Los diarios chilenos andan efervescentes por el triunfo de la derecha española y han dedicado amplia cobertura al suceso.
Propiedad, en su gran mayoría, de dos grandes consorcios empresariales ligados a la ultraderecha católica, han visto con muy buenos ojos este desbande del desteñido socialismo ibérico.
Mi percepción es que este castigo electoral pudo haberle tocado a cualquiera. La economía capitalista es cíclica, y los gobiernos de derecha o izquierda no hacen más que provocar el aceleramiento de estos ciclos, con sus correspondientes simas económicas.
Retratar la derecha es relativamente fácil. No importando el ropaje con que se vistan, siempre gobiernan de la misma manera, abriéndole la puerta de los privilegios al gran empresariado y cortando beneficios sociales a la población más vulnerable. La izquierda, al menos en las últimas dos décadas, no lo ha hecho muy diferente, en su afán por congraciarse con los esquivos dueños del capital.
Le he comentado a mi amiga española, Concha Pelayo, que estas acentuadas variabilidades electorales suelen acontecer en momentos de incertidumbre y pobreza material y espiritual de la población. Las personas comunes, las más temerosas al menos, suelen comprar el vistoso pasaje que va hacia la derecha. Lo hacen, en parte, como un castigo a sus antiguos ilusionadores de izquierda, más que permitiéndose a sí mismos nuevas ilusiones.
De cualquier forma, tengo la certeza de que los millones de ciudadanos-electores españoles, chilenos, argentinos o estadounidenses, siempre andarán tropezando, de desilusión en desilusión.
El mundo actual está hecho sólo a la medida de los grandes especuladores del capital, y el resto simplemente que se joda.