Inicialmente, esta entrega la quise titular: ¿Quién iba ganando en la guerra contra el crimen organizado en México?, pero desistí de dicho título porque prácticamente todo mundo sabe que no es el gobierno del Presidente Felipe Calderón ni sus instituciones de seguridad nacional las que tienen el marcador a su favor.
De hecho, es todo lo contrario.
Y como en una guerra siempre hay quienes ganan y quienes pierden, la de México no puede ser la excepción. Los ganadores por mucho, son los integrantes del crimen organizado que tienen en jaque al gobierno federal encabezado por Felipe Calderón quien desde hace cuatro años se ha empeñado en sostener una guerra a todas luces pérdida por falta de liderazgo, estrategia, inteligencia, habilidad, pero sobre todo, por falta de astucia y pericia política.
Cualquier ciudadano en plenitud de su sanidad mental podría preguntarse ¿a qué se debe tanto desatino en esta guerra de “supuestos” buenos y “terribles” malos?, ¿por qué no hay contundencia en este combate contra los actos fuera de la ley que día con día comete el crimen organizado?, ¿por qué las mafias siguen operando a sus anchas, a pesar de las supuestas aprehensiones de sus jefes u operadores de más alto nivel?, ¿en verdad el gobierno mexicano no tiene posibilidades de frenar al crimen organizado?
Las preguntas anteriores podrían conducirnos a un debate amplio y seguramente fructífero acerca del conocimiento profundo y preciso de la radiografía que nos explique en dónde está parado en este momento el clima de seguridad mexicano. Sin embargo, nada de lo que se podría discutir ante la respuesta a esas preguntas podría acercarnos a la realidad, si es que comenzamos por limpiar la casa desde adentro.
El problema de la crisis de seguridad de México tiene un nombre: Genaro García Luna.
Esta persona es un hombre malo, de hecho debo advertir que le temo. Pero no sólo yo pienso así. Lo piensan muchas de sus víctimas quienes por miedo no lo denuncian porque saben que es despiadado. Este funcionario público tiene un expediente de sospecha y actos delictivos (documentados en instituciones judiciales) tan grande, que en otro país, con otro tipo de impartición de justicia, ya estaría en la cárcel.
Pero en México, ni pensarlo. El ingeniero (mecánico) Genaro García Luna ha sido el promotor de esta guerra contra el crimen organizado y a pesar de los visibles fracasos, ha sido prohijado desde siempre por Felipe Calderón. Por consiguiente, uno podría preguntarse ¿por qué Calderón sostiene en su cargo a este funcionario? La respuesta es sencilla y también compleja. En términos inmediatos es porque García Luna tiene
secuestrado a Felipe Calderón.
Un secreto a voces es que desde que creó la ya extinta Agencia Federal de Investigaciones
(AFI), García Luna gozaba de un poder omnipresente en los círculos de la seguridad nacional.
Desde entonces se sospecha de sus vínculos con el cartel de “El Chapo” Guzmán. No se puede explicar la fuga de este capo, sin la complicidad de las más altas esferas de seguridad mexicana.
Es en este sexenio cuando la delincuencia ha incrementado sus actos criminales, no dando oportunidad a que el gobierno mexicano muestre eficacia. En cada desatino, Felipe Calderón o bien ha salido con discursos bravucones pero vacíos, o simplemente ha hecho el ridículo con expresiones como “vamos ganando la guerra” o “la muertes de los civiles son daños colaterales”.
Pero insisto, ¿de dónde estriba la tolerancia de Calderón en sostener un secretario de estado que no da resultados?
Leyendo el libro Por la izquierda de Silvia Cherem encuentro la referencia a otro libro, el
de Anabel Hernández Los cómplices del presidente. Ahí, la periodista mexicana descubre que García Luna se quedó en el gabinete de Calderón por la información tan delicada que resguarda y que de darse a conocer a la opinión pública podría ventilar los bajos sótanos que llevaron a Calderón a ocupar la presidencia de la República mexicana.
Al parecer, la porquería que se intenta ocultar reposa en las computadoras de García Luna, y por ello se siente inmune ante cualquier embate o crítica y con el poder suficiente para sentirse intocable.
Su poder llega a tales extremos que la fabricación de pruebas en contra de la ciudadana francesa Florence Cassez le han impedido tener un juicio justo, transparente y con pruebas contundentes que la involucren de manera fehaciente en los secuestros que se le atribuyen. O bien el asesinato del joven Guillermo Vélez Mendoza quien también acusado de ser secuestrador, fue torturado hasta la muerte para después reconocer que se habían equivocado. La lista podría continuar, hasta llegar a la irregular (y sospechosa) captura de “La Barbie” un sicario de ligas intermedias a quien se le quiso por todos los medios atribuir la imagen del peor asesino de los últimos años.
Lo cierto, es que Felipe Calderón mantiene en su cargo a García Luna porque él y sus cercanos le tienen miedo. Imaginemos, si un personaje como Diego Fernández de Cevallos puede ser secuestrado y los secuestradores pueden detener la maquinaria del sistema de seguridad para evitar cualquier tipo de investigación, es porque seguro, algo está pasando en las oficinas de la secretaria de seguridad pública federal.
Segunda parte: Garcia Luna, capo de la impunidad.
Además:
México Político: México sin dignidad
Paz en México en tiempos de AMLO
MéxicoPolítico: García Luna, capo de la impunidad