Coronavirus y otras epidemias: breve historia del terror
"Respecto de la reclusión «obligatoria» y el confinamiento de personas sanas, yo opino que es una medida originada por el miedo..."
A lo largo de la historia de la humanidad aparecieron tremendos castigos divinos a la soberbia que llegaron en forma de incendios, devastaciones, inundaciones bíblicas (que hoy llaman tsunami), así como enfermedades escatológicas que llegaban como pestes de etiología desconocida.
Respecto de este tipo de flagelos, la gente intuitivamente se aislaba en la intimidad de sus casas y de ese modo evitaban tomar contacto con el resto de sus congéneres por temor a contagiarse.
Una epidemia es una enfermedad que afecta a un determinado grupo humano en un ámbito temporal concreto; una endemia es una enfermedad que se asienta de forma permanente en una región del mundo singular; mientras que una pandemia es una epidemia que afecta a un área mucho mayor, como un continente o incluso el planeta entero, como puede ser el sida en nuestros días.
Pestes a lo largo de la historia
Desde la peste de Atenas en plena guerra del Peloponeso hasta el cólera, el tifus o la malaria, muchas han sido las epidemias, endemias y pandemias que han asolado a los distintos pueblos a lo largo de la historia.
Esto no es nuevo y la historia registra enfermedades espantosas, y no es la primera vez que sacuden al mundo.
Grecia y Roma
La peste de Atenas fue la plaga más devastadora del mundo griego y fue documentada con detalle por el historiador Tucídides. Aquella peste – en la antigüedad todas las plagas se llamaban pestes – llegó desde Etiopía y según investigaciones actuales, pudo tratarse de fiebres tifoideas. Una de sus primeras víctimas fue el gran Pericles y en total pudo afectar a unas 50,000 personas, aunque algunos historiadores hablan de 300,000.
Como Grecia, Roma también tuvo su gran plaga en el siglo II, en tiempos de Marco Aurelio, que fue además una de sus insignes víctimas. La peste antonina –llamada así por el propio emperador, que pertenecía a la familia de los antoninos– fue devastadora en la capital, Roma, y se extendió por toda Italia llegando incluso a las Galias. Entre otros síntomas, la peste causaba ardor en los ojos y en la boca, sed y abrasamiento interior, fetidez en el aliento, piel enrojecida, tos violenta, gangrenas, delirios y muerte a los nueve días.
El emperador Justiniano también padeció una terrible plaga que pudo originarse en Egipto, según la describe Procopio y que comenzaba por una fiebre súbita, seguida de hinchazones en las axilas, los muslos y detrás de las orejas. La peste justiniana, mezcla de varias plagas como la peste bubónica y quizás la viruela o el cólera, fue terriblemente letal, mató a más de 600,000 personas, a razón de unas 10,000 al día.
La peste negra
La gran epidemia de la Edad Media fue la peste negra, que asoló todo el continente europeo desde mediados del siglo XIV. La epidemia pudo llegar de la India y lo habría hecho a través de los comerciantes italianos que mantenían relaciones mercantiles con el continente asiático. La morbilidad de la peste fue terrible, en algunas zonas alcanzó a los dos tercios de la población y generó una gran despoblación que afectó principalmente al campo, que quedó vacío mientras las ciudades empezaban a llenarse.
Viruela, cólera, escorbuto
Introducida por los conquistadores españoles en América, la viruela funcionó en el nuevo continente como una auténtica plaga y fue un aliado esencial de Hernán Cortés en la caída de Tenochtitlán. Se cree que tras la conquista, la viruela pudo esquilmar hasta a un tercio de la población indígena de América. En 1796, se encontraría una vacuna para la viruela.
El cólera fue una epidemia de origen asiático que llegó a Europa en 1830 y causó 30,000 muertes en Londres en menos de dos décadas, hasta que el doctor John Snow descubrió que todas ellas tenían en común el agua del pozo de Broad Street. La llegada del cólera a España fue aún más devastador y los dos primeros brotes en 1843 y 1854 causaron más de 300,000 muertos. A partir del siglo XX esta enfermedad se trasladó a Asia y África, donde continúa en activo.
En tanto el escorbuto fue una enfermedad endémica en los viajes transoceánicos y también en los países del Norte durante la Edad Media, de donde viene su nombre. El escorbuto acompañó a los marineros españoles y portugueses durante años, sufriéndola en sus viajes marinos tan ilustres como Vasco de Gama y Magallanes. Hasta mediados del siglo XVIII no se relacionó con la falta de vitamina C provocada por la carencia de frutas y verduras frescas en la dieta.
Fiebre amarilla, sífilis, poliomielitis, malaria
Pero si los españoles llevaron a América la viruela, sucumbieron allí con frecuencia de fiebre amarilla. Con frecuencia se producían brotes en los meses de verano, desaparecía durante las estaciones frescas y reaparecía con toda su fuerza al verano siguiente, aunque los que ya habían sido contagiados eran mucho más resistentes a cogerla de nuevo. La enfermedad no brotó sólo en la época de la conquista, sino que se extendió hasta el siglo XIX.
Respecto de la sífilis, sus primeras referencias se remontan al Renacimiento y el organismo que la causa es el Treponema pallidum. La sífilis es una enfermedad exclusiva del hombre que llegó a Europa procedente de América. Probablemente se propagó por Europa tras el sitio de Nápoles en 1495. Fue contagiada por los españoles a las prostitutas italianas y tras aquello, se propagó por toda Europa como un estigma que se contagiaba con los placeres carnales. A comienzos del siglo XX, el 15% de la población europea la padecía, entre ellos Beethoven, Oscar Wilde, Colón, Baudelaire, Van Gogh, Nietzsche, James Joyce y Hitler.
La poliomielitis se conoce desde hace tres milenios, aunque su vacuna tenga poco más de medio siglo y hasta entonces se haya mostrado con persistencia en todos los continentes, sin distinción entre pobres y ricos. De hecho algunas de las epidemias más importantes se dieron en países como Suecia o Estados Unidos, siendo conocida la que se desarrolló en Nueva York en los años veinte y que contagiaría al presidente Franklin Roosevelt.
La malaria o paludismo mata a día de hoy a más de medio millón de personas al año, principalmente en África. Gracias al DDT desapareció de Europa, donde era endémica en países como Grecia o Italia. En España pasó de 400,000 casos y más de 1,300 muertes en 1943 a desaparecer por completo en la década de los sesenta.
SIDA
El sindrome de inmunodeficiencia adquirida comenzó oficialmente en junio de 1981 cuando se atribuyó a cinco casos de neumonía en Los Angeles y a otros casos de sarcoma de kaposi. Inicialmente, la mayoría de los pacientes eran hombres homosexuales y sexualmente activos, muchos de los cuales sufrían otras enfermedades crónicas. En 1982 la enfermedad fue bautizada con el nombre con que ahora conocemos al SIDA.
Gripe
La gripe común (que normalmente hoy no mata a nadie) comenzó siendo una enfermedad endémica que se generalizó gracias a la guerra mundial. La «Gripe Española» mató entre 1918 y 1920 a más de 40 millones de personas en todo el mundo. Se desconoce la cifra exacta de la pandemia que es considerada la más devastadora de la historia. Un siglo después aún no se sabe cuál fue el origen de esta epidemia que no entendía de fronteras ni de clases sociales.
Aunque algunos investigadores afirman que empezó en Francia en 1916 o en China en 1917, muchos estudios sitúan los primeros casos en la base militar de Fort Riley (EE.UU.) el 4 de marzo de 1918.
Tras registrarse los primeros casos en Europa la gripe pasó a España. Un país neutral en la I Guerra Mundial que no censuró la publicación de los informes sobre la enfermedad y sus consecuencias a diferencia de los otros países centrados en el conflicto bélico.
Por ser el único país que se hizo eco del problema provocó que la epidemia se conociese como la Gripe Española. Y a pesar de no ser el epicentro, España fue uno de los más afectados con 8 millones de personas infectadas y 300,000 personas fallecidas.
Cuarentena
Respecto de la reclusión «obligatoria» y el confinamiento de personas sanas, yo opino que es una medida originada por el miedo y el desconocimiento de la forma de evitar que la pandemia se generalice antes de conocer cuál es el medio para combatirla de otra forma.
Pero obviamente, como siempre sucedió, las personas que están recluidas con una persona sintomática están en riesgo de contraer el desconocido retrovirus, y probablemente contraerán la enfermedad, como el personal de sanidad, los médicos, los sacerdotes, etc.
En tal sentido, el aislamiento social obligatorio es una medida tomada por los gobiernos que ordena a la población a quedarse en sus casas, hasta una fecha determinada, prorrogable o indefinida, para prevenir la propagación del coronavirus (COVID-19). Pero no estoy seguro que sea -como dice el artículo que me envió~ una «aberración».
La decisión de poner a un individuo en aislamiento o cuarentena se hace cuando está claro que el individuo o grupo de individuos posee un significante riesgo de transmitir una enfermedad o agente contagioso a otros y afectar potencialmente la salud pública. Inicialmente, se le pide a una persona que haga aislamiento o cuarentena voluntaria.
De ser necesario se le pedirá a las autoridades federales, estatales y locales que apliquen el aislamiento y cuarentena para así proteger a la población presumiblemente sana.
Si nos remontamos a las épocas de la peste negra o el tifus en Europa, el terror era tal que ni siquiera las familias atendían a los enfermos, dejándolos en la calle donde los recogían en carros para llevarlos al cementerio o a las piras funerarias.
En todas las personas anida el egoísmo y la pavura prevalece ante la amenaza de un mal inminente. Solo unos pocos no le tienen miedo a la muerte o les asiste la virtud de la santidad.
Todo lo que puedo comentar por ahora es lo que le escribí. Yo mismo perdí órganos en los combates en que se desenvolvió mi propia historia como soldado, y si bien salí vivo de todos los entreveros, no pude tener el honor de cosechar tantas heridas como el propio Conrado Villegas o Gregorio de las Heras, pero fueron catorce los impactos que recibí, …de ellos cuatro disparos al pecho los sirios me arrebataron un pulmón, hace ya 47 años.
Por eso soy muy susceptible a la definición del COVID-19, agravado por el hecho de que se me produjo -a raíz de respirar con uno solo durante tantos años- un enfisema pulmonar severo. De modo tal que es harto probable que una neumonía finalmente me reúna con Dios, cuando Él lo disponga.
La parte buena de esta experiencia personal es que no le temo a la muerte y hasta deseo estar cuanto antes en la Mesa del Señor.
Relativizar la importancia de la cuarentena es una verdadera irresponsabilidad típica de egocéntricos.