Si Felipe Calderón no es alcohólico, al menos hace todo lo posible para que así lo creamos. Este lunes 28 de febrero, Calderón una vez más cometió una pifia de las ya acostumbradas; su pretensión es invitar al turismo nacional e internacional a colocar a México dentro del “top 5” de los países más visitados en el mundo. Sin embargo, cualquier persona con el mínimo de inteligencia y sentido común, sabe que el problema no está en la falta de difusión de los sitios turísticos con los que cuenta el país, sino en el clima de violencia e inseguridad que impera en el no reconocido Estado fallido a punto de convertirse en Estado inexistente.
La idea presentada por Felipe Calderón en las inmediaciones del Palacio Nacional no es mala. Al contrario, siempre se agradecerá que exista una derrama económica a causa del turismo, que impacta positivamente en la creación de un importante número de empleos directos e indirectos. Pero insisto, el problema no es ese, sino que el país vive minuto a minuto un alto grado de violencia que el Estado y su gobierno no han podido erradicar. La regiones del norte y occidente del país están literalmente gobernadas por los principales capos del crimen organizado. Tan sólo los estados de Michoacán y Jalisco que tienen importantes centro turísticos, están sometidos a la violencia de la llamada “familia michoacana” y a los embates del cartel liderado por Joaquín Guzmán. San Luis Potosí esta sitiado por el crimen bien sea entrando por la ciudad de Querétaro o por la zona de la Sierra Gorda.
Hacia el sur, el caso del estado de Guerrero y principalmente la bahía de Acapulco, es una plaza disputada por diversas fuerzas criminales, ejemplos de las muestras de violencia hay de sobra. Más hacia el sureste, el país está sometido a las bandas de secuestradores de migrantes y ya por la península de Yucatán, en el último lustro se han dado a conocer sospechosas muertes de turistas extranjeras que a la fecha no han resuelto las causas de sus muertes y mucho menos se tiene en prisión a los asesinos.
Por ello insisto, el problema no es el desconocimiento de la gran infraestructura turística con que cuenta México, sino que se trata de no arriesgarse a ser una víctima más de la impericia y la torpeza de Calderón. De frontera a frontera, México es un país incendiado, cuyo gobierno lejos de apagar el fuego lo incrementa, manteniendo a capos de la mafia como al millonario y temerario secretario de “seguridad pública federal” Genaro García Luna quien es inamovible de su función a pesar de ser sospechoso de varios crímenes y de nexos con sus colegas mafiosos; sin contar los más de 30 mil muertos que no ha podido evitar ni darles solución.
Quizá haya que enterar a Felipe Calderón que el clima de violencia que se vive en el país, es un factor por el cual la gente no quiere hacer turismo y prefiere guardarse en sus hogares para no convertirse en un daño colateral. Actualmente, las carreteras están supuestamente “custodiadas” por retenes militares que lejos de resguardar la seguridad, se ha demostrado que por errores de “percepción” matan a gente inocente que tienen miedo de acercarse o enfrentarlos porque saben si son fuerzas del orden o trampas del crimen organizado.
Por más que Felipe Calderón quiera tapar el sol con un dedo, es evidente que nada cambiará si él mismo no cambia radicalmente la idea de su guerra absurda. Ya ni siquiera se trata de replantear la estrategia, se trata de aceptar que ha perdido su lucha, y por tanto es necesario que comience a tomar decisiones de gobierno y de Estado, principalmente en tres rubros:
Primero, en establecer límites a la desmedida intervención del gobierno de Estados Unidos, solicitando se garanticen acciones para que también aquel país tome las decisiones de gobierno adecuadas para combatir el narcotráfico de manera eficiente en su territorio.
Segundo, que combata al crimen organizado aniquilando su poder financiero,
Tercero, estableciendo políticas públicas que contemplen la seguridad educativa de calidad para todos los ciudadanos, el acceso a fuentes dignas de empleo y finalmente eficientar la administración pública haciendo transparente el ejercicio de gobierno.
De no ser así, lejos de considerar el año 2011 como el año del turismo en México, Felipe Calderón pronto pasará a la historia como el presidente corrupto y de las peores manos sucias que ha tenido este país.
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