En la mañana de este miércoles 7 de noviembre de 2018, el presidente Donald John Trump hizo saber que el resultado de las elecciones nacionales del día anterior habían sido un «éxito rotundo» y sin precedentes. ¿Por qué? Porque no fue peor.
Quizás a Trump todavía no se le cayó el 20. Aunque es más probable que la reacción sea otra manifestación de que, junto con sus millones de fanáticos, vive en un mundo de fantasía creado por el hálito de su palabra infalible. Aunque es dudoso que él se lo crea.
Un mundo de fantasía
La realidad es que Trump perdió las elecciones y el Trumpismo encontró su primera derrota. Y la realidad es que los próximos dos años podrían ser para Trump una pesadilla de esas que él describe en sus rallies multitudinarios. Sólo que real, tangible, verdadera.
La victoria del partido Demócrata que logró la mayoría en la Cámara de Representantes del Congreso puede hacerle a Trump la vida miserable. Así como la que él ha estado haciendo en los dos últimos años a la población estadounidense por igual, con un énfasis para los latinos, los afroamericanos, las mujeres, los pobres, los residentes urbanos, los…
Una breve excursión por las reacciones y comentarios en la prensa estadounidense al día siguiente de la debacle trumpiana muestra – incluso ignorando los obvios gritos de satisfacción y los suspiros de alivio – la clase de realidad que vivirá Trump. Una realidad que es, de más está decirlo, el resultado de sus propias acciones extremistas y criminales en este larguísimo tiempo desde que ganó la presidencia y asumió el cargo.
Como un ejemplo, el sitio Huffington Post, el columnista Kurt Bardella lo dice claramente. Recuerda los ocho años de rotunda oposición del Congreso republicano a Barack Obama, el primer presidente negro, que el líder del comité de Control y Reforma del Gobierno de la Cámara Baja, Darrell Issa, dedicó a interminables investigaciones de las labores de gobierno.
De ellas conocemos quizás más la «de Benghazi», que dedicó miles de horas y muchos millones de dólares a tratar de inventar una narrativa de la tragedia en Libia que costó la vida del embajador estadounidense y cuatro agentes privados de seguridad estadounidenses. «Benghazi» fue el grito de batalla republicano por años, mientras los comités de Issa y Trey Gowdy emitían órdenes de comparecencia tras otra, coordinando la totalmente falsa investigación con la fecha de las elecciones.
Benghazi
Finalmente, el comité halló que Hillary Clinton, a la sazón canciller, tenía en su casa un servidor de internet que usaba para intercambiar información de manera ilegal. El candidato Trump se aferró del hallazgo y derrotó a Clinton, ayudado por la publicidad negativa a la ahora candidata presidencial demócrata.
Por supuesto, ni bien asumió el cargo Donald Trump, la prodigiosa insistencia investigativa de estos congresistas y otros como Jim Jordan, Mark Meadows, Steve King y Jason Chaffetz cesó. Desapareció. Se esfumó. La justificación antes era que el Congreso debía ser el cancerberro de la presidencia (de Obama). Ahora, que su función era «ayudar al presidente (Trump) a cumplir con la agenda que le prometió al pueblo estadounidense».
Pero no todo ha desaparecido. Estos frustrados detectives dejaron una resolución que amplió el poder de emitir citatorios (subpoenas) obligatorios a funcionarios de gobierno y que eran privativos del comité de Control, a todos los comités de la Cámara.
Lo cual será usado a partir de ahora por los demócratas, quienes desde enero estarán en control de todos esos comités.
¿Por dónde empezar? Si los demócratas deciden ir por esa senda, seguramente por la declaración de impuestos de Trump, quien se negó a darla a conocer hasta ahora. El comité correspondiente tiene derecho a pedirle a la Dirección Impositiva las declaraciones de impuestos de cualquiera. Y ellos la obligación de entregarla. No tiene que pasar por el OK de Trump. Allí, por ejemplo, los estadounidenses descubrirían un secreto a voces: que ningún banco estadounidense le prestaba dinero al empresario Trump, quien en cambio (además de un banco alemán) recibió préstamos de bancos rusos pertenecientes a «los oligarcas» del grupo de Putín, acusados de la «trama rusa» que ayudó a Trump a llegar a la presidencia.
Despedir a Robert Mueller
Trump, después de despedir a su secretario de Justicia Jeff Session este miércoles 7, puede hacer lo propio con el investigador especial Robert Mueller, quien ha estado desmadejando los actos criminales relacionados al imperio Trump y su pandilla política. Despedido Mueller, «razona» Trump, se acaba el peligro.
Un peligro inminente, ya que había trascendido que la próxima persona contra la cual se presentarían cargos criminales que culminarían en años de cárcel sería Donald Trump Jr. El hijo, que seguiría a la docena o más de personajes de dudoso prestigio que están ya en la cárcel o camino a la misma.
Es una carrera contra el tiempo para ver quién caerá primero. Pero Mueller ha tomado sus precauciones y traspasado gran parte de la investigación a procuradurías estatales, las que no están bajo control del presidente ni del departamento de Justicia.
Y esperando a un costado, estarían los comités de la Cámara de Representantes, en manos de demócratas, listos para iniciar una investigación frente a la cual la de Mueller sería pequeña.
Las investigaciones, a las que se puede agregar muchas más, como los negocios de Trump, darían incesante información negativa al presidente y lo tendrían ocupado constantemente, impidiendo que siga haciendo daño al país y sus habitantes.
Donald Trump podría terminar su presidencia peor de como la empezó. Un escenario quizás poco probable, pero aún, todavía posible.