Si hay un tema que merecería una declaración de emergencia nacional es el consumo de fentanilo. Este opioide sintético, usado legalmente para tratar a pacientes con dolor crónico intenso, está en una categoría única, más allá de las otras drogas conocidas, porque es mucho más fatal. Es hasta 50 veces más potente que la heroína y 100 más que la morfina.
Los traficantes lo mezclan con heroína, metanfetamina o cocaína, contaminando las pastillas. Esa interacción causa una gran cantidad de muertes.
El fentanilo es la principal causa de las muertes por sobredosis en Estados Unidos. El incremento en su venta llevó a que en un año, estas muertes subieran en 38%. La dosis considerada fatal es de dos miligramos, y los productos vendidos a menudo lo superan en mucho.
La droga es tan potente que un kilogramo – que es la unidad básica del contrabando – puede matar a medio millón de personas. Y según la policía mexicana, ese kilo puede ser mucho más lucrativo que una tonelada de cocaína.
En su primer día de gobierno en 2017, Trump declaró una emergencia de Salud Pública y estableció la Comisión Presidencial para Combatir la Adicción a las Drogas y la Crisis de los Opiáceos. Pero esta se reunió solo cinco veces, presentó sus recomendaciones poco después y desapareció sin pena ni gloria. En cambio, Trump dirigió sus esfuerzos a la lucha anti inmigrante y el cierre de la frontera.
Un documento de la Casa Blanca de 2017 afirma que “Estados Unidos se encuentra actualmente en medio de una crisis de drogas sin precedentes… más de 70.000 estadounidenses murieron por sobredosis, un aumento del 45% con respecto al año anterior”.
Hoy la cifra es mucho mayor. Según una nueva investigación de Aitana Vargas en Palabra, órgano de la Asociación Nacional de Periodistas Hispanos (NAHJ) en 2000 el fentanilo fue responsable de casi el 75% de las 93,655 muertes relacionadas con drogas. “Tres años después”, escribe Vargas, “las sobredosis de drogas mataron a 107,543 personas y el fentanilo y otros opioides fueron responsables del 75,4 % de ellas”. Son datos confirmados por el Instituto Nacional sobre el Abuso de Drogas.
La DEA (Administración para Control de Drogas) maneja cifras parecidas. En total, dice, 136 personas mueren cada día en Estados Unidos por una sobredosis de fentanilo.
Los números podrían ser hasta mayores. Al asumir en 2021, la administración Biden revirtió la lucha contra el fentanilo y la declaró un problema de salud pública, financiando tratamientos y mejores medicinas contra la adicción, incluyendo el acceso a Narcan (Naxolone), un aerosol nasal que revierte los efectos del fentanilo, informa Vargas.
De acuerdo con un informe del Centro de Control y Prevención de Enfermedades (CDC), esto llevó a un descenso de 16,000 muertes anuales. Sin embargo, el número sigue siendo alto. Ha dado solo resultados parciales, y es necesario combinarlo con una mayor intervención de las agencias de la ley. Sería lo más lógico. Habilitar un empuje coordinado del gobierno federal en todas sus ramas, las autoridades estatales, los centros médicos, las farmacéuticas, las escuelas y la prensa libre.
Pero la política de Trump, que prometió destruir a los traficantes y distribuidores de fentanilo, no emana de un enfoque anti droga sino que es parte de su mantra antiinmigrante y le sirve como una justificación de las deportaciones masivas.
En la antesala de un nuevo gobierno de Trump, lamentamos que los motivos que desataron la crisis de la droga no aparecen en sus nuevos planes, y estos se basan primordialmente en falsas soluciones bélicas.
Más específicamente, en su campaña Trump anunció que mandará tropas a México a destruir los laboratorios. Tom Hogan, nominado como próximo “zar de la frontera”, prometió que Trump hará uso de las unidades de Operaciones Especiales.
Es una idea contraproducente si las hay, además que para ello Trump debe declarar una situación que de facto limitará nuestras libertades camino a su ideal autoritario, y que hará poco para disminuir el contrabando de fentanilo. Además, llevará a una grave desestabilización del estado mexicano.
Igual de desventurada es su propuesta de condenar a pena de muerte a decenas de miles de distribuidores. Ni vale la pena enumerar las razones.
Sin embargo, en la lucha contra los estragos del fentanilo es factible, necesaria, la cooperación con el nuevo gobierno.
El fentanilo, por su extraordinaria concentración, es un arma de destrucción masiva. Es necesario un consenso que lance una emergencia nacional en la que colaboren todas las fuerzas de la sociedad para erradicar ese mal y salvar vidas.
Fentanilo, las píldoras de colores que están devastando a los Estados Unidos