Trump y la sombra del fascismo estadounidense
Nunca pensé que yo, un refugiado de la dictadura cívico-militar de Argentina de la década de los 70, que por esos vericuetos de la vida terminé en los Estados Unidos, volvería a sentir ese escalofrío que recorre el espíritu cuando se sospecha la amenaza del surgimiento de un líder fascista.
Pero esa es la realidad que se avecina para la nación de Washington, Jefferson, Hamilton, si es que triunfa el candidato republicano Donald Trump en las elecciones presidenciales del 5 de noviembre.
Y yo no soy el único que habla de fascismo.
Trump es “fascista hasta la médula”, dijo el general Mark Milley, el ex jefe de Estado Mayor de las Fuerzas Armadas y uno de los hombres de confianza del expresidente. Y como para que no quedará dudas agregó que Trump es “la persona más peligrosa para este país”.
Trump y el fin de la democracia
Con Trump en la Casa Blanca concluiría la Era Democrática de Estados Unidos y comenzaría una etapa fascista, dejando atrás los principios democráticos y de respeto a los derechos individuales que promovió la Ilustración y que se materializó en la Revolución Americana de 1776.
En Argentina de los ´70 era rutinaria la metodología fascista de los llamados grupos de tarea, formados por militares, policías y agentes de inteligencia. Las patotas arribaban en medio de la noche derribando la puerta de la casa de estudiantes, trabajadores, abogados, sacerdotes; los secuestraban y los llevaban a campos de concentración donde eran torturados. Algunos de los detenidos eran drogados y tirados de aviones en las aguas del océano. Se apropiaron de 500 bebés que fueron ´regalados´ a familiares de los represores. Y hasta el día de hoy no se sabe del destino de alrededor de 30,000 personas ´desaparecidas´.
¿Puede pasar eso en los Estados Unidos? Sin duda. Ahí está como evidencia el Proyecto 2025, diseñado por Trump y sus aliados conservadores, que propone una refundación de la república a través de una lista interminable de reformas reaccionarias que nos haría retroceder un siglo en materia de conquistas sociales y la eliminación de derechos fundamentales de la ciudadanía.
Y cuando se habla de derechos fundamentales no se puede olvidar que Trump, que ha profesado admiración por Adolfo Hitler y utiliza lenguaje racista que aparece en Mein Kampf (Mi lucha), expresó su deseo de ser dictador, amenazó con perseguir a sus enemigos políticos y de utilizar a las fuerzas armadas para reprimir manifestaciones.
Haciendo un poco de historia, suena similar a lo que ocurrió cuando Hitler llegó al poder a través de elecciones democráticas en 1933 y buscó una excusa para cerrar el Parlamento, suspender las libertades civiles y comenzar una cacería de opositores y “alimañas”, como el jefe nazi definía a los judíos. El mismo término que Trump usó para hablar de los inmigrantes. Y ya sabemos lo que les pasó a 6 millones de judíos.
Los latinos en la mira
No cabe la menor duda que uno de los grupos que más se verían afectados con una Administración Trump, es el de los latinos. Los mismos latinos a quienes en distintas ocasiones ha caracterizado como criminales, violadores, narcos y, recientemente, “basura”.
A pesar de todos los insultos, hay un sector de aproximadamente un 30 a 40% que ha mostrado simpatías por Trump. Algunos son gente de poca educación formal que poco entienden del complejo sistema político y son fácilmente influenciables por la propaganda de desinformación que los bombardea diariamente.
Otros, que han vendido su alma al diablo, se han olvidado o quieren olvidarse de sus raíces y no les importa lo que les ocurrirá a familiares, amigos y vecinos cuando lleguen los arrestos y deportaciones.
Pero en una nota más promisoria, hay que recordar que la mayoría de los latinos han apoyado históricamente y continúan apoyando al partido demócrata y, de acuerdo a encuestas, el 5 de noviembre piensan votar por Kamala Harris.
Algunos lo harán porque simpatizan con las ideas de esta mujer que, como muchos latinos, viene de una familia de inmigrantes. Otros porque saben que lo más amenazante para la comunidad latina es el plan de Donald Trump quien prometió deportar a más de 11 millones de inmigrantes.
Quieren detenerlo sea como sea.
Terror
La idea de la deportación es más que descabellada. Implicaría el arresto masivo de hombres, mujeres y niños en todo el país. No solo personas indocumentadas sino también familiares, como sugirió Tom Homan, asesor de Trump en materia de seguridad nacional.
Piensen en el terror que surgiría en todo el país.
Piensen en autoridades migratorias armadas, policías locales, la Guardia Nacional y bandas de grupos nacionalistas entrando en hogares, puestos de trabajo, universidades y diversos lugares públicos en busca de personas.
Piensen en estudiantes, trabajadores, profesionales arrestados y siendo transferidos a campos de detención en donde serían procesados como criminales antes de ser deportados.
Y si hay manifestaciones de organizaciones comunitarias o políticas para protestar las detenciones masivas y las deportaciones, piensen que al mejor estilo fascista Trump no dudaría en reprimir utilizando las fuerzas armadas y los grupos de choque de sus amigos neonazis que están a la espera de órdenes.
¿Cuántos van a morir si se da esta situación de caos social con el nuevo jefe fascista?
Resistencia
Este es un momento crucial en la historia de los Estados Unidos de América en donde el silencio es inaceptable.
El voto es nuestra voz.
Pero si triunfa Donald Trump y ese triunfo le facilita la construcción de un Estado Fascista, el contrato social que existe en toda sociedad entre el soberano y su pueblo, se vería destruido. Esto, como sugirió John Locke, daría al pueblo el derecho a resistir. Es más, sería una obligación moral de la ciudadanía resistir.
Resistir para defender la Constitución Nacional y los derechos individuales.