Prisioneros italianos esperan el rancho en un centro de reunión del ejército griego
Después de varios aplazamientos, se estableció que el comienzo de la campaña sería el 22 de junio, un día antes que Napoleón en 1812.
Los griegos no luchan como héroes, son los héroes los que luchan como griegos
Y de nada sirvieron las enseñanzas de la debacle de la Grande Armée en el duro y cruel invierno ruso. Hitler estaba convencido que la invicta máquina de guerra alemana, basada en la rapidez de las divisiones Panzer y el apoyo preciso de los aviones de la Luftwaffe, conquistaría Moscú antes de la llegada del invierno e infligiría un daño irreparable al ejército soviético.
Adolf Hitler predijo jactanciosamente que cuando empezara la operación Barbarroja el mundo contendría la respiración y que la estructura soviética se derrumbaría como un edificio podrido, incapaz de enfrentarse a la maquina de guerra más perfecta de la historia.
El alto mando alemán dispuso de unos efectivos impresionantes: más de tres millones y medio de hombres, a los que se agregaron en pocos meses miles de soldados de varias nacionalidades europeas: holandeses, escandinavos, rumanos e incluso aliados franceses de Vichy.
Y también los voluntarios españoles de la División Azul.
Las tropas alemanas fueron desplegadas en un frente de casi tres mil kilómetros, apoyados por más de 3.400 tanques , 6.000 vehículos y casi 2.000 aviones que realizaron un bombardeo masivo de las instalaciones militares a lo largo de la frontera.
Alemania invadió la URSS sin previa declaración de guerra, divididos en tres grandes Grupos de Ejército.
- El Grupo Norte bajo el mando del mariscal de campo Von Leeb con el objetivo de capturar la zona del Báltico y Leningrado.
- Comandado por el mariscal Von Bock el Grupo Centro debía conquistar Moscú a través del corazón de Bielorrusia.
- El objetivo del mariscal Von Rundstedt, líder del Grupo Sur, sería conquistar la fértil y rica Ucrania para después dirigirse hacia el Cáucaso y apropiarse de las valiosos yacimientos petrolíferos.
La invasión fue un éxito total. En las primeras 48 horas más de 2.500 aviones de combate rusos fueron destruidos o inutilizados en sus bases.
Las divisiones Panzer alemanes avanzaron velozmente explotando las brechas del frente y sembrando el desconcierto en las defensas soviéticas.
A mediados de julio, en tan sólo cuatro semanas de combates, los rusos habían perdido 3.500 tanques, 6.000 aviones y casi un millón de hombres; y Bielorrusia y las repúblicas bálticas habían caído en manos alemanas.
Leningrado fue cercado y sometido a un cruel asedio que duró hasta enero de 1944. En el sur, la Wehrmacht encontró más resistencia y la conquista de Kiev, capital de Ucrania, se demoró hasta finales de septiembre, aunque consiguieron capturan una bolsa de 600.000 soldados rusos (una de las mayores de la historia).
Parecía que el ejército germano repetiría los éxitos de la guerra relámpago en Francia, pero el territorio que ambicionaban conquistar, sin incluir Siberia, era casi siete veces el del país galo y las dificultades no tardaron en llegar: carreteras en mal estado, lluvia y barro que frenaban el avance, guerrillas rusas y la hostilidad de la población.
Tras las conquistas de las ciudades llegaban las unidades de intervención de la policía y los servicios de seguridad, especialmente las SS, cuya misión era neutralizar a los partisanos judíos.
Una parte de la población rusa descontenta con la represión soviética recibió con alegría a las tropas alemanas, y algunas divisiones rusas se unieron a los ejércitos alemanes.
Muchos de los soldados soviéticos tomados prisioneros por los alemanes durante la guerra de 1941 a 1945 se ofrecieron como voluntarios para servir con los alemanes en un desafortunado esfuerzo por liberar a su patria de la tiranía soviética. En total, alrededor de un millón de soviéticos se ofrecieron como voluntarios para ayudar a los alemanes a derrocar al régimen que gobernaba su país, un acto de deslealtad de un pueblo hacia sus gobernantes sin precedentes en la historia.
En esta fotografía, el teniente general Andrei A. Vlasov revista sus tropas del «Ejército de Liberación de Rusia» patrocinado por Alemania. Trescientos mil militares disidentes pelearon para Alemania contra Stalin.
Los rusos fueron sorprendidos, pero rápidamente ~tras las ejecuciones sumarias de las tropas que retrocedían~ aprendieron que la única salida era la lucha sin cuartel y este convencimiento, reforzado por la propaganda soviética, fue uno de los factores que influyeron en la futura derrota alemana.
General Dmitri Pavlov. Fusilado por replegarse.
Por otro lado, la ejecución sumaria del general soviético Dmitri Pavlov y dos de sus colaboradores, el 22 de julio, por haber permitido la ocupación de Minsk, la capital de Bielorrusia, en seis días, hizo ver a los oficiales soviéticos que era mejor luchar hasta la muerte que rendirse y tener que enfrentarse a Stalin.
Interrogatorio de oficiales rusos rendidos
Como ya habían hecho con Napoleón, los rusos retrocedieron y desplazaron las industrias estratégicas hacia el este, poniendo en práctica la política de tierra quemada.
Las líneas de aprovisionamiento alemán se alargaron cada vez más y se convirtieron en fácil objetivo de los ataques de la guerrilla.
Al empezar las primeras lluvias del Septiembre los blindados se empantanaban cada vez más frecuentemente –los caminos rusos no eran asfaltados; ni siquiera mejorados.
Un otoño muy lluvioso y la decisión del mando alemán de desviar el 2.º Grupo Panzer de Guderian al frente sur para ayudar a conquistar Kiev retrasaron de nuevo unas semanas el ataque a Moscú.
Las tropas de Von Bock llegaron a sólo 25 km de la capital pero tuvieron que retroceder más de 200 km ante un contraataque ruso, gracias a las divisiones de refresco provenientes del este (para entonces Stalin ya sabía que los japoneses no le atacarían).
Hitler decidió posponer a la primavera de 1942 la conquista de Moscú y la operación Barbarroja agonizó.
Desde la firma del acuerdo Ribbentrop-Molotov, el 23 de agosto de 1939, hasta el 22 de junio de 1941, Joseph Stalin y Adolf Hitler fueron aliados formales como resultado del pacto de no agresión germano-soviético.
Ambos dirigentes totalitarios eran conscientes de que el pacto de conveniencia aplazaba el inevitable enfrentamiento y les proporcionaba un tiempo precioso: a Hitler, para conquistar Europa Occidental; a Stalin, para mejorar la industria militar y el ejército.
Por ello sorprende que las diferentes advertencias de diplomáticos ingleses y de la célebre red de espías soviética conocida como la «Orquesta roja» sobre los preparativos alemanes para invadir la Unión Soviética fueran desoídas por Stalin.
Sólo se explica desde la mente paranoico-conspirativa del líder comunista, que creyó que era una trampa de los británicos y de algunos oficiales alemanes antinazis para provocar la guerra y la destrucción mutua de Alemania y la URSS.
Stalin tampoco había tenido en cuenta los avisos del entonces neutral Washington (para él, formaban parte del mismo ardid ideado por Churchill) y eso que los americanos ya habían tenido indicios de los preparativos en el segundo semestre de 1940, gracias a algunos oficiales alemanes en Berlín.
Indicios que meses más tarde, en marzo de 1941, fueron verificados a través del espionaje que realizaban a las comunicaciones entre la embajada japonesa en Berlín y Tokio.
Stalin, siempre desconfiado, no creyó en el aviso del periodista alemán afincado en Tokio Richard Sorge (un doble agente que era espía soviético al servicio de la NVKD), en el mismo mes de junio, sobre la inminencia del ataque e incluso desestimó la advertencia de un oficial alemán que desertó a la URSS un día antes de la invasión.
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Original publicado en Quora, aquí.
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