¿Qué se echa uno al corazón cuando se va? Uno empaca ligero todo, menos eso. El corazón se nos desborda, como si quisiéramos dejar que se nos cayeran las migajas del alma para saber cuál es el camino de regreso a casa. Pero ese no se olvida, aunque no volvamos la vista a atrás.
Lo que nos mueve también nos une
Migramos a la fuerza, casi siempre. Por la violencia, el hambre, la naturaleza y la pobreza, o el amor, los sueños y las ganas. Nos impulsa el vientre, el trabajo, el vacío, el hastío, el miedo y la vida. Nos mueve y se nos remueve todo: los recuerdos y los anhelos; las pesadillas y el deseo de que todo salga bien.
Nos vamos solos, aunque traigamos las manos y las maletas llenas. Cruzamos fronteras propias, geográficas y emocionales. Si tenemos suerte, nos acompañan en el camino o en las oraciones. Si no, nos entregamos a la penumbra de sabernos andar a lo incierto. Y no queremos girarnos a ver lo mucho que dejamos, porque siempre se nos queda una parte en donde el cordón umbilical tiene echadas las raíces… porque uno es, casi siempre, de donde tiene una madre.
Migrar no es delinquir ni violar, no es imponer ni asimilar. Migrar no es todo extremos ni un recorrer dos puntos en línea recta. Migrar no es muros ni alambres de púas, no es un control aduanal ni banderas que marcan territorios. Migrar no es un idioma ni una política. Migrar no es una crisis. Migrar es vivir. Migrar es un fenómeno. Migrar es un derecho. Migrar es también soledad; mucha y muy dura. Es esperar que el tiempo lo cure todo.
Conjugar el verbo de la esperanza
Yo migro, tú migras, todos migramos.
Caminamos. Nos atropellamos. Cruzamos. Nos cruzan.
Migrar es noche de llantos queditos, es buscar el ancla y la pertenencia, es extrañar, es siempre mirar dos veces, es espantar las sombras y los fantasmas, es demostrar, ceder y compartir, es exaltar y olvidar. Migrar es muy complejo. Migrar no es para todos, pero sí para los más de 281 millones que nos hemos desplazado por el mundo; representamos el 3.6%. Y nos seguiremos moviendo; por gusto, con necesidades o privilegio, a la fuerza o por la furia de los desastres.
Yo soy migrante.