Hoy mi fe en la lucha por la igualdad se ha reencendido. Hoy la comunidad LGBT y el mundo entero tiene una razón para celebrar. En un voto histórico, la Asamblea Legislativa del Distrito Federal de México se ha acercado a a la promesa de igualdad para todos y aprobó la ley que legaliza el matrimonio civil para parejas del mismo sexo. La ciudad de México se ha convertido en la primera en Latinoamérica que permite que parejas del mismo sexo tengan el derecho y la libertad del matrimonio civil.
Para mí y mi familia es el resultado de muchos años de lucha, que comenzó hace muchos años.
“Llegué a Estados Unidos el mismo año que falleció Elvis Presley, en el 77,” me ha contado mi padre más de una docena de veces. Hace más de 30 años, vino a este país buscando una nueva oportunidad, huyendo la crisis económica que golpeó a México durante el shock del petróleo de 1973 y de nuevo en 1976. Nativo de la ciudad capitalina, su viaje al norte dio a luz a mi familia, y después a mi propia lucha por la igualdad en el matrimonio civil para parejas gay y lesbianas.
Mis padres alcanzaron la ciudadanía estadounidense en los años noventa, cuando el gobernador de California era Pete Wilson, republicano y conservador, que lanzaba ataques contra trabajadores inmigrantes y la comunidad latina. Naturalizarse proporciono a mis padres una voz en las urnas y también marco una nueva etapa en la participación política de nuestra familia.
Durante nuestra niñez, mis hermanos y yo fuimos indoctrinados con los valores católicos de compartir, respetar y convivir con nuestros vecinos, sean quien fuesen. Mis padres nos inculcaron los pilares que ahora forman parte de mi lucha por la igualdad en el matrimonio civil. A su lado, ayudamos en numerosas campañas para traer un gobierno honesto al municipio de Bell Gardens. Junto a mi madre marchamos en desfiles por la reforma migratoria. Los principios de la justicia e igualdad siempre han sido parte de nuestra vida.
Como familia, por mucho tiempo hemos batallado por el derecho al matrimonio civil para parejas del mismo sexo. La negativa del Vaticano de ser parte del lado progresista en la lucha por la igualdad para todos, lleva a que muchos creyentes católicos como mis padres no ayudan a la comunidad LGBT alcanzar derechos básicos
Pero tener un hijo gay ha dado mis padres el privilegio de conocer un mundo distinto. Nunca creí que lo irían a conocer; es raro que mis padres falten a misa los domingos.
Salir del closet no es fácil, y no lo fue para mí. Pero siempre mantuve la fe de que mi familia, con su legado de liderazgo y justicia de mis padres, me aceptaría . Mi madre se convirtió en una voz indispensable contra la Proposición 8, un plebiscito aprobado el año pasado por los votantes de California que hizo ilegal el matrimonio civil de parejas gay y lesbianas.
En México, la de hoy es una victoria mayor para parejas del mismo sexo, sus familias y aliados que trabajaron sin cansancio para cambiar los sentimientos y opiniones del público.
En California y para muchos de nosotros que somos de raíz mexicana, esta nueva ley nos da esperanza en nuestra propia lucha para alcanzar la libertad en el matrimonio civil. Tal meta no es imposible. Vivimos una similar realidad en 2005 y de nuevo en 2007, cuando la Legislatura del estado de California fue la primera en la nación de aprobar leyes que extendieron el derecho del matrimonio civil a parejas del mismo sexo.
Desde hoy, continuando el legado de mis padres, seguiré trabajando sin cansancio para alcanzar la victoria que han alcanzado nuestros vecinos del sur.