El debate demócrata, esta semana, despertó nuevos cuestionamientos a nuestro sistema político. Un sistema que en teoría defiende la soberanía del pueblo y el derecho del pueblo a elegir y controlar a sus gobernantes es el sistema democrático.
En otras palabras, los estadounidenses deberían de tener el derecho a elegir a sus gobernantes. No obstante, en la práctica no es así.
Existe en EEUU un sistema de superdelegados nominados por los partidos durante las convenciones nacionales convocadas al final de las elecciones primarias. Estos delegados aparecen en la votación por el candidato del partido para presidente de Estados Unidos.
En el partido Demócrata, las nuevas reglas establecen que si en la primera votación ningún candidato logra más del 50% de los votos, en la segunda votación podrán participar esos superdelegados y decidir.
Para ser más claro: los 4,051 delegados regulares son determinados por los resultados de las elecciones primarias en cada estado del país. Pero los 715 superdelegados no son elegidos por nadie. Incluyen miembros del Congreso, gobernadores, expresidentes, líderes estatales, etc. Es decir, la élite del partido.
Ellos serán el fiel de la balanza que decida por el candidato que consideren mejor para la supervivencia y éxito del sistema. La voluntad de la gente se vuelve secundaria.
Es entonces factible que el elegido no sea quien tiene más votos. No es la primera vez que sucede y no sabemos hasta cuando nosotros como estadounidenses, los que presumimos de democracia y libertad, dejaremos que la élite del sistema político nos ignore y termine eligiendo a quien ellos quieran.
Lo hicieron descaradamente en el 2000, en las elecciones de Al Gore y George Bush; lo volvieron hacer en el 2016, en las elecciones de Hillary Clinton y Donald Trump y seguramente otras veces ha manipulado las elecciones en diferentes formas, pero no siempre nos hemos dado cuenta.
El miércoles en la noche, durante el debate demócrata en Las Vegas, Nevada, Chuck Todd, uno de los moderadores de MSNBC, realizó esta pregunta a los candidatos.
“La persona con más delegados al final de la de las primarias ¿debería de ser el nominado del Partido, aunque no alcance la mayoría de los votos requeridos, o sea, uno más del 50%?”
Todos los candidatos, excepto Bernie Sanders, dijeron que no. Que pelearán en la Convención por la nominación, aunque no tengan los suficientes delegados para ser el nominado.
Estos delegados representan directamente el voto y la voluntad de la gente, lo que significa que, si un candidato tiene más delegados que sus otros contrincantes, es porque más gente votó por él. Eso es democracia, cuando la población elige a su líder y el que más votos tiene gana.
Esto pareció no importar a Joe Biden, Elizabeth Warren, Mike Bloomberg, Pete Buttigieg y Amy Klobuchar, quienes dijeron que no, que no respetarían el voto de la pluralidad de la población.
Esto es lo que mucha gente está tratando de evitar ya que de lo contrario, el voto de la gente quedará a un lado y los superdelegados, al igual que lo hicieron en 2016, terminarán eligiendo al candidato que enfrentará a Trump en noviembre.
Esto no es democracia. Entonces, ¿por qué tanto teatro para animar a la gente para que salga a votar si al final, los superdelegados decidirán a quien ellos quieran, ignorando el voto del pueblo? Lamentable.
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