Nuestras acciones tienden a buscar un sentido. Caminar para llegar a algún lado, calentar agua para preparar un brebaje, restaurar un mueble para que guarde los platos que no entran en la alacena. Tendemos a pensar «en función de…» Cuando perdemos la función nos quedamos con una orfandad desconcertante, con una mano extendida hacia ese otro lugar que ya no existe… Nos convertimos en esa mueca de Marcel Marceau perdida en algún cielo.
Ellos también nacieron con un cielo
Un cielo de verano, donde las mariposas volaban. Un cielo de pasto verde, de risas. Estoy segura que ellos debieron haberlas conocido aunque ya no las recuerden, porque ellos nacieron de los abrazos como nosotros. Cruzaron la frontera de la mano de sus padres, como alguna vez nosotros fuimos a la escuela y cruzamos la calle sin siquiera pensar que del otro lado iba a estar la ausencia. Hoy ellos son un número.
545, la cifra del horror
Quinientos cuarenta y cinco niñes, arrancados de sus padres, en los campos de detención de la frontera de Estados Unidos.
Quinientos cuarenta y cinco criaturas que, desde 2017, fueron despojados de los brazos de sus madres, de las manos de esos padres a los que no pueden volver porque porque muchos de ellos ya no están vivos.
545 criaturas que fueron violentadas, enjauladas, mal alimentadas y narcotizadas para que no molesten con sus llantos de miedo. Muchas fueron violadas y asaltadas sexualmente.
545 vidas, truncadas, destrozadas sólo porque sus padres buscaban huir de la guerra, de la violencia, de la miseria y darles un presente diferente.
La redundancia tiene un sonido, el de sus nombres y apellidos. Es un número que se cierra como un palíndromo del espanto.
Debería ser un grito de indignación para demandar que la justicia actúe sobre un gobernante que orquestó un plan de muerte, destrucción y escarmiento desde el desprecio más profundo por la vida humana. Sin embargo no sólo no hay justicia sino que este promotor de la muerte organizada, puede llegar a renovar su mandato como presidente. Es allí cuando la impotencia nos pesa en las manos con la fuerza de esta violencia diaria que vivimos. Una violencia planificada y concreta a la que estamos expuestos todos los días.
El derecho a expresarnos
Votaremos, ejerceremos nuestro derecho, sin desconocer la perversidad del sistema que sostiene a un asesino no sólo para que termine sus funciones sino para que pueda ser re-electo en su puesto de gobernante.
Iremos a votar desde el horror y las estadísticas deberían servir para algo ya que pareciera que las vidas humanas no son motivo suficiente. Este país, regente y regulador de las democracias del mundo, ha condenado a otros pueblos al hambre y a la exclusión por considerar que sus gobiernos violan los derechos humanos. Hoy, en este país se violan los derechos de los niños y sus perpetradores están libres. La única explicación posible es que se considere que por nos ser blancos, estos niñes no son humanos. Una conclusión difícil de arribar sino fuera que está sustentada en las calles y en las reuniones partidarias por grupos de supremacía blanca que avalan al presidente y flamean con orgullo la bandera nazi.
Más de 20 mujeres fueron brutalmente esterilizadas en los campos de detención de Georgia por los mismos que sostienen que el aborto debe ser ilegal y se auto proclaman defensores de la vida.
El discurso denigrante
Trump, desde su figura de poder y abuso, ha caracterizado a la comunidad latina de ladrones, traficantes de drogas, asesinos y mal vivientes. Sin embargo, un 30 % de latinos, apoya el sistema de Trump. Desde las iglesias cristianas y evangelistas han encontrado una pertenencia para militar en contra del “comunismo” del que se exiliaron, de los homosexuales y del aborto.
El abuso psicológico del discurso de violencia de Trump, ha llevado a muchos a ejercer el rol del abusado. Tratar de sacar mérito para ser aceptado por el maltratador. Ser “un buen latino” para que el patrón blanco nos acepte. Una enorme herida cultural que mucha gente por miedo e inseguridad sostiene, asumiendo las culpas que le impone el opresor. Así hemos escuchado decir que “los padres que cruzan la frontera ilegalmente son irresponsables, exponiendo a sus hijos al peligro de la detención”. El tan perverso “algo habrán hecho”, lleva a muchos a refugiarse en una moralidad represiva y condenatoria. Nuestra comunidad se ha dividido entre legales e ilegales, como si la dignidad humana estuviera en un papel.
El Día de la Identidad
La semana pasada se cumplieron en Argentina, 43 años de lucha de las Abuelas de Plaza de Mayo. Ellas enfrentaron una de las dictaduras más criminales de Latinoamérica para recuperar a sus nietos secuestrados en campos de concentración. Todavía faltan 300 por recuperar.
Hoy 545 menores enfrentan la orfandad en este país que les arrebató a sus padres. El impeachment debería haber precedido las elecciones. No pasó y la posibilidad de que el voto popular sea derrotado por el voto representativo, es una amenaza.
No abandonamos la esperanza ni la lucha, pero más allá de los resultados electorales, no podemos olvidar este número. Las Madres y las Abuelas de Plaza de Mayo, sentaron ante el mundo el precedente de la lucha por la identidad. Un derecho de dignidad y vida. Porque todas nuestras acciones tienen un sentido, votemos y exijamos que la dignidad humana sea siempre una prioridad.