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Fiebre porcina: la política del cerdo

Fiebre porcina: la política del cerdo

Fiebre porcina: la política del cerdo

La situación respecto a la gripe porcina cambia a cada hora. Intento considerarla desde la lejanía y la generalización, pero el proceso es vertiginoso. Necesariamente, en el análisis -más que mío, de quien cito- se han utilizado datos que pasaron a segundo plano o directamente se hicieron obsoletos. En la vida política, esto es más común que lo contrario: las declaraciones y los pronósticos se olvidan para dar lugar a otros nuevos, igual de precisos.

El lunes, se anunció el cierre de una escuela en Claremont, una comunidad a unos 40 kilómetros al este de Los Angeles, porque supuestamente un alumno allí había contraido la fiebre porcina.

Al día siguiente se confirmó que había sido una falsa alarma.

Pero fue eso: una alarma.

El reportero Jorge Morales de La Opinión que recorrió el área alrededor de la escuela trajo testimonios de vecinos que seguían encerrados en sus casas, temerosos de lo que pudiese suceder. El daño psicológico ya se hizo. Y difícil que no sea así: los síntomas de la fiebre porcina y de la gripe común son prácticamente idénticos.

De pronto, cualquier resfriado es razón para la sospecha. Lo sé, porque me resfrié y me preguntaron si tenía gripe, con ojos de preocupación.

Lo que lleva a más comparación de la fiebre porcina, o H1N1 como pide la OMS llamarla, con la gripe común.

Cada año, entre el 5% y el 20% de la población de Estados Unidos enferma de la gripe. Y mueren de ella 33,600 personas. Es la influenza, la gripe común, la de todos los años, la que todavía no tiene cura. La incidencia de muertes va del 0.24% al 0.96% de los enfermos.

En el mundo, más de un millón de personas mueren de gripe cada año. La tuberculosis (2 millones) , la malaria (900.000) , el sida, y la lista de enfermedades letales, asesinos masivos se hace terrible y extensa.

Pero lo que nos aterroriza es la fiebre porcina, la que tampoco tiene cura, sobre la cual no se sabe mucho más que aparece cada día en más países.

¿Por qué?

Porque nos condicionaron, nos alarmaron, nos movieron el foco de atención de lo importante a lo urgente.

No es que la fiebre porcina no sea amenazante. Lo es: especialmente porque no se conoce su alcance, letalidad, capacidad de transmisión de persona a persona. También porque al ser la cepa nueva, nadie ha desarrollado inmunidad a ella.

Por la comunicación instantánea característica de la era del internet nos enteramos que se expandió a más de una docena de países. Cada día es uno más, cada día son más casos.

Pero no son tantos.

En un análisis que aparece en la edición del Los Angeles Times del 30 de abril, sus redactores de salud, basándose en datos genéticos recopilados sobre la nueva cepa de la gripe, establecen muy claramente que «de hecho, el actual brote del virus H1N1, que emergió en San Diego y el sur de México a fines del último mes, puede no hacer tanto daño como los brotes de la gripe común que ocurren cada invierno sin tanta fanfarria».

Esa misma semana, el Centro de Control y Prevención de Enfermedades y el Instituto Nacional de Salud, ambas agencias federales, publicaron la secuencia genética del virus, tomada de pacientes en California y Texas, lo que posibilitó por primera vez a miles de científicos compararlo con la gripe española y la gripe aviar H5N1. La comparación llevó a estos expertos, de manera preliminar, a sancionar que la nueva «cepa» no es ni remotamente tan maligna como las de 1918 («Gripe Española»), que mató a 50 millones de personas, o la gripe asiática de 1957, que mató entre uno y dos millones (casi 100,000 en Estados Unidos), ni la de Hong Kong de 1968, con 700.000 (34.000 en Estados Unidos).

Es más, el artículo menciona una simulación por computadora, de la peor situación posible, que es aquella en la que los gobiernos no hacen nada para impedir el avance del mal. Según eso, en cuatro semanas se llegaría a 1,700 casos en todo el país, incluyendo 198 aquí, en Los Angeles. Una pequeña fracción de lo que pasa con la gripe común.

Sin embargo, las medidas dramáticas se suceden una tras otra.

Lávense las manos

En su conferencia de prensa del miércoles 29, el presidente Obama le dedicó a «la crisis» sus párrafos iniciales, recomendando que la gente se lave las manos después de estrecharla con otros, que se cubran la boca cuando tosan, que si tienen síntomas de gripe no vuelen ni entren en espacios cerrados con otras personas, que no vayan a trabajar ni manden a sus hijos a las escuelas por lo mismo.

La Organización Mundial de la Salud cambió su definición de la enfermedad y su expansión a alerta tipo 5, que indica una pandemia en ciernes. Esto no tiene que ver con la cantidad de casos sino con la velocidad de la expansión y conlleva una serie de instrucciones o recomendaciones a los gobiernos.

En Egipto se ordenó la muerte de todos los puercos: unos 300,000. Y en Argentina se cerró el ingreso de personas desde México por cinco días. En la famosa conferencia de prensa le preguntaron a Obama si va a cerrar la frontera.

Y en México, donde la enfermedad se ha politizado más que en otros lados, paralizaron el país por cinco días.

En México

En el ámbito federal cerraron allí  las escuelas y los museos, oficinas públicas y lugares de congregación. Las iglesias están desiertas el domingo y las misas se transmiten por radio.

En el Distrito Federal (ciudad de México) se agregaron a la lista los cines y teatros, los clubes de salud, los gimnasios. Y 35,000 restaurantes sirven por primera vez comida para llevar a casa; no pueden sentar comensales.

En Los Angeles, organizaciones de beneficiencia y ayuda social incrementan sus esfuerzos para enviar al país vecino mascarillas, porque ahí son difíciles ya de conseguir.

Enfermedad letal

En el aeropuerto internacional de Los Angeles o LAX, los aviones traen pasajeros de Japón con mascarillas, que siguen usando después de que bajan y durante su estadía aqui, y pasajeros de México, que se las quitan aliviados al llegar. Lo que habla sobre las diferencias de percepción de los viajeros.

Los reportes de los ultimos días dicen que la enfermedad no es tan letal como se pensaba, y que el número de nuevos casos en México cae…

Entonces, ¿por qué las medidas dramáticas?

Para contestar, en el caso de México veamos que el 23 de abril, en plena psicosis porcina, se aprobó, casi sin debate y sin llamar la atención del público, la nueva ley de la Policía Federal. Otorga, entre otras cosas (y cito de esta fuente):

Medidas dramáticas

En julio habrá en México elecciones legislativas de crucial importancia. Muchos mexicanos piensan que el gobierno federal mexicano al disponer de una serie de medidas sensacionalmente dramáticas quiere dar la impresión de que está haciendo algo. Y que en ello compite con el gobierno del Distrito Federal, perteneciente a otro partido. Uno supera a otro en la urgencia de las medidas, y nadie sabe si, además del costo para las familias que no pueden ir a trabajar porque los chicos no van a la escuela, o de que quienes pierden económicamente de esto que siempre son los mismos, las medidas ayudaron en algo.

De esa manera el gobierno de México lleva a cabo un gigantesco experimento, una experiencia para otros países, en la cesación y derrumbe de algunos de los servicios sociales indispensables en los que «gasta» su presupuesto. Pero, quizás más importante, hace un experimento en la prevención de la congregación de personas, ya ni siquiera para fines de proselitismo o protesta, sino para simple alimentación, educación o participación en eventos deportivos o culturales.

En ese sentido y agregando la ley ya citada, lo que hizo el gobierno fue una especie de golpe de estado al revés y desde arriba. Parecido, aunque no en el alcance, del que hizo Fujimori en Perú, o Banzer en Bolivia, y muchos otros.

En Estados Unidos

En pocas palabras, porque ya no sorprende a nadie: los racistas, nativistas, los Know Nothings, de nuestro país aprovecharon la crisis de la fiebre porcina para profundizar su hostilidad hacia los latinos en general y los mexicanos en particular.

Varios senadores republicanos demandaron  el cierre de la frontera con México.

Y los conductores de programas políticos en la radio AM, como «John & Ken» aquí en Los Angeles, dedicaron horas a expresar públicamente la opinión de que la «gripe mexicana» podría matar estadounidesnes a través de sus portadores, los inmigrantes ilegales, describiendo luego los supuestos hábitos higiénicos de éstos.

Sin más comentarios, hoy 1 de mayo la Liga contra Difamación de la Bnei Brith, una de las principales organizaciones de derechos civiles del país, repudió fuertemente la «retórica de odio que aparece en algunos medios y en internet demonizando a mexicanos por el brote de fiebre porcina».

Un brote político

«Grupos antiinbmigrantes y algunos comentaristas utilizan el brote para avanzar sus puntos de vista y agendas prejuiciosos, advirtiendo que el virus se halla en Estados Unidos como resultado de la inmigración ilegal».

Y dice después: «Los xenófobos han buscado históricamente estas situaciones para promover la idea de que la inmigración es básicamente una carga para el país, y que los inmigrantes trane consigo la pobreza, la enfermedad y el crimen al país».

Se podría pasar, país por país, y hallar circunstancias parecidas. Dos son suficientes.

Autor

  • Fundador y co-editor de HispanicLA. Editor en jefe del diario La Opinión en Los Ángeles hasta enero de 2021 y su actual Editor Emérito. Nació en Buenos Aires, Argentina, vivió en Israel y reside en Los Ángeles, California. Es periodista, bloguero, poeta, novelista y cuentista. Fue director editorial de Huffington Post Voces entre 2011 y 2014 y editor de noticias, también para La Opinión. Anteriormente, corresponsal de radio. -- Founder and co-editor of HispanicLA. Editor-in-chief of the newspaper La Opinión in Los Angeles until January 2021 and Editor Emeritus since then. Born in Buenos Aires, Argentina, lived in Israel and resides in Los Angeles, California. Journalist, blogger, poet, novelist and short story writer. He was editorial director of Huffington Post Voces between 2011 and 2014 and news editor, also for La Opinión. Previously, he was a radio correspondent.

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