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El ataque contra las personas transgénero no es un episodio aislado

“Cuidado con quien odias, puede ser alguien a quien amas”. Con esta cita inicia Stephanie Clayton-Kulfan, su columna para el sitio de noticias locales Lancaster Online, citando el conocido dicho.   

Está escribiendo sobre las personas transgénero.

Les es fácil odiar a la persona transgénero

En Estados Unidos de 2023 son las más fáciles víctimas del odio. Son aquellos a quienes es más fácil odiar. Todo porque ejercieron su libre albedrío para corregir lo que consideran un error biológico, porque quienes nacieron hombres se consideran mujeres en cuerpo de hombre; quienes nacieron mujer se piensan hombres en cuerpo de mujer. Creen que hubo un error y lo están corrigiendo, en diversas etapas. Le hacen algo a su cuerpo, lo modifican. ¿En qué difieren de quien se mutilan la cara, el pecho, hasta los genitales, con tatuajes? ¿A quién le hacen daño? 

«¿Por qué preocuparse tanto por si una persona en particular puede o no practicar un deporte? ¿O usar un baño determinado? ¿O vestirse de cierta manera?», pregunta Clayton-Kulfan.

¿Y cuántos son? Según un estudio de hace menos de un año, en junio de 2022, alrededor de 300,000 en todo el país. 

Quienes odian, odian bajo el manto de la victimización. Se creen amenazados, o dicen creerlo. Así ha sido siempre. Los supremacistas blancos, armados hasta los dientes y formados en grupos paramilitares, dicen que su raza es víctima de un ataque combinado por parte de judíos, chinos, liberales, homosexuales; ejercen la violencia contra inocentes gritando a voz de cuello que son ellos las víctimas y no los victimarios. 

Y así sucede con los otros odios, en otras comunidades. 

El odio contra las personas trans es entonces un odio fácil contra quienes están entre nosotros. No constituyen una raza aparte; su color de la piel varía, lo mismo que su origen, hasta su género. Como nosotros. 

También como los gays. 

LGB contra T

Aunque algo que se daba hasta ahora detrás de las bambalinas recientemente salió a la luz: la hostilidad de algunos en la comunidad LGBT contra las personas transgénero. 

Pero es cierto. El año pasado, durante la conmemoración del aniversario del levantamiento de Stonewall – frente al mismo local que fue escenario del levantamiento de junio de 1969 contra el trato de la policía a la gente gay, salieron a relucir “las tensiones a fuego lento entre las mujeres transgénero de color y los hombres homosexuales blancos”, tal como lo caracteriza  Matthew Lavietes para Reuters. “Hemos sido abandonados por el movimiento de derechos de los gay”, dice un activista trans al reportero. 

Es un resquemor de los LGB contra la T de su propio nombre. 

El hecho es, según Lavietes, «dos de las primeras pioneras del movimiento Stonewall desde sus inicios en 1969 fueron mujeres transgénero de color, Marsha P. Johnson y Sylvia Rivera. Pero en cuatro años, a las “drag queens”, como se las llamaba entonces, se les prohibió participar en el desfile anual del orgullo gay que Johnson y Rivera ayudaron a organizar».

Esta confrontación puede verse como extensión del clima de hostilidad que nos abarca y no es el principal problema que aqueja a estas comunidades, ni mucho menos. Porque los ataques violentos contra la gente transgénero vienen de otras partes. Que dentro de las comunidades existan estas diferencias es una señal de la crisis que sufre la sociedad.

Las más discrdiminadas

Si la mujer afroamericana está en el fondo del barril de la discriminación y la intolerancia, la mujer transgénero afroamericana está debajo de ella

Las personas transgénero en general sufren niveles de desempleo más altos que cualquier otro grupo. Muchos propietarios de unidades de alquiler se niegan a rentarlas a ellos. Están entre los pobres de los pobres. Los más desesperados. Los abandonados por sus familias y otros “seres queridos”.

El odio contra las personas transgénero, basado en la ignorancia, el prejuicio, el amor al odio, el miedo a ser victimizado por quien uno victimiza, es tan abyecto como cualquier otro odio.

Pero es más violento. 

“Las personas trans están posicionadas en relación con una cultura normativa que nos fascina y nos repele. No suele ser, ‘Te odio, aléjate’. Es más frecuente, ‘Te odio. Acércate mucho para que pueda aterrorizarte’”, dice Eric Stanley, profesor asociado de género y estudios de la mujer en UC Berkeley. 

La sociedad estadounidense –lo sabemos, lo sentimos– se ha escindido como nunca antes desde la Guerra Civil. La hostilidad, el resentimiento, el temor son los sentimientos imperantes, que gobiernan. Quienes llevan la bandera de esa hostilidad están casi siempre en el campo Trump, o MAGA, o un ala, el mayoritario, dentro del partido Republicano, el que fue de Abraham Lincoln. La guerra cultural ha estallado y es como cualquier otra guerra: una vez iniciada tiene su propia dinámica y nadie la puede parar hasta que consuma al menos a una de las partes.  

En ese sentido, agrega el profesor Stanley, “la guerra cultural ha aterrizado en las comunidades trans, y su violencia es específicamente brutal y muy corporal”.

Violencia a la alza

Sí, la violencia anti trans está a la alza en todo el país.  Pero es un odio que no solo que no está ya en las periferias, en la hez de la tierra, ya no está marginado tal como ellas son marginadas. Es un odio oficial, donde las personas trans son accesorios en la guerra cultural.

Los victimarios son legisladores estatales republicanos. 

Dice el Prof. Stanley: “Los proyectos de ley anti-trans tienen sus raíces en una obsesión con la idea de los cuerpos de las personas trans. Los políticos que redactan estos proyectos de ley están diciendo: “Déjame estudiarte, producirte como un objeto singular fuera de ti mismo, de modo que yo pueda no simplemente aterrorizarte, sino producir tu vida como terror”.

La ACLU (American Civil Liberties Union, o la Unión Americana de Libertades Civiles) está rastreando 452 proyectos de ley anti-LGBTQ en todo el país, especialmente contra la juventud trans, estado por estado. 

Todas estas leyes son nuevas. En 10 estados hicieron la transición de género para menores ilegal.  Estos son Utah, Arizona, South Dakota, Iowa, Arkansas, Mississippi, Alabama, Florida, Tennessee y Kentucky.  En otros 21 estados avanzan proyectos de ley similares. En cinco estados la prohibición es total, contra adultos y jóvenes.

En otros 19, dice Rollcall, han prohibido que estudiantes transgénero compitan en deportes escolares contra personas del sexo opuesto al que tenían cuando nacieron.  En 16 estados están avanzando mociones de ley que restringen o prohiben el “travestismo público”. 

En el Congreso federal, donde los republicanos controlan la Cámara Baja, se han presentado varios proyectos de ley discriminatorios contra personas trasgénero. 

Uno, llamado “Mi hijo, mi decisión”, el HB-216,  prohibiría a las escuelas públicas enseñar el tema de identidad de género sin que los padres den su consentimiento.  Otra prohibiría a las personas trans el uso de baños públicos correspondientes al género que eligieron y al que transitaron.  Otra moción limitaría el servicio militar de individuos transgénero -la ley SB-435 del senador Marco Rubio. 

Leyes abiertamente discriminatorias

Estas leyes discriminatorias en los estados y a nivel federal avanzan a pesar de que la mayoría del país, el 54% según una encuesta de PBS NewsHour/NPR/Marist se oponen a la criminalización del acto de brindar atención médica relacionada con la transición de género a menores de 18 años. Pero esa mayoría se está reduciendo, porque era de 65% hace 15 años. 

La impresión es que los republicanos creen que mostrar dureza contra las personas trans (y en general) les atraerá votos en 2024, ya que excita a los votantes evangélicos. Algunos no están tan seguros de que eso sea cierto y que “todo ese entusiasmo por restringir los derechos y la atención médica de alrededor del 0,6% de los estadounidenses corre el riesgo de desanimar a los votantes indecisos”.

El odio oficial

El ataque contra la juventud trans está enmascarado de preocupación y cuidado. Estudios como este de la Asociacion Americana de Psicologia demuestran que las personas que desde muy jóvenes quieren afirmar su género real sufren de depresión y cometen suicidio cuando esa transición no existe como alternativa. 

El odio es entonces oficial. En 2021, el último año de Trump, su veneno trascendió en las legislaturas estatales controladas por los republicanos. Las compuertas del odio se abrieron. Hasta el día de hoy – abril de 2023 – no se cerraron sino que el peso de la corriente las ha abierto de par en par. 

Este tipo de leyes comenzó a legislarse recién en el año 2021. En ese año la cantidad de mociones anti-trans era de más de 100, de las cuales 13 fueron aprobadas. 

Un ejemplo fue la prohibición en Florida de que los atletas transgénero jueguen en equipos deportivos escolares femeninos.

Los asesinatos

En 2021, el año de la estupidez, cuando la gente se negaba a vacunarse o llevar máscara -que como medio mundo sabe, el medio mundo que vive en Japón o China, previene muchas enfermedades- fue también un año récord en el asesinato de personas transgénero, con al menos 57 muertes. 

O como aclara Human Rights Campaign “decimos al menos porque con demasiada frecuencia estas historias no se informan, o se informan incorrectamente”. El año anterior, 2020, también fue un récord, con 44, según la misma fuente. Hacia fines de 2022 el número era de 38 asesinatos. En muchos casos fue la policía la que les causó la muerte. 

“Estas víctimas, como todos nosotros, eran parejas amorosas, padres, familiares, amigos y miembros de la comunidad. Trabajaban, iban a la escuela y asistían a lugares de culto. Eran personas reales, personas que no merecían que les quitaran la vida”, dice esta organización de derechos civiles. 

 

HRC proporciona una lista con breves biografías e imágenes de cada una de estas víctimas, por orden cronológico.

Uno mira las fotos y se estremece. De las 38, seis eran hombres, el resto mujeres trans. Cuatro fueron latinas. Y 24 fueron mujeres afroamericanas.  

“Las mujeres trans negras, morenas e indígenas continúan siendo hiper impactadas por estas y otras formas de violencia”, dice el profesor Stanley.


Este artículo fue apoyado en su totalidad, o en parte, por fondos proporcionados por el Estado de California y administrados por la Biblioteca del Estado de California.

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