Considerando los datos desde inicios de este año 2022 -con niveles de producción que en muchos países dan cuenta de haber superado las cantidades que se tenían antes de la pandemia iniciada en noviembre de 2019- la cotización del dólar estadounidense se ha incrementado en un 11%.
La liquidez en los mercados mundiales
Se trata del nivel de cotización más alto de la divisa norteamericana desde las condiciones previas a la crisis de 2000 y 2001 con los problemas generados por las industrias “punto com”. La Fed. Reserve -el sistema que cumple las funciones de banco central en Estados Unidos- ha inyectado una cantidad significativa de liquidez al mercado mundial.
En un principio, esa liquidez, ante la baja de tasas que Washington había colocado tratando de superar los efectos de la pandemia, hizo que muchas monedas locales se fortalecieran. En esto se incluyeron varios de los sistemas monetarios latinoamericanos, especialmente las economías grandes y medianas de la región –Brasil, 31% del total de producción latinoamericana; México, 25%; Argentina 10%; Colombia y Chile, cada uno con 6% de contribución a la economía regional, y Perú con un 4% de aporte.
El hecho de que monedas locales se valorizaran al alza hacía, consecuentemente, que el dólar se “abaratara”. Las importaciones por tanto tenían menor precio y aumentaron, generando problemas de déficit en las balanzas comerciales y en las cuentas corrientes de la balanza de pagos de varios países. Simultáneamente con este fenómeno, se verían disminuidas las capacidades internas de producción en importantes sectores generadores de empleo, tales como la industria y la agricultura.
La demanda de divisas
Ahora la situación tiende a manifestarse a la inversa, con un dólar “fuerte”, las monedas en general tienden a desvalorizarse. De esa cuenta las importaciones resultan más caras. Podría señalarse en este punto que se tendría un aumento en las exportaciones. Y sí, esa es la tendencia, pero se tiene la dependencia en los países emergentes, que para exportar se necesita de activar importaciones de insumos, equipos y en general bienes intermedios.
Eso limita hasta cierto punto la capacidad competitiva exportadora. Aunque se podría promover una importante substitución de importaciones. Algo que cobró fuerza en la región latinoamericana durante los años de 1950 a 1980.
Desde otra perspectiva, el dólar fuerte consolida esta característica de mayor cotización a partir de la notable gran demanda que está teniendo esta divisa. Ante los problemas de desequilibrio de muchas economías, un notable número de inversionistas busca estas opciones monetarias como nichos refugio de valores.
La situación ha sido tal que el euro se ha llegado a cotizar incluso por debajo del dólar. Este fenómeno ayuda a las empresas exportadoras europeas al contar ahora con un escenario de mayor competitividad. A esto hay que agregar: la fortaleza de comercio intra- regional en Europa y el alto valor agregado de los productos de esa región.
La amenza de un dólar fuerte
Para Estados Unidos, un dólar fuerte, al disminuir la competitividad de sus productos en los mercados internacionales, no deja de constituir una amenaza en el sentido de profundizar el déficit de comercio exterior. Se tendería a mantener un mayor nivel de importaciones por sobre las exportaciones. En especial esto se vería dramáticamente reflejado en los balances de intercambio con China.
La potencia oriental, por su parte y respecto a la política cambiaria, conduce su economía tratando de que su moneda, el yuan, se encuentre de manera recurrente, con menores cotizaciones que otras monedas de intercambio mundial. Es decir, del dólar y el euro. De esa manera, a la vez que China trata de mantener competitivas sus productos de ventas en el exterior, les imprime un mayor valor agregado a las exportaciones y hace depender el crecimiento económico de una importante ampliación del mercado interno.
Otro aspecto muy importante para las balanzas de pagos de los diferentes países latinoamericanos, consiste en que sus deudas externas se tienden a disparar. Para esto, estarían influyendo dos factores principales.
Primero, el dólar caro hace que las deudas -aún sin aumentar sus montos absolutos- sean mayores. Cada vez se requiere de mayor cantidad de moneda local para poder alcanzar los pagos de servicios y amortizaciones con los empréstitos.
La inflación y los mercados
Segundo, la Fed. Reserve está aumentando las tasas de interés en su afán por frenar la inflación vía la demanda del mercado interno. De esa cuenta, los servicios de la deuda externa se ven incrementados de manera automática.
En mayor o menor medida, la combinación de esos factores no es nueva y afectó en particular en los siguientes tres escenarios críticos: en general en las economías latinoamericanas con la conformación de lo que se conoció como la “década perdida” de los años ochenta; el “tequilazo” de la economía mexicana en diciembre de 1994; y las repercusiones de la crisis económica del sudeste asiático a partir del verano de 1997. Este último evento llegó a afectar economías distantes como Rusia y Brasil.
Como se ha reiterado, el manejo que impone un dólar fuerte en los mercados requiere de una formulación integral del sistema económico, en especial respecto a las interrelacionadas políticas cambiarias, monetarias, fiscales, comerciales, crediticias y laborales. Es allí en donde se enraízan principios y mecanismos que pueden contribuir al logro de un crecimiento y desarrollo económico inclusivo y sostenible.