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Luces y sombras sobre la misión migratoria de Kamala Harris

La vicepresidenta Kamala Harris en su visita a México y Guatemala. FOTO: NS

Si bien la visita oficial de la vicepresidenta Kamala Harris a México y Centroamérica para discutir las raíces de la migración hacia el Norte cumple una misión con metas más a largo que a corto plazo, la necesidad de legalizar a los millones de indocumentados que llevan décadas viviendo en Estados Unidos, trabajando y pagando impuestos, es inmediata.

Esa es una verdad que, por su palpable evidencia, debería ser atendida ya en todos los ámbitos, no solo para resolver de una vez por todas la situación de inestabilidad migratoria y económica de esos millones de seres humanos, sino para ver si en esta ocasión las promesas hechas en campaña sí se cumplen.  Y vaya que han sido tantas, que la cuenta ya se ha perdido de generación en generación de inmigrantes, por lo menos en los últimos 30 años.

Porque pretender que Harris mueva una varita mágica y termine con las causas que llevan y llevarán a millones a seguir mirando hacia Estados Unidos como su única salvación es únicamente seguir postergando la solución para legalizar a los que ya están aquí.

¿Con qué propósito alargar las soluciones a un tema tan analizado, manoseado, entendido y aceptado, como lo es el migratorio? ¿Por qué darle cabida y por qué hacerle caso a la parte republicana que de antemano se ha convertido en un ala antiinmigrante y xenófoba? Pero sobre todo, ¿por qué no utilizar la legitimidad política que le han conferido las urnas a este gobierno para enfocar todo su poder en regularizar a esos 11 millones de indocumentados? ¿Es mucho pedir?

Aunque sea loable tratar de destinar fondos a medidas que combatan en los países de origen el flujo de migrantes, la realidad es que de un día para el otro no se puede poner fin a décadas de corrupción, miseria, violencia de pandillas, falta de acceso a educación, desempleo e inestabilidad política. Incluso, esa especie de ayuda no es nueva, ni ha resultado en mejores condiciones para la región; en todo caso, ha servido para fomentar aún más la corrupción entre las élites que hacen de esos fondos un coto particular de poder y de enriquecimiento ilícito, sobre todo porque no ha habido fiscalización.

Por otro lado, tampoco se deshacen de un plumazo los desastres de décadas de intervencionismo de EEUU en los gobiernos y las guerras civiles de muchas de estas naciones. Primero crean el desastre, se lavan las manos y cuando los habitantes de esos países llegan a sus fronteras buscando ayuda, se lamentan de la crisis que ellos contribuyeron a crear en primer lugar.

Es, en otras palabras, el “efecto boomerang” que la historia siempre asesta a las grandes sociedades que se convierten en verdaderos cotos de poder político y económico, las cuales a la postre no saben qué hacer con lo que producen sus propias decisiones internacionales, con intervencionismo de por medio.

Entendemos que la administración Biden se haya visto obligada a colocar a Harris frente a una misión complicada, que solo aborda un aspecto del fenómeno migratorio. Porque el otro elemento, los millones de indocumentados que siguen aguardando por ser legalizados, ya están aquí entre nosotros y no van para ninguna parte. Y si dividimos a esos indocumentados por grupos, ya resulta hasta inmoral que no se les haya legalizado, como es el caso de los trabajadores agrícolas, de cuya labor diaria depende nuestra cadena alimenticia.

Si por algún grupo se debe empezar, ya va siendo hora de que se acuerden de nuestros campesinos, no solamente porque sin ellos no comemos, sino porque es un insulto a la humanidad que la nación más poderosa del planeta siga superexplotando a esas miles de familias que realizan uno de los trabajos más complicados y especializados, pero sobre todo mal pagados.

Asimismo, el arribo de miles de niños migrantes no acompañados a nuestras fronteras provocó que el gobierno de Biden anunciara la designación de Harris para abordar las raíces del fenómeno, luego de que los republicanos denunciaran una “crisis” en la frontera que en realidad ocurre cada año, con sus alzas y sus bajas, pero siempre es un fenómeno cíclico.

No se descubre “el hilo negro” tan solo porque apenas se hayan dado cuenta de ese fenómeno que lleva décadas en apogeo, ni mucho menos se debe utilizar para tapar el sol con un dedo por razones meramente ideológico-políticas que nunca llevarán a buen puerto esta discusión.

No sabemos en qué parará la lucha interna demócrata para tratar de aprobar medidas por mayoría simple en el Senado, en lugar de los 60 votos requeridos para superar un bloqueo o filibuster. En ese sentido, Biden tiene dos escollos de su propio partido —los senadores demócratas de West Virginia, Joe Manchin, y de Arizona, Kyrsten Sinema—, quienes tienen más afinidad con los republicanos y se oponen a eliminar el filibuster, aunque ello implique que no se apruebe una medida que pretende proteger el derecho al voto de los ataques de legislaturas republicanas a través del país. Con amigos así, no hacen falta enemigos.

Pero cuando tienes enemigos ya identificados entre tus filas, lo mejor es llamar a cuentas, purgar al partido y no tomar más en cuenta a quienes pretenden secuestrar las decisiones de la mayoría gremial.

El domingo, el vuelo que transportaba a Harris y su comitiva a Centroamérica y México tuvo que retornar a la Base Aérea Andrews por un problema “técnico”. Esperemos que el falso despegue no sea un mal augurio de lo que podría estar por venir en el terreno migratorio.

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