El cambio de la prensa plana
y su nueva relación con la creación estética
Esta vez me quiero referir a la prensa plana y a su inestable crisis con la economía, su conflictiva defensa ante Internet y su posible resurgimiento en relación con la creación estética*.
El problema aquí planteado realmente no deja de ser complejo, ni mucho menos halagüeño, si estamos al tanto de la inusitada cantidad de rotativos que han cerrado en estos tiempos, incluso de reconocido prestigio, trayectoria y duración; así como de la enorme cantidad de periodistas despedidos que parecen pronosticar la pérdida de esta extraordinaria profesión.
Sucede que ya algunos expertos se han dado cuenta —aun cuando otros continúan incrédulos— de que el periodismo en papel seguirá siendo por un tiempo más una necesidad, por su condición social y cultural, pero aún falta que esta idea tome fuerza en el contexto de habla hispana, fundamentalmente entre sus empresarios, y no tener que esperar que sea el periodismo estadounidense o europeo el que nos lo diga.
No obstante, antes de entrar en lo que sería ese cambio, hay que añadir que muchos lectores de periódicos no impresos (lectores de la web, Twitter, Facebook y la Internet en general), y también profesionales, de seguro han pensado que por la crisis económica ya presenciamos los estertores de la modalidad periodística más importante que ha existido. Y lo digo porque algunos de mis colegas, de larga experiencia y prestigio en la profesión, hemos intercambiado criterios al respecto (que a mí, en lo personal, me han enriquecido).
Ellos son mis amigos escritores Roberto Álvarez Quiñones y Jesús Hernández Cuéllar.
Así las cosas, a pesar de este escenario tan sombrío, me aventuro a decir —como ya han dicho otros— que el periódico impreso todavía no va a desaparecer, al menos por un buen tiempo; e incluso pienso que la prensa plana está llamada a ser en un futuro próximo una etapa superior del periodismo por su relación con lo literario y el diseño gráfico. Y aun cuando, en realidad, reconozco que mis afirmaciones constituyen un riesgo, asimismo confieso que estas aseveraciones pueden entrar en un juego de ideas fascinante.
Así, intentamos abrir una puerta que llame la atención de los especialistas, para explorar con más ahínco y profundidad las nuevas potencialidades con que pueda contar todavía este tipo de periodismo; en otras palabras, me atrevo a creer que se dé un cambio cualitativo en él, mientras se vaya efectuando un proceso gradual hacia una mayor envergadura en el estilo de vida, más lejano en el tiempo, que conlleve una transformación inevitable que sí sustituya el recurso del papel impreso. Pero eso sería otra historia que contar.
Las crisis y una alerta
En lo que atañe a esta problemática, el mismo Álvarez Quiñones (quien también está de acuerdo en que el periódico impreso aún permanecería un buen tiempo siempre que cambiara) me ha corroborado que “la prensa plana está atenazada hoy por dos crisis simultáneas, una coyuntural y pasajera (la recesión económica) y otra de carácter permanente (la competencia de la Internet)”. Y más adelante me ha ampliado: “Cuando cese la crisis coyuntural y se recupere la economía del país, la segunda no sólo va a continuar, sino que empeorará en la medida en que la Internet vaya siendo cada vez más la fuente básica de información de todo tipo, especialmente la noticiosa”.
Dentro del cambio —en el que tendrá mucho que ver lo literario y lo gráfico del diseño— encontramos el efecto de reducción que sufrirían estos periódicos afectados por las nuevas formas de aparatos digitales para leer textos, por la carencia del papel y de la publicidad, etc., causas obviamente económicas y de competencia tecnológica. Y sobre estos tres aspectos (lo literario, lo gráfico y la reducción), cito a Hernández Cuéllar, quien ha sido preciso:
Ese oficio de “contar”, de “narrar”, podría ser decisivo para la supervivencia del periodismo, tanto del que se continuará haciendo en los medios impresos como en el mundo digital. Al igual que tú, creo que la prensa (lo impreso) no morirá, pero se convertirá con el tiempo en un placer de minorías, como ocurrió con la poesía. Me atrevo a decir que ese fenómeno quedará totalmente definido dentro de unas tres o cuatro décadas, cuando las generaciones que leen lo cotidiano en papel hayan desaparecido.
No hay que olvidar que ha comenzado el debate sobre un nuevo ángulo de este tema: el desarrollo del Kindle y del iPad, concebidos para leer libros, revistas y periódicos. Estos nuevos aparatos hoy son caros y están en la prehistoria, pero tú y yo hemos tenido el privilegio de ver la prehistoria y la consolidación, por ejemplo, del teléfono móvil, en el que también se puede leer. (…). En fin, es un tema apasionante.
La crisis económica —a mi modo de ver— es más bien una alerta de que hace falta un cambio rotundo en los diarios de papel, hasta que el proceso progresivo, también tecnológico y económico, vaya indicando la sustitución total. De modo que se puede llegar a cierto criterio de que el periodismo impreso no vaya a cerrar por el momento, aun cuando este tema de la crisis económica pueda ser considerada por otros colegas y amigos como más definitoria no sólo para el periodismo, sino para toda índole de agravantes humanos, por su premonición catastrófica.
La re-creación estética detrás de la noticia
Pues bien, repito, tengo la esperanza de que la prensa plana no va a dejar de existir por un buen tiempo… claro, siempre que cambie su forma tradicional de estar condicionada únicamente al sentido noticioso. Y es aquí donde se halla la clave: la prensa plana —si cambia— será una fuente de ideas, opiniones, criterios, comentarios y crónicas, bien re-creadas, que se encuentran detrás de la noticia. Me explico:
Es simple, cualquier noticia puede ampliarse mediante la investigación, el análisis, comentarios, crónicas; en fin, por toda una gama de viejos géneros que, ahora, en la prensa impresa se renovarían. Y aquí lo literario y lo gráfico son de suma importancia, puesto que se trata de atraer al lector no sólo por la profundización que se haga de la noticia en cuestión, sino además por el hecho de revestir el escrito con un estilo y una connotación estética mayor que la que se le da aún a un artículo actual debido a la premura con que se escribe diariamente.
La noticia entonces tendría unos días para su desarrollo, y el periodista debería emplear los días suficientes para su indagación y recopilación de datos (incluimos cualquier investigación a fondo, que por su importancia crucial necesitara mucho más tiempo), y un día más para organizarlos y escribir el análisis, el comentario o la crónica, etc.
Lo que no significaría que la publicación dejara de salir diariamente, puesto que ésta se conformaría gracias a una alternancia de periodistas, en cantidad suficiente, que le permitan al diario seguir siendo tal… aunque lo mejor, quizás, fuera pasar a semanario.
De hecho, a este profesional de la noticia se le exigiría un mayor rigor de calidad: investigación profunda, descubrimiento de aspectos diferentes que estén detrás de lo ocurrido, intención novedosa del tema y un discurso que, aun cuando tenga que ser claro, inteligible, deberá ser connotativo, un lenguaje rico en recursos literarios, siempre en busca de persuadir, teniendo presente que ese lector debe ser convencido de que en ese periódico impreso va a encontrar el “cómo” que no le dice la prensa en Internet y el “cómo” que no le dan los análisis y comentarios de la televisión o la radio.
Pero este “cómo” no es sólo literario, sino también estético, plástico. En efecto, en el trabajo tomaría cuerpo atractivo su formato, a través de fotos, ilustraciones, gráficos, caricaturas, dibujos y diseños con requerimientos artísticos; de formulaciones novedosas, con la intención de que cada página en la que se encuentre un reportaje, una crónica, etc., impacte como si hubiese sido hecha para una muestra de arte.
Sólo así, el texto y el periódico mismo ganarían un nivel digno de ser comprado en este nuevo contexto de competencia.
Estoy seguro de que el salto será cualitativo, aunque no niego que los medios de la prensa plana reducirían mucho su tiraje, y que este tipo de periodismo podría, por su especialización creativa, pasar a ser de élite, como dice Hernández Cuéllar.
En resumen, la opinión diferente de un periodista y su manera re-creada de decir los distintos aspectos que se encuentran detrás de un hecho es lo que va a hacer que el lector sea capaz de ir a un estanquillo a comprar el periódico, o a recogerlo a las puertas de su casa, sentarse en la cocina con ese formato de papel entre las manos, digamos, en la mañana temprano y degustar su desayuno o su buena taza de café, mientras se regodea con inteligencia ante el trasfondo de una noticia que ahora ese escritor determinado de ese diario específico le está revelando con inusitada novedad… bueno… hasta que en un futuro de unos cuantos años el iPod, el Kindle, o algún aparato de otra marca le recuerde que ya el papel forma parte de la historia.
*Por “creación estética” me refiero a lo literario y al diseño gráfico o artístico en el periódico.
Manuel Gayol Mecías es el editor de Palabra Abierta.