Dietrich Bonhoeffer, (1906-1945) líder de la iglesia confesante y teólogo luterano, fue encarcelado y acusado de haber formado parte de los complots planeados por miembros de la Oficina de Inteligencia Militar para asesinar a Adolf Hitler.
Por esa razón fue finalmente ahorcado al amanecer del 9 de abril de 1945. Un día antes de ser ejecutado dirigió un servicio religioso a petición de los demás presos. Los guardias lo obligaron a desnudarse para subir al cadalso antes de ser ahorcado.
Sus libros: El Costo del Discipulado, El Precio de la Gracia, Vida y Comunidad, Resistencia y Sumisión: Cartas y Apuntes desde El Cautiverio, capturaron mi imaginación cuando era estudiante de Maestría en Divinidades en el Seminario Teológico de San Francisco, hoy escuela graduada de Teología de la Universidad de Redlands en el sur California. Allí empezó mi interés por la interrelación y el encuentro de la fe y la política en la esfera pública. Sin duda alguna Dietrich Bonhoeffer fue uno de los teólogos más destacados del siglo XX, tanto por sus escritos como por sus acciones y su martirio.
Bonhoeffer es autor de la famosa frase: “La gracia barata es el enemigo mortal de nuestra Iglesia. Hoy combatimos a favor de la gracia costosa”. Estas palabras son las primeras expresiones de su libro más conocido El costo del discipulado. Allí, este joven pastor de tan solo 31 anos, crítica a la iglesia alemana que apoyaba abiertamente al régimen de Hitler o a los que por temor guardaban silencio.
A Bonhoeffer lo abrumaba la cobardía con la que los cristianos en Alemania reaccionaron ante la amenaza de Hitler. La mayoría de los pastores Luteranos de su época predicaban la gracia los domingos desde el púlpito. Después, guardaban silencio durante la semana mientras los nazis continuaban con su política de racismo, eutanasia y genocidio en contra de los judíos.
Para Bonhoeffer era claro que los nazis representaban un gran peligro. No solamente para la sociedad alemana, sino también para el orden mundial. De ahí su interés porque los cristianos supiesen leer correctamente los signos de los tiempos, antes que dejarse cautivar por las pretensiones supremacistas que con fervor religioso predicaba Adolfo Hitler.
En un sermón del 14 de octubre de 1934, advirtió: “sea que queramos verlo o no, sea que pensemos es correcto o no lo es, las iglesias están atrapadas en una lucha por su fe como no la hemos tenido en cientos de años. Esta es una lucha, estemos o no de acuerdo, acerca de nuestra confesión de Jesucristo como único Señor y Redentor del mundo”. Estas palabras adquieren toda su dimensión ante las reivindicaciones mesiánicas de Hitler.
No está muy claro si realmente Bonhoeffer participó directamente en algunos de los tantos complots para asesinar a Hitler. Incluso entre quienes sostienen que estuvo involucrado, ninguno pone en duda alguna su pacifismo, anterior a su pretendido compromiso con el magnicidio.
Desde esta óptica fue la cruda realidad del nazismo la que lo habría llevado a darse cuenta de que tal realidad demandaba una salida tan contundente como el asesinato del dictador. Una pregunta teológica pertinente es:
¿Se equivocó Bonhoeffer al abandonar su postura pacifista impactada por las enseñanzas de Jesús en el Sermón del monte acerca de la no violencia y el amor al enemigo?
La respuesta usualmente nos lleva a dos posturas enfrentadas. Por una parte, los cuatro Evangelios y otros textos cristianos antiguos parecen enseñar de manera inequívoca que los discípulos de Jesús debían estar dispuestos a morir. Pero nunca a matar.
Por otra parte, existe una tradición de la guerra justa, que se remonta a Agustín de Hipona. También hay intentos posteriores de explicar por qué, en sentido práctico, este aspecto particular de la enseñanza de Jesús que debería estar limitada ante el horror de los crímenes de lesa humanidad. Allí, el asesinato de un individuo o grupo de personas es el mal menor, si se trata de salvar a cientos de miles o millones de vidas. Este es el punto ético de de la tradición de la guerra justa.
Entre 1998 y 2002, leí cuanto libro me fue posible, en la biblioteca del seminario teológico de Fuller en Pasadena y en la biblioteca de la Escuela de Teología en Claremont, tratando de seguir el rastro histórico de Bonhoeffer.
¿Habría tenido su compromiso con la no violencia un carácter absoluto o habría llegado a convencerse de que en determinadas circunstancias la violencia está justificada?
La versión comúnmente aceptada, influenciada por las categorías de realismo y responsabilidad de Reinhol Niebuhr, por ejemplo, interpreta la posible participación de Bonhoeffer en el intento de magnicidio como un indicador, de un cambio ético y teológico. Se dice que Bonhoeffer cambió su manera de pensar y rechazó su pasada insistencia en la no violencia a favor de un cálculo moral más realista. Se trataba de reconocer que hay circunstancias dramáticas en las que lo mejor que un cristiano puede hacer es elegir el mal menor.
Finalmente, ¿qué idea debemos hacernos de Bonhoeffer? Su coraje y sacrificio permanecen en la historia, si alguien alguna vez dudó de que este apóstol de un discipulado fiel pudiera desobedecer enseñanzas de Jesús que él consideraba medulares para su vida y ministerio.
En mi opinión Bonhoeffer es un ejemplo de discipulado radical, alguien que en su testimonio público de la cruz fue coherente con el contexto socio político en el que vivió. El hombre para quien Jesús era el todo en todo. Como él mismo lo expresó alguna vez: «La paz de Jesús es la cruz, y esta cruz es la espada que Dios empuña en la tierra».
Somos llamados a servir a un Señor crucificado empuñando esa espada y no otra –como Bonhoeffer nos enseña– trayendo paz como Jesús trajo paz y conquistando como él conquistó.
Quiero para concluir esta reflexión en este tiempo de cuaresma, como un homenaje a Dietrich Bonhoeffer, fiel profeta de Jesucristo, teólogo de la resistencia a 77 años de su ejecución por los nazis concluir con una de sus oraciones:
Señor- luego de la agitación de estos tiempos- ¡Concédenos tiempos de afirmación!
Deja que después de tanto errar veamos la alborada. Permite que construyamos caminos para tu Palabra hasta donde nuestros ojos alcancen a ver.
Hasta que Tú extingas nuestra culpa mantennos quietos en tu paciencia.
Quedamente queremos prepararnos. Hasta que Tú llames a nuevos tiempos.
Hasta que Tu apacigues tormenta y marea. Y tu voluntad obre milagros.
Hermano, hasta que huya la noche, ¡Ora por mí!
Dietrich Bonhoeffer 1906-1945, recordando su ejecución en el Campo de concentración Nazi en Flossenbürg –Alemania.
Bibliografía Consultada
El Costo del Discipulado.
El precio de la gracia.
El seguimiento. Publicado en alemán en 1937 y traducida al Ingles.
Ética IV. Escrito mayormente entre 1939 y 1941 y publicada de manera póstuma.
Vida y Comunidad, Resistencia y Sumisión: Cartas y Apuntes desde El Cautiverio.
The Moral Vision of the New Testament. Harper One 1996.
The Early Church on Killing. Ronald J. Sider, Baker 2012.
Las referencias entre comillas corresponden al artículo original: Bonhoeffer The Assassin? Challenging the Myth, Recovering His call to Peacemaking.