Vaya que Felipe Calderón es un hombre ocurrente. Luego de haber sido presa del señalamiento, escarnio y pitorreo, por haberse sacado de la manga la celebración del día del policía federal (y desplazar indirectamente la labor de militares y marinos), el jefe del ejecutivo respondió con una frase que fue el tema en cualquier diálogo político, dijo que ser policía es como un sacerdocio civil.
Construyendo su idea, quiero pensar que el jefe máximo de la iglesia policiaca es desde luego el Papa ¿o Pope? Genaro García Luna por lo cual desde ahora, propongo llamarle Su Santidad García Luna.
Resulta entonces que ante los señalamientos y críticas que la comentocracia ha hecho sobre la persona y los pésimos resultados de Su Santidad García Luna, Felipe Calderón insiste definitivamente en dar continuidad sistemática a su guerra pese a quien le pese.
Para ello, la Policía Federal mexicana buscará captar a 4.000 universitarios en dos años, lo que se traduce en la solicitud de más carne de cañón. Lo anterior es un síntoma irrevocable del pensamiento bélico que tiene Calderón y expone su terquedad de que sólo con más violencia y sangre se podrá combatir la violencia y la sangre.
El asunto de fondo es que ya nadie quiere ser policía, ni siquiera de crucero. La figura del policía se ha deteriorado a niveles máximos que aunque se produzcan series televisivas que apuntalen la imagen del elemento policíaco, no se puede dejar de pensar que las bandas de secuestradores, roba-autos, asaltantes de casas-habitación, etcétera, están integradas por algún elemento policíaco, lo cual genera un ambiente y percepción de desconfianza absoluta.
Prácticamente, ninguna familia con cierto decoro, permitiría que sus hijos se enlistaran en las filas policiacas, pero peor aún, sólo quienes no han encontrado un trabajo digno ven como último reducto convertirse en policías para llevar el sustento a la familia.
Sin embargo, el problema es que Felipe Calderón está viendo en los jóvenes, esos llamados por su sistema como “nini´s”, los candidatos idóneos para formar parte de la guerra interminable y absurda, ya que presupone que no tienen ninguna aspiración en la vida y por ende sus muertes pueden cómodamente acoplarse a la estadística de los daños colaterales.
En el camino de la construcción de mínimos quizá sea más razonable y menos violento invertir el sueldo de esos futuros 4 mil policías en mejorar la educación de este país, apoyando a los mismos 4 mil jóvenes a estudios universitarios con becas de alta calidad, en programas de estudio sustanciales para el desarrollo y crecimiento del país, evitando la fuga de cerebros y quitándoles el deseo de sumarse a las filas del crimen organizado para hacer dinero fácil y pronto.
Por otro lado, en recientes días Felipe Calderón dio a conocer vía la firma de más de un centenar de panistas a su señuelo Ernesto Cordero Arroyo. Se trata del mismo funcionario que ha dicho que una familia mexicana puede vivir satisfactoriamente con un ingreso mensual de seis mil pesos, mismo que alcanza para pagar despensa, colegios privados, renta, crédito del auto, tarjetas de crédito y hasta vacaciones.
También recientemente declaró que en México ya no hay pobreza, éste un problema que hace quinquenios ha sido erradicado. Quizá haya que subir al escenario de la opinión pública qué es más peligroso, que el señor que actualmente está al frente de la Secretaría de Hacienda, no tenga una dimensión real de la economía de México y de sus ciudadanos, o que en verdad quiera ser presidente de México para el siguiente sexenio con esa visión tan distorsionada de la realidad real.
Pese a que muchos han creído que Cordero Arroyo es el candidato de Felipe Calderón, lo cierto es que es un simple señuelo que desvía la atención para que no se mire con precisión que el verdadero candidato a sucederlo lleva los colores del PRI y se llama Enrique Peña Nieto.
Esto se explica y se entiende fácilmente al reconocer el carácter belicoso de Calderón quien tiene un alto grado de propensión a la venganza. Ya vimos en el caso de los medios y periodistas incómodos, por ejemplo fue muy claro cómo se ensañó con Gutiérrez Vivó, con Carmen Aristegui por insinuar su alcoholismo, por consecuencia con la familia Vargas de MVS y recientemente con las empresas de Carlos Slim, por el tema de las telecomunicaciones.
El regreso del PRI significa para Calderón la oportunidad de vengarse de los miles de mexicanos que en 2006 le dieron la espalda y no creyeron en él otorgando su voto a quien realmente triunfó en las urnas: Andrés Manuel López Obrador.
Felipe Calderón a pesar de ser nuestro máximo sacerdote presidencial, no conoce el perdón y no tiene contemplado bajar la guardia para hacer caso de quienes le han pedido inteligentemente que frene la violencia. Como puntualmente lo ha señalado el poeta Sicilia, ellos (Calderón y su sequito) han llegado al extremo que no pueden pensar más allá del ámbito de la violencia y la belicosidad.
Así es difícil acabar con las acciones del crimen organizado, y el país mientras tanto sufre el proceso de putrefacción social debido a la terquedad beligerante por combatir a los delincuentes a fuerza de discursos bravucones y con jóvenes universitarios al frente de la línea de batalla.
En el camino.
Jorge Hank Rhon, hijo del profesor Carlos Hank González aquel a quien se le atribuye la expresión: “un político pobre, es un pobre político”, fue aprendido en su domicilio de Tijuana Baja California, a causa de una “curiosa” y supuesta denuncia anónima.
En la mansión se encontraron armas de uso exclusivo del ejército y las fuerzas armadas, acusación que a todas luces es ridícula comparada con el curriculum delictivo del otrora presidente municipal de Tijuana.
Sin embargo, es claro observar que se trata de una jugada política con miras a desestabilizar a los distinguidos miembros del inexistente grupo Atlacomulco. Una venganza a favor del señor Felipe Calderón.