Ha sido algo inimaginable: la potencia petrolera latinoamericana, en el país con más reservas probadas de petróleo en el mundo, llegara a esta situación. Sólo para mostrar un dato del colapso -de lo que ha sido la herencia de los gobiernos encabezados por Hugo Chávez y Nicolás Maduro- el producto interno bruto de Venezuela a junio de 2023 -según el Fondo Monetario Internacional (FMI)- es de 94,000 millones de dólares. Es menor incluso que el PIB de Guatemala, que se estima es de 102,000 mill. de US$.
Bloqueo, inoperancia y corrupción
En esto hay que tomar en cuenta que los bloqueos de Estados Unidos han afectado, pero también es cierto que el petróleo es un bien de consumo estratégico en el planeta. Si usted tiene petróleo no tiene que hacerle marketing, se lo arrebatan en los mercados internacionales. No es lo mismo que vender postres, tales como banano, café, azúcar, que son productos de exportación de esta nación centroamericana.
El total de producción anual de Venezuela llegó por un momento a ser casi el tercer lugar en la región latinoamericana, disputándose ese puesto con Argentina. Evidentemente superando a Colombia. Pero el resquebrajamiento es innegable. La patria de Bolívar cae víctima de lo que en economía se conoce como “la maldición de los recursos naturales”. Esto es, economías que viven a partir del rentismo que les da su dotación de materias primas, tienden a ser sociedades disfuncionales.
En un contexto más regional, es de tomar en consideración que uno de los rasgos más distintivos de las sociedades latinoamericanas es la disfuncionalidad institucional; la mejorable eficiencia y eficacia que las instituciones mantienen. Un atributo por demás fundamental, imprescindible para un país desarrollado, es la operatividad de sus entidades. No sólo es inoperancia sino en muchos casos la abierta corrupción, lo que beneficia también, a grandes corporaciones y empresas de diferentes tamaños.
Esa disfuncionalidad no deja de transformarse en el “caballo de Troya” que favorablemente tienen a la mano los grupos sociales hegemónicos: señalan la ineptitud y la corrupción, se benefician de ella de manera directa y con esa “base” de argumentos se resisten –este es el quid del asunto- al pago de impuestos. Un ejemplo de esto último se reporta respecto a México, para poner un caso. Se estima que, de manera anual, el gobierno dejaría de percibir unos 28,000 millones de dólares por evasión fiscal.
Las advertencias que no fueron escuchadas
Uno de los rasgos más notables en la Latinoamérica, en la segunda década del siglo XXI, es la situación psiquiátrica de Venezuela. Son condiciones que la región pensó haber superado luego de las cruentas realidades del período de 1960 a 1990.
La sustentación económica de Venezuela estuvo dada por una auténtica inundación de dólares –entre 18 y 23 millones por hora de ingreso bruto- lo que permitió que el régimen de Hugo Chávez se afianzara en el poder. Todo ello era posible porque el crudo constituye un mercado cautivo en el mundo, con pocos substitutos y con gran demanda.
La dependencia económica de las exportaciones de petróleo y sus derivados en Venezuela ha llegado a ser de 95%. En relación con esto, el artículo del escritor venezolano Arturo Uslar Pietri (1906-2001) publicado el 14 de julio de 1936 –“Sembrar el Petróleo”– insistía en la necesidad de la diversificación, en seguir una política austera por el gobierno y en generar mayores capacidades basadas en el fortalecimiento de la educación y de la preparación del recurso humano en el país.
Es evidente que todo ello fue desoído. La plataforma para sostener la política de quienes están al mando de la gestión del país fue esta fuente de energéticos contaminantes. La producción petrolera del país llegó a arañar los 4 millones de barriles diarios. Cuando Chávez llegó al poder, en Feb. de 1999, se producían cerca de 3.4 millones de barriles al día.
El reinado de la desesperanza
No obstante, a eso debe agregarse que casi un 74 por ciento del petróleo venezolano es pesado y extra-pesado, es decir distante con bastante margen, de los petróleos ligeros que se muestran en los indicadores del Brent y del West-Texas; referencias de precios desde Europa y Estados Unidos, respectivamente.
Las ineficiencias institucionales, además están asociadas a patrones sociales de acumulación de poder y de recursos, y a la generación de poblaciones excluidas. Esos son los sectores poblacionales que están en la marginalidad, que protestan, que viven el día a día en las ciudades venezolanas, tratando de subsistir a como dé lugar. Y quizá el rasgo más llamativo: la desesperanza parece haber cundido, cuando se ha intentado de todo, cuando el régimen de Maduro controla los órganos de representatividad ciudadana.
Al parecer el gobierno de Caracas, depende de los militares y de apoyo externo -Irán, Cuba, China. Hacia allí se dirigirían los pocos recursos que se generan. A partir de ello se comprende que es imprescindible controlar cualquier brote de descontento en diferentes grupos, incluyendo la oposición política -caso reciente de deslegitimar a Corina Machado.
El peligro de elegir dar un salto al vacío
En medio de todo, Maduro lo que trata de hacer es buscar algún resquicio de legitimidad, en medio del rechazo, ya bastante notable de la comunidad internacional; con eso se relaciona el casi 1.6 millones de personas que han salido del país, lo que ha cambiado condiciones demográficas en Perú, Ecuador, Brasil y muy en especialmente en Colombia.
Se estima que la industria del crudo, que constituye el alma del desenvolvimiento del país, ha retrocedido unos 50 años. Las aperturas económicas y el alto precio de materias primas, durante el período 2003-2014 hicieron pensar que la bonanza dejaba para después, el requerimiento de un futuro viable para las sociedades.
Aunque el régimen de Maduro busque cualquier asidero de legitimidad, lo imparable, lo inexorable, como todo en la vida, es la lógica de factores y procesos. La población está desesperada y esto puede hacer que grandes grupos sociales o bien importantes agentes políticos, no descarten un salto al vacío, con todo lo impredecible que esto pueda traer. Al respecto, un caso actualizado y comparable: el de Argentina, este noviembre de 2023