustó la etiqueta, la reproducción de una carta del rey de corazones, que es el nombre del vino:
Queen of Hearts, 2008, Pinot Noir
El Pinot Noir, como lo hemos señalado en otras ocasiones, es uno de los vinos tintos más suaves al paladar, más versátiles al combinar con comida –puede tomarse con salmón lo mismo que con un bistec– y también está entre los más delicados de cosechar. Si ustedes vieron la película Sideways, recordarán al personaje Miles extasiado con esta variedad de vinos y declarando odiar al Merlot. Pobre Merlot, se le hace una injusticia. Pero fue justo en los viñedos del Condado de Santa Bárbara, a apenas hora y media de Los Angeles donde se filmó esta película y donde se produce este excelente Pinot Noir del Rey de corazones, con aromas de fruta: mora, cereza y fresa, un toque de especies y el regusto de la madera de cedro donde fue macerado.
Es ligero, redondo y confortable. Disfrútelo en invierno y en verano. Se ha convertido en uno de mis nuevos favoritos. Cuesta 15 dólares, pero valen la pena.