Las encuestas, el sentido común y los estados claves

Segunda nota de una serie en la que se discuten las elecciones estadounidenses y se indica cómo el autor piensa votar. La serie incluye temas como las proposiciones de California, la importancia de reconquistar el Senado Nacional, el voto popular versus el Colegio Electoral y, finalmente, los candidatos Donald Trump y Joe Biden.

¿Les creemos a las encuestas o las ignoramos? Pero si las ignoramos, ¿qué utilizamos como referencia intelectual para poder comprender el sentimiento del electorado en este momento histórico y poder producir un análisis crítico?

Ignorar las encuestas, en mi opinión, es dejar de lado a la ciencia y asentarse en una filosofía de sentido común que puede sonar atractiva y es popular, pero que desconoce siglos de progreso en el pensamiento humano, pasando por el Renacimiento, la Revolución Científica y la Ilustración.

¿Acaso el discurso de las ciencias contemporáneas no son el paradigma epistemológico que nos permite alejarnos de ese horrendo pensamiento medieval en el que la Iglesia imponía la fe y el dogma a sangre y fuego? Galileo estuvo muy cerca de que la Inquisición lo quemase vivo por esa proposición ´subversiva´ de que el sol era el centro del sistema planetario.

Ahora tenemos al Brujo de la Casa Blanca que levanta su Biblia y nos asegura que la ciencia es irrelevante. Ignora a expertos en epidemiología, como el Dr. Anthony Fauci, y se mofa de la comunidad médica sugiriendo que tomando cloro venceremos al coronavirus.

La ofensiva del sentido común y el relativismo es incesante. Y tiene mucho terreno ideológico para crecer, especialmente si consideramos que somos un país en el que 20% creen en las brujas y muchos más no saben distinguir entre un reporte periodístico y un comentario editorial. La Revolución Tecnológica, el surgimiento del internet y las redes sociales han incrementado este problema al crear un foro ultrademocrático en donde el analfabeto político, desde el anonimato cibernético, está en igualdad de posición con intelectuales especializados en medicina, política, ciencias sociales.

No olvidemos que cuando construimos imponentes edificios, no usamos los servicios de un magnífico panadero, sino que buscamos un ingeniero, un arquitecto. ¿Qué saben de la matemática y la física involucrada en esas columnas de edificaciones que a veces parecen flotando en el aire? Cuando nos operan del corazón, sin debate ni duda alguna, queremos a un cardiólogo.

Entonces, ¿de dónde sacan algunos ese descarado atrevimiento para criticar a las encuestas, criticar modelos estadísticos? ¿Qué saben de muestras representativas, frecuencias, correlaciones, del coeficiente Pearson r, de análisis de regresión?

Las elecciones de 2016 y el «margen de error»

Muchos que se apoyan en un ´commonsensical analysis´, presentan como evidencia número uno de sus alegatos acusatorios, el supuesto fracaso de las encuestas de 2016. Pero se olvidan de que muchas de esas encuestas estaban correctas. Totalmente correctas, cuando se hacen cálculos que consideren el “margen de error” que todo análisis estadístico debe incluir.

Usemos un ejemplo para entender esto del margen de error. Si una encuestadora concluye que el Candidato X está siendo apoyado por 52% de los posibles votantes y el Candidato Z recibe un 48% (en una encuesta con un margen de error del 4%), la diferencia de 4 puntos en realidad sugiere que cualquiera de los dos puede ganar. ¿Por qué? Porque si aplicamos el margen de error de un 4%, se puede afirmar que el Candidato X no tiene un 52% inamovible, sino que, sumando y restando el 4% del margen de error, tiene una probabilidad de entre 48% y 56%. Con el mismo cálculo, el Candidato Z tiene entre 44% y 52%.

Dentro de esos márgenes, como dije, cualquiera de los dos puede resultar el ganador. El Candidato X, por ejemplo, podría terminar con 48% y el Candidato Z con 52%. Pero muchos que interpretan estos números no se molestan en aclarar la importancia del margen de error y reportan en sus titulares que el Candidato X tiene 52% y el Candidato Z 48% y, automáticamente, asumen que X gana.

Hagamos una pausa y recordemos a la elección de 2016. Una semana antes de la consulta electoral, la gran ventaja de Hillary Clinton ya se había evaporado después de que Jim Comey, el director del FBI, decidiera reabrir la investigación de los controvertidos emails. De acuerdo con la encuestadora FiveThirtyEight, Clinton ganaba por solo 3.5% y, de acuerdo a Real Clear Politics, por 1.7%. Cifras muy cercanas a la ventaja de 2.1% que Clinton finalmente obtuvo en el voto popular. ¡Ambos cálculos, dentro del margen de error! Así que las encuestas no-se-e-qui-vo-ca-ron. Los que se equivocaron son los que reportaron los porcentajes desde una perspectiva axiomática que está muy lejos de la naturaleza probabilística de los modelos estadísticos.

El error no está en las estadísticas (hoy en día los matemáticos han desarrollado modelos super sofisticadísimos), sino en hombres de carne y hueso que simplifican la difusión de esos números. Algunos periodistas, en particular, con ese afán sensacionalista que ayuda a vender noticias, tienen en parte responsabilidad por repetir sin mucho análisis esas cifras ignorando el ´small `print´ de los reportes estadísticos.

3 de noviembre de 2020

La elección de 2020 no es la elección de 2016. Encuestas de entidades serias, que utilizan rigor académico en su trabajo, sugieren una victoria de Joe Biden. A menos que haya fraude y se nulifiquen o no se cuenten votos, Five Thirty Eight y Real Clear Politics apuntan a una victoria clara en el voto popular. Hablan de una posibilidad de victoria de Biden del 89% contra un 10% de Trump. Y un 95% de mantener control de la Cámara de Representantes y un 77% de recuperar el Senado Nacional.

Las encuestas del voto popular son claras: Biden 51.3% y Trump 43.5%, de acuerdo a Real Clear Politics. 7.8% de diferencia. Algo que sirve de referencia pero que, por supuesto, no es determinante. Lo único que cuenta es cómo vota cada estado. O sea, quién consigue la mayoría de votos de 538 electores del Colegio Electoral.

El número clave es 270. Algunos análisis más que razonables apuntan a que Biden ya tiene asegurado alrededor de 232 electores, de lugares como California, New York y Massachusetts. Por su parte, Trump tendría alrededor de 125 electores, de estados como Tennessee, Oklahoma y Alabama. O sea que a Biden le faltarían 38 votos para llegar a los 270 que necesita para ser el cuadragésimo sexto presidente de los Estados Unidos. Trump, por el contrario, precisaría 125.

Hay aproximadamente una docena de estados en donde el margen de error sugiere que hay un empate técnico. Estos son Pennsylvania, Wisconsin, Florida, Arizona, Georgia, Iowa, Ohio, Carolina del Norte, Texas, Minnesota, Nevada. Esto implica que hay 181 electores en juego que cualquiera de los dos candidatos podría ganar.  Los analistas se han machucado las neuronas presentando innumerables escenarios posibles. Pero al final, siempre hay que recordar que a Biden le faltan alrededor de 38 votos para ganar y a Trump 125.

Hay tres estados que son claves en donde Trump ganó por apenas 80,000 votos en 2016. Ahora está perdiendo en los tres, aún considerando el margen de error. Estos son Pennsylvania (con 20 delegados), Michigan (16) y Wisconsin (10). Si Biden gana en esos, no importa que pierda Florida (29), Arizona (11) y Texas (38).

Eso significa que apenas cierren las urnas, la atención va a estar en Pennsylvania, Michigan y Wisconsin. En estos dos últimos, es muy difícil que Trump recobre el espacio perdido. Así que queda Pennsylvania. Y es aquí, en mi opinión, en el Commonwealth de Pennsylvania en donde se definirá la elección de 2020. Una elección en la que, me atrevo a predecir, Joe Biden arrasará. No solo conquistará alrededor de 350 electores en el Colegio Electoral sino que el Senado volverá a manos demócratas y se abrirá, de esa manera, una ventana de esperanza para afianzar las instituciones democráticas, dar pasos adelante en materia de justicia social y en el escombroso terreno de las relaciones raciales.

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  • Nestor M. Fantini, M.A., Ph.D. (ABD), is an Argentine-American journalist, educator, and human rights activist based in California. Since 2018, Fantini has been co-editor of the online magazine HispanicLA.com. Between 2005 and 2015 he was the main coordinator of the Peña Literaria La Luciérnaga. He is the author of ´De mi abuela, soldados y Arminda´ (2015), his stories appear in ´Mirando hacia el sur´ (1997) and he is co-editor of the ´Antología de La Luciérnaga´ (2010). He is currently an adjunct professor of sociology at Rio Hondo College, Whittier, California. As a refugee and former political prisoner who was adopted as a Prisoner of Conscience by Amnesty International, Fantini has dedicated his life to promoting the memory of the victims of state terrorism of the Argentine civil-military dictatorship of the 1970s and is currently coordinator of Amnesty International San Fernando Valley. Fantini graduated from Woodsworth College and the University of Toronto. - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - Néstor M. Fantini , M.A., Ph.D. (ABD), es un periodista, educador y activista de derechos humanos argentino-estadounidense que reside en California. Desde 2018, Fantini es coeditor de la revista online HispanicLA.com. Entre 2005 y 2015 fue el coordinador principal de la Peña Literaria La Luciérnaga. Es autor de De mi abuela, soldados y Arminda (2015), sus cuentos aparecen en Mirando hacia el sur (1997) y es coeditor de la Antología de La Luciérnaga (2010). Actualmente es profesor adjunto de sociología, en Rio Hondo College, Whittier, California. Como refugiado y ex prisionero político que fuera adoptado como Prisionero de Conciencia por Amnistía Internacional, Fantini ha dedicado su vida a promover la memoria de las víctimas del terrorismo de estado de la dictadura cívico-militar argentina de la década de 1970 y actualmente es coordinador de Amnesty International San Fernando Valley. Fantini se graduó de Woodsworth College y de la Universidad de Toronto.

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