El caso del chantaje al conductor de TV David Letterman tiene muchas aristas, atacadas por mis colegas y los pretendientes a colegas en la mañana siguiente (“the morning after”) y maldichas, retorcidas, santificadas o demonizadas por una turba.
Todas ellas dibujan un perfil de la sociedad y la política estadounidense en 2009.
Rebobinando: anoche, 1 de octubre, al iniciarse su programa diario en la televisión nacional, Letterman contó que alguien le había exigido el pago de dos millones de dólares a cambio su silencio respecto a relaciones sexuales que esta figura del espectáculo tuvo con varias mujeres que trabajan para él.
Letterman aclaró inmediatamente que lo de las relaciones era cierto, para luego enfrascarse largamente en el detalle de cómo denunció al fulano, ayudó en la investigación por un gran jurado y llevó al arresto del personaje.
Las reacciones
Acabo de escuchar a Roger Hedgecock, un miembro de las fuerzas de choque en los programas políticos de radio hablada, por KWFV, la nueva “News-Talk”.
En sorna, Hedgecock se maravilla de que Letterman haya acudido a las autoridades cuando como “liberal” debía haber comprendido las razones del supuesto chantajista…. tal como lo hace Obama con los enemigos del pueblo estadounidense, negociando con el enemigo en Afganistán. ¿¿Eh??
En otra estación, un “experto” en relaciones públicas (es decir, que trabaja en una empresa de relaciones públicas) dijo en cambio que Letterman hizo lo mejor que podía, bajo las circunstancias. “La mejor defensa es el ataque”, siguió, “y al revelar todo antes que lo hiciesen los medios desarmó la crítica”.
En otro programa alguien se quejó que la gente es permisiva respecto a los pecados (adulterio en este caso) de los periodistas, pero no lo es con las faltas de sacerdotes, pastores y rabinos. Etcétera, etcétera.
El abuso
De los muchos, permítaseme agregar tres puntos. Primero, el del abuso. Bajo cualquier política legal de cualquier empresa seria en Estados Unidos, Letterman debería ser despedido. Como es dueño de su empresa de producción, no puede serlo, pero la cadena CBS debería rescindir su contrato. Se trata de aprovechar su posición de mando para solicitar favores sexuales a sus subordinadas.
Alguien dijo que Letterman manifestó “valentía” al hablar frente a las cámaras. Ahora, escuchemos, a las mujeres implicadas. Escucho. ¿No hablan? Ah, entonces, ¿no son valientes?
Es que igual que cuando tuvieron sexo con el macho cabrío, temen por sus empleos, sus carreras, sus familias, la publicidad negativa, la jauría de periodistas en sus casas…
La revelación del caso y la pronta revelación de sus nombres significan que contrariamente a la carrera de Letterman, la de ellas llegó a su fin.
Bueno sería que alguna de ellas demandara a Letterman pidiendo esos dos millones de dólares por hostigamiento sexual.
Periodismo anémico
Segundo, el estado del periodismo en el país. Hasta el hecho de que yo esté escribiendo sobre esto, lo que hago porque por su fama, facilita llegar a más gente con mi mensaje.
Alguien se acostó con alguien. Un mequetrefe pensó que le podría valer la fortuna de dos millones de dólares. Porque shhh, nadie quiere que se sepa. Que se quede en el fru fru de las sábanas y el humo del cigarro del potente Letterman. Y el caso hace historia, y nos engulle, y nos reimos e intercambiamos miradas de complicidad. ¡Que divertido! ¿No les parece exagerado? ¿Eh?
Mark Sanford
Al mismo tiempo, Mark Sanford, el gobernador republicano de Carolina del Sur, defiende su pasado político – porque futuro ya no tiene – de la condena a que siendo casado tuvo relaciones con otra mujer.
Aquí está la conferencia de prensa donde Sanford relata su estremecedor y verdadero amor:
comienza a hablar del caso recién a partir del minuto 07:40.
Y encima argentina. Uh, qué terrible.
¿Verdad que es idiota? Lo importante, si algo ahí es importante, es que este político, como miles y miles que nunca serán detectados, mucho menos aprehendidos, usó dinero del fisco para sus aventuras amorosas. Y que mintió al público respecto a lo privado. Y que sus políticas financieras y sociales dejaron en la calle a miles de sus ciudadanos. Eso es lo importante.
Michael Duvall
Uno más de muchos: en California, el asambleísta Michael Duvall, un republicano de 54 años y paladín de la moral heterosexual, renunció de su puesto cuando se supo que había tenido sexo “kink” con dos mujeres casadas, ninguna de ellas con él.
Aquí está explicado el caso por quienes lo publicaron primero, el noticiero del Canal 9 de Los Angeles:
Alguien lo filmó contando sus hazañas a otro político, tan divertido como él. ¡Horror! ¡Renuncie inmediatamente! Claro que al hacerlo se libró de subsiguientes castigos y colorín colorado, el cuento se ha terminado.
Not so fast, como dicen los gringos: las chicas del cuento eran cabilderas, lobbyists. Representan, o representaban, intereses financieros determinados en la capital estatal de Sacramento y tratan de conseguir beneficios por parte de los legisladores.
Entre las empresas representadas, California Retailers Association y Sempra Energy, la mayor productora de electricidad de mi estado. Duvall era vicepresidente del Comité de Energía. Eso explica lo atractivo sexual del hombre, ¿no?
Eso es lo importante: lo corrupto del sistema político, en este caso el californiano.
El público se ríe
Pero déjenme terminar con el tercer punto. Lo que más me llamó la atención cuando escuché la grabación y por You Tube ví el momento en que Letterman cuenta lo del chantajista y confiesa que se acostó con sus secretarias. La reacción del público.
¿Quieren que les cuente un cuento?, pregunta Letterman. Y lo cuenta. Aquí está lo mejor:
El público se rió. ¡Se rió a carcajadas, batió palmas y celebró otra ocurrencia chistosa del maestrooo!
Eso, no solamente es estúpido. Es triste. En la sala de grabación del programa hay carteles utilizados para instruir al público a aplaudir. Podrían ordenarles igualmente llorar, o tirar piedras contra su objeto de admiración.
¿Por qué se rieron? Porque pensaban que era otro de los gigs de Letterman, otro de los chistes de su monólogo diario. Como los perros de Pavlov, estaban condicionados para festejar a carcajadas cualquier cosa que dijera el tipo. Podía haber dicho ¡Maté a mi mujer! ¡Son ustedes unos imbéciles! Igual se hubiesen reído. Es que los contenidos ya no importan.
A Letterman no le cayó muy bien la cosa: “What’s so funny?” Pero los aplausos siguieron.
Letterman se mostró en ese momento como el payaso triste que siempre fue. ¿Conocen la historia? Le dice el hombre al piscólogo que está deprimido. El doctor le aconseja ir al circo y ver al payaso. “Yo soy el payaso”, dice llorando.
Qué cosa.
Para terminar y como premio por llegar hasta aquí: Letterman se ríe de Sanford. Pero eso fue antes de ahora.