La muerte de Kobe Bryant en un terrible accidente de helicóptero nos sacudió a todos y llenó de tristeza y dolor a millones de estadounidenses y extranjeros.
Los gigantes también lloran
Veo en la pantalla a cinco hombres grandes. Con «grandes» no quiero decir adultos, o viejos, sino grandotes, gigantescos. Son exjugadores de la NBA. Y también adultos. Están sentados uno al lado de otro en sillas simples, sin escritorio, sin nada que los oculte de la cámara. Parecen pacientes esperando en un consultorio. Para una operación dolorosa.
Todos tienen la cabeza gacha y miran sus zapatos. Algunos lloran.
Finalmente habla uno de ellos, un gigante. Se llama Shaquille O’Neal y jugó con Kobe Bryant por años. Juntos ganaron tres campeonatos con los Lakers. Habla y no se entiende bien lo que dice: «todos me llamaban… esto me va a cambiar para siempre». Las lágrimas le recorren las enormes mejillas y él no hace nada para ocultarlas. A su lado, el moderador del programa le palmea torpemente la espalda. O’Neal ahora solloza y habla de la muerte de su padre, su hermana. «Y ahora, mi pequeño hermano».
“I haven’t felt a pain that sharp in a while.. it definitely changes me.”’@SHAQ on the loss of his brother, Kobe. pic.twitter.com/dM5i0DDgGK
— NBA on TNT (@NBAonTNT) January 29, 2020
Esta mañana, manejando al trabajo, escucho el canal de la NBA en cable. Dedican el día a hablar de Kobe Bryant, a canal abierto. Las llamadas del público fluyen. Habla un señor desconocido, pare de tres hijas. Llora y las palabras se le atragantan.
No lo he visto en mi vida
Se pregunta por qué llora por una persona a quien jamás ha visto en su vida. Le preocupa. Luego habla de sus hijas y de que no sabemos cuándo nos vamos a morir. Vaya y dele un abrazo a sus hijos, dice, no a alguien en particular, sino al mundo.
Quien modera el programa es un exjugador de la NBA que habla de su trabajo en Nueva Orleans. Tiene la voz alterada por el llanto. Cuando el señor se retira él sigue hablando de lo mismo: ve y abraza a tus hijos. No sabemos cuándo nos vamos a morir. Como Kobe.
La muerte de la súper estrella de la NBA, este domingo, generó una ola de duelo extraordinario, una sensación de tristeza profunda y contagiosa. Parecería concéntrica, la ola, que llega a todo el mundo y es más y más pronunciada – el dolor – a medida que se centra en Los Ángeles, mi ciudad.
Este país tiene como su nombre una definición política, Estados Unidos. Se apropia del nombre del continente y se llama America, o Americoh. Desde hace un siglo y medio que no estaba tan dividido, tan enemistado, a causa de la presidencia de Donald Trump. Dividido, dividido. Pero en estos días puede llamarse como quiera. Quizás «el país de la gente que llora a Kobe Bryant», porque se murió.
En la ceremonia de apertura del Super Bowl 2020, el lunes, Kobe Bryant estuvo presente, dominante. Como en la cancha de básquetbol. El domingo será el partido final, en Marlins Park, Florida. Aunque es otro deporte, honrarán a Kobe.
Porque era un héroe nacional.
En todo el mundo
Ah, pero hay más.
Ese mismo día, Neymar Da Silva Santos Júnior, o simplemente Neymar, una superestrella del fútbol brasileño y mundial, anota un gol para su equipo, el Paris Saint-Germain. Corre adonde están los fotógrafos, muy serio, levanta dos dedos de una mano y cuatro de la otra y se aleja, señalando al cielo.
Un dos y un cuatro, veinticuatro. El número de la camiseta de Kobe Bryant.
En Italia, la federación de Básquetbol ordena a todos los equipos de todas las ligas guardar un minuto de silencio por Kobe Bryant, que creció allí.
En el partido de básquetbol donde los Brooklyn Nets recibieron a los Detroit Pistons, hay dos sillas vacías donde colocaron sendos ramos de flores. Un cronómetro marca la cuenta regresiva de un minuto de silencio mientras los jugadores agachan la cabeza. Un niño de siete años acude a tocar el himno nacional en su violín diminuto. Otros niños lo acompañan en un delicioso minué. La estrella Kyrie Irving está sollozando. Todos se emocionan por la tristeza de la música, aunque lo de los violines fue casualidad y ya estaba determinado.
El narrador que esto cuenta tiene la voz gangosa de tanto llorar. También él, en público y para un país que se jacta del fatal axioma de «Never give up», sin ocultar sus sentimientos.
¡Gigi, Gigi!
En la tele veo el gentío que se agolpa en el Staples Center, el estadio de los Lakers, hasta hoy acumulando flores, gritando el nombre de su ídolo, y también, el de su hija Gianna María-Onore, de 13 años. A ella no la conocían. Cuando gritan su nombre, la llaman Gigi, como en su casa.
En el frente del edificio ya hay un muro, y el muro está lleno de firmas de los dolientes. Hay que esperar para poder firmar.
El partido entre los Lakers y los Clippers fijado para el martes 28 se pospone a una fecha desconocida. No quieren jugar tan cerca de la muerte. El próximo partido, para el viernes 31 es contra los Trail Blazer. Ya se venden las entradas y los precios revientan récords. El más barato es de 800 dólares, ahí arriba donde nada ves. Y más cerca, más cerca pagarás entre 3,000 y 10,000 dólares. Las entradas se acaban rápido.
¿Por qué nos sentimos así?
A Kobe lo hemos visto primordialmente en la pantalla de televisión. Y desde allí ha saltado de cuerpo entero, todo dientes, y entró a nuestras casas, y si hay más de una tele se paseó por la casa. Se la abrimos gustosos, porque nos gusta el básquetbol, nos gustan los Lakers, y el juego de Kobe.
Porque ha sido un jugador excepcional. Porque lo definió la disciplina. El carisma. Los campeonatos. La controversia. Cuando volvió de muchos meses de recuperación de una herida para sus dos últimos años de juego le preguntaron qué aspiraba ahora con los Lakers, un equipo mediocre en aquel tiempo, entre otras cosas porque tenía que pagarle sus 25 millones de dólares, jugara o no. Y dijo «Championship!»
Donald Trump y Barack Obama
Donald Trump, el Presidente, siempre pegado a su teléfono y su cuenta de Twitter, manda un mensaje pocos minutos después de que Fox News anunciara la desgracia. «¡Terribles noticias!», escribe torpemente.
Reports are that basketball great Kobe Bryant and three others have been killed in a helicopter crash in California. That is terrible news!
— Donald J. Trump (@realDonaldTrump) January 26, 2020
Llueven las críticas, quizás demasiado. Horas después escribe otro, y las críticas llueven, porque su estructura es un calco del tuit de Barack Obama, lanzado dos horas antes.
Kobe Bryant, despite being one of the truly great basketball players of all time, was just getting started in life. He loved his family so much, and had such strong passion for the future. The loss of his beautiful daughter, Gianna, makes this moment even more devastating….
— Donald J. Trump (@realDonaldTrump) January 26, 2020
Aquí está el del expresidente:
Kobe was a legend on the court and just getting started in what would have been just as meaningful a second act. To lose Gianna is even more heartbreaking to us as parents. Michelle and I send love and prayers to Vanessa and the entire Bryant family on an unthinkable day.
— Barack Obama (@BarackObama) January 26, 2020
¿La verdad? No importa que le salgan los malos hábitos por las orejas. Trump cumple y se identifica con el dolor general.