Hay que tener presente que en Estados Unidos no hay una elección directa y universal. Ni que necesariamente gana la presidencia quien obtiene más votos a nivel nacional. La victoria pasa por ganar más estados, cada uno con un número de electores proporcional a su población tal como la determina el censo que se celebra cada década.
La única cifra mágica
Son 538 electores que conforman el colegio electoral, y para alcanzar la presidencia el candidato debe obtener el apoyo de 270 electores. Esa es la cifra mágica, la única: 270. En casi todos los estados quien obtiene la mayoría más uno se lleva todos los electores. Solo Maine y Nebraska dividen sus votos del colegio electoral en la proporción de votos que cada candidato obtuvo.
En el 2016 Donald Trump obtuvo 304 votos electorales, convirtiéndose sorpresivamente en el presidente número 45 de los Estados Unidos. No importó que Hillary Clinton le sacó una ventaja de tres millones de votos en el voto popular. Solo logró 227 votos del colegio electoral.
El proceso electoral que inicio en algunos estados hace semanas por medio del voto por correo y que culmina la noche del 3 de noviembre, no es una sola elección. Son 50 elecciones simultáneas. Hasta el momento de escribir estas líneas ya han ejercido su derecho al voto por correo aproximadamente 75 millones de ciudadanos estadounidenses. Es una cifra récord, nunca antes vista.
Debido al sistema donde la representación la obtiene el partido o candidato que gana la mayoría se puede predecir con mucha seguridad en cuales estados ganan los republicanos o demócratas. Estados como California, que otorga 55 votos electorales, New York, 29 e Illinois con 20, son estados seguros de los demócratas. Estados como Texas con 38 votos electorales, Georgia con 16 y Alabama con 9, son estados republicanos seguros.
Estados swing o battleground
Queda un grupo reducido de estados que son los que deciden la elección, son los famosos estados «swing» (o «battleground») en ingles, pero que es difícil una traducción idónea al castellano. Una aproximación al significado podría ser “cambiantes, pendulares, bisagra”. Son estados sin un patrón fijo de voto. En una elección pueden inclinarse por el candidato republicano y en la próxima por el demócrata o viceversa.
En 2016 Hillary Clinton ganó en los estados cambiantes de Virginia (con 13 electores), Nevada (6) , Colorado (9) y New Hampshire (4) . Trump obtuvo el triunfo en estados cambiantes muy importantes como Florida (29), Ohio (18) y Carolina del Norte (15), Georgia (16), Arizona (11), Iowa (6). Fueron finalmente Florida y Ohio los que le garantizaron el triunfo. Gracias a ellos pasó la marca de los 270 electores y con ello, llegó a la presidencia.
Esta lista de estados swing ha cambiado mucho en las últimas dos décadas como resultado de las migraciones internas de un estado a otro, fenómeno que contribuye al cambio demográfico. En Arizona, Nevada, Colorado o Georgia la población latina ha crecido mucho. Además de los estados donde ya viven millones de latinos como California, Texas, New York, Illinois, Florida.
En Virginia, Carolina del Norte e Indiana, que eran un bastión republicano, Barack Obama logró el triunfo en 2008 gracias al crecimiento de la población afroamericana.
Los trabajadores blancos con Trump
En el 2016 Trump gano Wisconsin, Pennsylvania y Michigan, estados donde ningún candidato republicano había logrado conseguir la victoria desde Ronald Reagan en 1980. Esto se debió en gran medida al cierre de empresas estadounidenses importantes que se mudaron a otros estados y países. Como consecuencia aumentó considerablemente el desempleo entre los obreros anglosajones y con ello su descontento. Entre ellos caló profundamente el slogan de Trump “Make America Great Again”.
Quienes aseguran la reelección de Trump creyendo que repetirá la hazaña del 2016 no toman en consideración que cada elección es única en su tiempo y en sus circunstancias.
Joe Biden no es Hillary Clinton. No despierta tanto rechazo como ella. Sus niveles de aceptación son muy buenos. Millones lo consideran un estadista, un político moderado que puede traer estabilidad y reconciliación a un país convulsionado y dividido.
Trump intentó interferir en la primaria demócrata y quiso sacar del juego a Biden con una campaña sucia. Prefería como contendor a Sanders, porque sabía que sería un candidato más débil. Hubiera podido atacar en la campaña general las posturas progresistas de Sanders, por ejemplo en temas de salud pública y política exterior.
De todos modos, Trump ha tratado de mostrar a Biden como si fuese un político socialista o de izquierda. Esa retórica solo le sirve de algo entre los cubanos y Magazolanos de Florida. En otros estados ese discurso no llega muy lejos. Biden en su larga carrera como senador fue más bien conservador. Su alianza de ocho años con Obama lo movió un poco más al centro; en todo caso, ahora es un demócrata moderado.
Las coaliciones presidenciales
La coalición electoral de Biden es similar a la de Obama pero más amplia con la participación de republicanos moderados e independientes y eso hará la diferencia en algunos estados claves o swing. Hay que considerar que en los estados swing, la diferencia entre ambos candidatos está muy cerrada. En algunos casos, está dentro del margen de error de las encuestas.
La base de Trump por su parte, es solida. Está movilizada; pero es casi la misma que en 2016. Muchos de sus simpatizantes son fanáticos que desafían la ciencia y exponen sus vidas y la de sus familiares atendiendo los eventos públicos del Presidente sin mascara ni distancia social en plena pandemia.
La coalición de Trump está compuesta básicamente de hombres blancos rurales, hombres y mujeres blancos urbanos sin mucha educación, y los evangélicos blancos.
La base de su victoria en 2016 no le alcanza para ser reelecto en 2020.
El Titanic de Trump hace rato se está hundiendo. Esto lo percibieron sectores importantes de republicanos moderados que optaron por montarse en los botes salvavidas y al llegar a tierra firme tratarán de reconstruir el partido de Abraham Lincoln y Ronald Reagan después del naufragio del actual Presidente.
Estos sectores republicanos moderados e independientes crean una alianza electoral temporal uniéndose a los blancos liberales, afroamericanos, el voto femenino, el voto LGTBQ, el voto católico blanco y latino y el de las iglesias protestantes históricas que apoyan ampliamente a Biden.
Juventud y latinos
El voto por correo muestra que los jóvenes milenios y los latinos están votando en cifras records. Esto favorece a Biden y perjudica a Trump.
La campaña de Trump se basa principalmente en él y su retorica. El Vicepresidente Mike Pence solo le aporta el voto evangélico blanco conservador, que de todas formas ya tenía. Trump cometió un error al no nominar como compañera de fórmula a una mujer negra para que lo acompañara en la formula y de esta forma tratar de reducir la ventaja de Joe Biden entre el voto negro y el femenino.
En cambio, Joe Biden sí escogió bien a su compañera de fórmula: la exfiscal general y actual senadora de California Kamala Harris, ella le aporta energía, dinamismo y simpatía al formula. Biden contó con representantes de lujo en la parte final de la campaña: Barack y Michelle Obama que siguen siendo muy populares. Su esposa, la Dra. Jill Biden superó con creces la gris actuación de Melania. Hillary y Bill Clinton guardaron un perfil bajo.
Es la primera vez en la historia de las elecciones estadounidenses que generales y almirantes en condición de retiro reciente hablan abiertamente en contra de un presidente en ejercicio. De la misma manera, muchos exfuncionarios de inteligencia y diplomáticos pidieron retiro adelantado o directamente renunciaron a sus cargos durante este (¿primer?) gobierno de Trump.
Trump durante la campaña y en los debates no mostró nada nuevo, culpa a Barack Obama y Joe Biden de los males del país, ignora que ya no es la cara nueva en la política del 2016 y que tiene una gestión que ya duró cuatro años. No mostró su visión ni detalló sus planes para los próximos cuatro años. No explicó a los independientes e indecisos el porqué tienen que reelegirlo.
Efectivamente, Joe Biden derrotará a Donald Trump
Estados Unidos tuvo un buen desempeño económico y ese es quizás la mejor fortaleza de la gestión de Trump. Sin embargo la clase media no sintió plenamente los beneficios de la bonanza. Por el contrario, la desigualdad y la pobreza aumentaron. Las injusticias y tensiones raciales causaron revueltas sociales que convulsionaron ciudades enteras.
El COVID-19 entra la escena en marzo de este año. Inmediatamente, desnuda ante el país la incompetencia de Trump, sus contradicciones con los expertos médicos y sus propios asesores. Los estadounidenses no le culpan por el virus, sino por el mal manejo de la pandemia, que ya le ha costado a la nación más de 231,000 muertos, muchos más que en la guerra de Vietnam.
Por las razones antes consideradas lo más probable es que Donald Trump sea derrotado y Joe Biden sea electo como próximo Presidente de Estados Unidos. Joe Biden derrotará a Donald Trump.