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Operación Amy Coney Barrett: sin vergüenza

Barrett con Trump

Sin la menor verguenza, la mayoría republicana en el Senado arrastró de la mano corriendo a la jueza Amy Conet Barrett por el callejón de un proceso de nominación que usualmente lleva meses pero que culminó en menos de cinco semanas.

Nombramiento bala

El resultado fue celebrado con una fiesta multitudinaria ofrecida por el presidente Trump en la Casa Blanca, después de que el juez Clarence Thomas – hasta ahora el extremo derecho de la Corte hasta ahora – le tomó juramento a Barrett como nuevo miembro de la Suprema Corte de Justicia

Al día siguiente, el presidente del tribunal, John Roberts, hizo lo propio de manera oficial, ahora sí, en el recinto central en Washington. Como corresponde.

El proceso de confirmación de Barrett tuvo lugar en un abrir y cerrar de ojos. A los republicanos no les importaron las consecuencias a largo plazo. ni que el líder de la mayoría republicana en el Senado Mitch McConnell renegó de su establecida «teoría», amplificada hace cuatro años por sus colegas, de que un presidente en ejercicio no puede proponer un candidato a la Corte Suprema en el último año de su ejercicio. Así fue como frustraron al candidato centrista que había propuesto el presidente Obama. 

El paseo de Barrett por el Senado duró un par de semanitas.

En consecuencia, fue esta la primera vez en 151 años que el Senado aprueba un juez con nulo apoyo del partido de oposición. Ni un voto demócrata. Por parte de los republicanos, solo Susan Collins votó en contra, ya que trata de no perder su campaña de reelección en un estado de mayoría demócrata, Maine.

Barrett con Roberts

Barrett reemplaza a Ruth Bader Ginsburg, que había fallecido apenas una semana antes.

Pero no la reemplaza en logros como jurista. Ni como abogada o docente o activista. Barrett tiene dudosas calificaciones para el puesto. Es juez desde 2017. Pero es joven, es mujer como Ginsburg, y es extremista en sus ya conocidas opiniones. Condiciones sine qua non para ser electa. Ah, y es madre de siete niños.

Cuadro de una anomalía histórica

Los atributos de la prolifica mujer fueron entonces embellecidos y alabados por una de las instituciones más masculinas del país como si fuesen una virtud sin par. Y quien criticase a la candidata de hecho estaba criticando a una madre, advirtieron.

Pero sí. Ginsburg, ella no es. Mientras que Ginsburg fue una campeona de los derechos de las mujeres y las minorías, Barrett amenaza con convertirse en la más extremista en una Corte Suprema que de por sí ya lo es. E indudablemente Trump espera que no solamente le entregue su segundo término, sino que cumpla sus órdenes en el futuro.

Con esta nueva constitución del tribunal, ahora que bajó el polvo del debate y que Barrett está en su nuevo despacho, choca que la corte que tiene increíbles poderes concentrados en las opiniones de nueve personas, está ahora totalmente desconectada de la vivencia estadounidense.

Es difícil imaginar mayor contraste. 

La elección de Amy Conet Barrett es pues un hito histórico al tiempo que una manifestación de la principal anomalía política del país: que nos gobierna una minoría.  

Cinismo perfecto

La manera de llevar el proceso de confirmación de Coney Barret fue una demostración de cinismo que funcionó a la perfección.

Los senadores republicanos de quienes se esperaba decencia y oposición cuando más se necesitaba una voz de cordura en su partido, desaparecieron, con excepción de Collins.

Barrett insistentemente no contestó las preguntas certeras e importantes precisamente para impedir que se conocieran sus verdaderas opiniones.

El líder del Senado Mitch McConnell de Kansas acortó las sesiones e incluyó una de fin de semana. 

Epílogo: existe ahora en la Suprema Corte de Justicia una mayoría de conservadores de 6 contra 3 que a la primera oportunidad intentará echar por tierra los logros sociales de las últimas décadas.

Es una mayoría que podría perdurar por años.

Los cambios que sobrevienen

En pocos días la Corte tomará una decisión sobre la Ley de Asistencia Médica Asequible bien llamada Obamacare. Finalmente le podría dar el golpe de gracia, declarar lo que quedara de la reforma anticonstitucional y así dejar sin seguro médico al ocho millones de estadounidenses que no tienen otra opción. Barrett ha expresado opiniones nefastas contra Obamacare en el pasado.

Las opiniones de Barrett sobre el derecho de la mujer al aborto son también conocidas aunque intentó maquillarlas durante los debates, y en pocas semanas tendrá la oportunidad de declarar nulo el veredicto de Roe vs. Wade y volver a prohibir el aborto en Estados Unidos. 

Barrett no tiene problema en declarar el lugar privilegiado que ocupa la religión en su vida, más allá de las leyes terrenales. Este mismo año también tendrá la oportunidad de declarar ilegales los matrimonios entre personas del mismo sexo.

Poder judicial sin independencia

El proceso de aprobación y la juramentación de Barrett fueron otras tantas dagas contra la independencia del Poder Judicial en Estados Unidos, que según la Constitución es igual que el Ejecutivo y el Legislativo.

Como muestra: bajo Donald Trump las ceremonias de juramentación inicial de los nuevos jueces de la Suprema Corte, en vez de hacerse en la sede del poder Judicial, tienen lugar en la casa Blanca. Y en la consabida foto donde se le toma juramento, esta vez a Barrett, estaban presentes Clarence Thomas, el juez que administra el evento, Barrett con su esposo, y el presidente de Estados Unidos, el dueño de casa, que considera a todos como si fuesen sus empleados. 

Porque piensa que lo son.

Pero lo que más subleva en el exitoso gambito de la Casa Blanca y el Senado que culminó con Barrett en el tribunal es la expectativa de los republicanos de que la jueza consolidará una mayoría judicial que les otorgue la victoria en las elecciones de dentro de menos de una semana.

Esperan que, no importa lo absurdo de sus alegatos, la Corte ahora le dará un segundo término a Donald Trump en bandeja de plata. Lo cual podría suceder. A menos que Joe Biden no solamente gane, sino que lo haga de manera aplastante y en el día de las elecciones. 

Autor

  • Fundador y co-editor de HispanicLA. Editor en jefe del diario La Opinión en Los Ángeles hasta enero de 2021 y su actual Editor Emérito. Nació en Buenos Aires, Argentina, vivió en Israel y reside en Los Ángeles, California. Es periodista, bloguero, poeta, novelista y cuentista. Fue director editorial de Huffington Post Voces entre 2011 y 2014 y editor de noticias, también para La Opinión. Anteriormente, corresponsal de radio. -- Founder and co-editor of HispanicLA. Editor-in-chief of the newspaper La Opinión in Los Angeles until January 2021 and Editor Emeritus since then. Born in Buenos Aires, Argentina, lived in Israel and resides in Los Angeles, California. Journalist, blogger, poet, novelist and short story writer. He was editorial director of Huffington Post Voces between 2011 and 2014 and news editor, also for La Opinión. Previously, he was a radio correspondent.

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