Desde 2022, cuando el estado de Florida aprobó la ley “Don’t Say Gay” que prohíbe la enseñanza de orientación sexual o identidad de género en sus escuelas públicas, otros estados gobernados por republicanos se apresuraron a imitarlo.
Son 15 los estados gobernados por los republicanos han promulgado leyes educativas similares. Todas entran en vigor este año escolar, incluyendo la Ley 8 en Ohio, aprobada por su Cámara Baja, que obligaría a los educadores a revelar la identidad sexual de sus alumnos a los padres.
Según el Proyecto de Avance del Movimiento (MAP), 19% de los estadounidenses viven en un estado con una prohibición curricular del tema LGBTQ+. Y eso es solo parte de la avalancha de restricciones en la educación sexual en todo el país.
Estas regulaciones constituyen una seria amenaza a la salud pública. Presuponen que el propósito de la educación sexual moderna es arrastrar a los niños a prácticas extremas o inculcarles conceptos maléficos, frente a los cuales los políticos se presentan como supervisores de la moral y las buenas costumbres que salvan a nuestros niños de esa indoctrinación.
Nada más lejos de la verdad. Nada más absurdo.
De los deseos sexuales se encarga la naturaleza. La sexualidad es un aspecto fundamental del ser humano, y la actividad sexual es una parte básica de su desarrollo.
La educación sexual en realidad proporciona conocimientos, habilidades, actitudes y valores que ayudan a comprender la sexualidad como parte del desarrollo moral de la juventud y colaboran en el proceso de socialización y aceptación del prójimo tal cual es.
La función de los mayores es facilitar la transición de la niñez a la adolescencia y la adultez, proporcionar conocimientos y recursos de protección.
Los objetivos de la educación sexual no son ni han sido estimular la práctica de la homosexualidad o el cambio de género, sea en comportamiento o por operación quirúrgica, sino promover el concepto de que la práctica sexual está relacionada con relaciones de amor y especialmente el respeto hacia la pareja. Se trata también de resistir la presión grupal.
Lamentablemente, la educación sexual escolar se imparte solo en 30 estados. De ellos, sólo nueve imparten la importancia del consentimiento en una situación sexual. Es lamentable, porque nuestro país registra más de 470.000 víctimas de violación cada año, aunque el número real es al menos cinco veces mayor ya que en la enorme mayoría de los casos este delito no se denuncia.
Eso es una violación cada 68 segundos.
La educación sexual también supone reducir los embarazos no deseados, enseñar el uso de preservativos, de la pastilla, del coito interrumpido.
Según el Instituto Nacional de Salud, cada año se producen más de tres millones de embarazos no deseados y más de 1,5 millones de abortos inducidos.
Y según el Centro Nacional de Estadísticas de Salud la tasa de natalidad entre adolescentes de 15 a 19 años es de 13,5 por cada 1.000 mujeres. En la comunidad latina no es raro ver padres que crían al hijo de sus propias hijas que todavía están en la escuela. Estos casos son frecuentes.
Afortunadamente, esos números están en la baja, gracias al aumento en el uso de métodos anticonceptivos.
Hoy, viven en el país más de un millón de personas con HIV, el virus que puede causar sida, con más de 30,000 nuevos casos diagnosticados cada año.
Los números de nuevos casos de sífilis en EE.UU. aumentan y llegan a casi 200,000 por año. El Centro para el Control de Enfermedades estima que cada año se registran más de 700,000 nuevos casos de gonorrea.
La educación sexual trata de reducir la prevalencia de estas y otras enfermedades de transmisión sexual.
Da información sobre recursos a los que pueden acudir las víctimas de abuso sexual, sea doméstico o casual. Enseña lo necesario sobre la salud y la higiene menstrual.
Y sí, la educación sexual enseña también el respeto por las preferencias sexuales del prójimo aunque sean diferentes a las propias.
Según un reciente estudio, tres de cada cuatro adolescentes del país dicen que necesitan más información sobre este tema. Y piden – imploran – que sea parte del plan de estudios básico.
Y sin embargo, según el Consejo de Educación e Información sobre Sexualidad de Estados Unidos o SIECUS, aunque el año pasado se presentaron en todo el país 40 proyectos de ley que promueven la educación sexual, uno solo fue aprobado.
En cambio, estado por estado, se presentaron en 2022 centenares de proyectos de ley que restringen la educación sexual en las escuelas.
Es una tendencia preocupante, cuyos resultados dejan a nuestra juventud vulnerable a prejuicios, a la intolerancia, a enfermedades venéreas, a violencia y abuso sexual y a excesos, todos fruto de la ignorancia.
Lee también
El sexo es como una caja de chocolate: si no se controla, puede engordar