Mientras entramos a los últimos días de negociación en un proyecto de ley del sistema de salud, la base ya ha sido establecida para que el Congreso tome la reforma inmigratoria en seguida. Algunos progresistas aun se preguntan: ¿Por qué los reformadores de inmigración no pueden esperar? ¿No está un poco ocupado el Congreso? La respuesta es que la comunidad inmigrante latina simplemente no puede esperar, y los progresistas deberían unirse a esta lucha no sólo por que es lo correcto, sino porque está en nuestro mejor interés colectivo el reformar nuestro sistema inmigratorio disfuncional.
Respondiendo a la amplia movilización organizada para este fin de semana, el Presidente Barack Obama tuvo una reunión el jueves pasado con defensores de una reforma inmigratoria al igual que con los Senadores Chuck Schumer (D-NY) y Lindsay Graham (R-SC) quienes han publicado un esquema para la reforma y están tomando la delantera en escribir un proyecto de ley. El presidente reiteró su apoyo y se comprometió a tomar pasos concretos para sacar adelante el debate, incluso una promesa renovada de su compromiso. Ahora, las comunidades latinas e inmigrantes se están movilizando de una forma sin precedentes para dar un impulso mayor en una manifestación de su poder político ascendiente.
Líderes de sindicatos, negocios, y fe llegarán a Washington, D.C. este domingo junto con negros, blancos, latinos, asiáticos, y otros para la Marcha por America en un llamado a la reforma inmigratoria y a la justicia económica para todos. Esta movilización se justifica porque todos estamos conscientes de que si no se presenta un proyecto de ley de inmigración en las próximas semanas, la reforma inmigratoria tendrá que esperar otro año, o quizá dos, para regresar a la agenda legislativa. Y este prospecto es simplemente insostenible para nosotros que vivimos y respiramos las realidades de nuestro sistema inmigratorio resquebrajado.
La mayoría de estadounidenses quizás no estén conscientes de los efectos que nuestras políticas de inmigración anticuadas tienen en los inmigrantes y sus familias, pero nosotros que lo sabemos no lo podemos ignorar.
Las deportaciones han aumentado a casi 400,000 en 2009 bajo la administración de Obama—más del doble de lo que era bajo el Presidente Bush cuando dejó el cargo. Estas políticas, combinadas con la disfuncionalidad de nuestro sistema inmigratorio, tienen un impacto vil en la comunidad latina/inmigrante, en nuestra juventud y nuestras familias. Los hijos están siendo separados de sus padres, los trabajadores indocumentados están siendo explotados a causa de su estatus, y los trabajadores estadounidenses están siendo debilitados por empleadores sin escrúpulos. Los contrabandistas están secuestrando inmigrantes en un esfuerzo para extorsionar dinero de sus familias. Y cada año, cientos de niños terminan detenidos en la frontera mientras tratan de reunirse con sus familias en los Estados Unidos.
¿Son estas situaciones peor o más importante que el desempleo? ¿O la falta de cuidado de salud? ¿O el no tener un techo? Claro que no, pero esto no es un juego de suma cero. Podemos enfrentar más de un problema a la misma vez, y a pesar de lo que nuestros líderes en el Congreso nos hacen creer, ellos pueden hacer las dos cosas al mismo tiempo. Si no arreglamos nuestro resquebrajado sistema inmigratorio ahora, se convertirá en un asunto en cada batalla legislativa que tome el Congreso. Las implicaciones y la realidad de tener entre 10 millones a 12 millones de personas viviendo al margen de la sociedad serían simplemente inevitables. Es por eso que está en nuestro interés común resolver este asunto lo más pronto posible.
Los beneficios de la reforma inmigratoria integral están bien documentados, por lo cual esto no se trata de que si la reforma inmigratoria es algo bueno para nuestro país o no. Un reciente estudio de CAP/IPC demostró que al establecer un proceso de legalización para los trabajadores indocumentados rendiría un total de $1.5 billones en un lapso de 10 años en el producto interno bruto de EE.UU. Estos resultados son consistentes con otros estudios publicados por otras organizaciones, tales como el Instituto Cato, el cual encontró que la reforma añadiría unos $80 mil millones a la economía de EE.UU. cada año. Y un estudio divulgado en febrero por el Economic Policy Institute reveló que la inmigración aumenta los sueldos promedios de los trabajadores nacidos en EE.UU. en un 0.4 por ciento e impulsa el crecimiento de la economía de EE.UU.
La reforma inmigratoria tiene sentido en el ámbito económico, y es parte de una mayor lucha para la justicia y la equidad. Los latinos, ya sean nacidos en los EE.UU., residentes permanentes, o inmigrantes, se han movilizado activamente sobre este tema porque hemos sentido el sentimiento anti-inmigrante que ha generado el debate político. Como reporta el FBI, crímenes de odio en contra de los latinosha crecido por más de 40 por ciento del 2003 al 2007. Y lo que es más horrendo es que un reciente estudio por el Southern Poverty Law Center encontró que ha ocurrido un apogeo de grupos “patriotas” derechistas manifestándose en contra de inmigrantes no-blancos. Esta es la realidad, y está a todo nuestro alrededor.
Por ello es que los latinos y otras comunidades inmigrantes, independientemente de cuándo o de dónde vinieron, han llegado a comprender los problemas inherentes de ser “el otro” y nosotros creemos que la reforma inmigratoria es sólo una de varias luchas que debemos emprender a fin de avanzar una agenda que promueva la equidad, la justicia, y la prosperidad para todos.
Esta visión es la razón por la cual los votantes inmigrantes y latinos se movilizaron en la elección del 2008. Creíamos en la visión que el Presidente Obama expresó para nuestra nación y en su promesa que haría de la reforma inmigratoria una prioridad en su primer año de mandato. Es verdad que la participación de todos los grupos de votantes aumentó en la elección del 2008, pero el número de latinos que acudieron a las urnas incrementó a casi 25 por ciento por encima de los niveles de la elección de 2004, con el mayor aumento entre inmigrantes recién naturalizados y votantes por primera vez.
Los reformadores de inmigración tienen las soluciones legislativas necesarias para arreglar nuestro sistema de inmigración anticuado. Tenemos una idea clara de qué se necesita hacer y un plan que es tanto realista como consistente con los valores estadounidenses. Más aún, el público estadounidense lo apoya. Necesitamos asegurarnos que los indocumentados se registren, paguen sus impuestos, pasen una revisión de antecedentes, y aprendan el inglés, y que se pongan en línea para ganar la legalización.
Este es un momento importante para la comunidad latina e inmigrante y para los progresistas en general. Es tiempo de fortalecer nuestros vínculos en esta batalla, y si así lo hacemos ganaremos todos.