El Presidente de México Felipe de Jesús Calderón Hinojosa consiguió (o mejor dicho asaltó) el poder literalmente por la puerta trasera. A diferencia de su antecesor “el salvaje de Guanajuato” quien en el año 2000 ganó la elección presidencial con altos índices de popularidad y aceptación, CaldeRON llegó en 2006 a la presidencia de la República absolutamente disminuido y sin ningún capital político que sustentara su mandato. Por ello pensó que una acción escandalosa podría legitimar su falso triunfo, y sólo a una mente perversa como la suya, se le pudo ocurrir una guerra (contra el crimen organizado) que a la fecha reporta la cifra de más de 30.000 muertos.
No obstante, la crisis generada por esta guerra absurda es sólo un aparte de la verdadera problemática que vive el país. Existen otros temas igual de importantes que el gobierno de Calderón ha ignorado sistemáticamente y que lo coloca como un presidente que, definitivamente, no sabe gobernar… veamos el porqué.
Guardería ABC, la indiferencia al dolor
La negligencia en todos los niveles provocó una tragedia que difícilmente los mexicanos vamos a olvidar. Si lo queremos ver en forma lineal, sucede que el 5 de junio de 2009 un incendio dentro de una guardería en el estado de Sonora tuvo como consecuencia la muerte de 49 niños inocentes e indefensos y otro tanto de pequeños lesionados. Lo que a simple vista parecía una tragedia producto de un accidente, conforme se fue investigando, salió a la luz pública como el resultado de irregularidades y corrupción en el otorgamiento de los permisos por parte del IMSS a particulares. Las condiciones de seguridad y su respectiva supervisión, estaba amparada en tratos obscuros de corrupción en todos los niveles de la institución.
Sin embargo, pese al dolor de los padres que perdieron a sus hijos en esa triste tragedia, el gobierno federal no brindó la justicia necesaria. Prohijó a quienes otorgaron los permisos de operación y a los dueños cómplices que sólo se beneficiaban de la partida gubernamental operando guarderías en funestas condiciones de seguridad. La justicia prácticamente se le imploró a Felipe Calderón, pero fue tanta su soberbia, que ni siquiera asistió al estado de Sonora a dar el pésame a los padres; mientras 49 niños inocentes murieron aquel 5 de junio, unos calcinados y otros intoxicados, el supuesto mandatario se entretenía en su guerra estúpida contra el crimen organizado.
Ante la desesperación y el hambre de justicia, los padres tuvieron que venir a la Ciudad de México a tocar puertas tanto en la residencia oficial y en las cámaras legislativas, teniendo por respuesta un azotón de las respectivas puertas en sus narices. A la fecha, ni los dueños de la guardería ABC, ni el entonces director del IMSS, ahora secretario protegido, Juan Molinar Horcasitas, han tenido un castigo ejemplar por su manejo negligente y soberbio de la muerte de 49 infantes.
El jefe Diego, solo sin su presidente
En el momento de escribir este texto, se desmentía un rumor según el cual Diego Fernández de Ceballos ha sido liberado del secuestro; lo cierto es que este rapto tuvo un enorme simbolismo político en la vida nacional. El prominente abogado panista fue secuestrado en la noche del 14 de mayo del año en curso y sucedió en los medios de masas y en el poder judicial no que nunca se esperó, la paralización total.
A petición de la familia, la empresa Televisa, la más importante (en cuanto a poder de penetración que tienen en los hogares mexicanos y allende las fronteras) del conglomerado mediático, decidió con excusa editorial abandonar el tema en tanto no se tuviera información que diera cuenta de la realidad de la circunstancias. La autoridad encargada de llevar a cabo las investigaciones pertinentes, se retrajo al llamado de los secuestradores de no intervenir. Felipe Calderón fue testigo de este secuestro desde la barrera del discurso, nunca pronunciando una sola instrucción para dar con el paradero del otrora candidato presidencial y sí para pedirle a aquel «fortaleza», donde quiera que se encontrará.
Este desatino de Calderón es uno más de la larga lista de pifias. Pues la percepción (y realidad) ciudadana dejo muy claro, que si eso le podía pasar a un político de altos vuelos, en qué estado de indefensión se encontraba el ciudadano común. El panismo se cimbró desde lo más profundo, porque el máximo correligionario político no fue capaz de echar a andar el aparato de inteligencia y seguridad nacional para rescatar de las garras de la delincuencia a un panista de cepa.
El catarrito que se convirtió en pulmonía
Cuando en todo el mundo se avizoraba una catástrofe económica a nivel mundial, el flamante y obeso doctor Agustín Carstens (secretario de Hacienda de Felipe Calderón), tuvo la mala fortuna declarar que en México esa debacle económica apenas produciría un “catarrito” en nuestro sistema financiero.
Sin embargo, la falta de una dirección y política económica del actual sexenio hizo que el país no solo enfermara de una simple constipación, sino que la enfermedad prácticamente hizo añicos al sistema financiero y económico de México, dejando nuevamente a cientos de miles de personas sin empleo y una economía debilitada que a la fecha no logra la recuperación. En los años de Calderón, nuestro índice de crecimiento no reporta mejoría y el terrible clima de inseguridad cotidiano, hacen que las inversiones sean mínimas y sin capacidad de volcar la situación financiera a cifras optimistas o dignas de una economía como la nuestra.
La incapacidad de Felipe Calderón empeora por su estado permanente de soberbia e insensatez que lo ciega y enmudece para las condiciones reales del país que no ha sabido gobernar.
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En la siguiente entrega, los temas de los trabajadores de Luz y Fuerza del Centro, la política migratoria y el sistema integral educativo.
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