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Relaciones China-Estados Unidos: Hostilidades estratégicas

China-Estados Unidos / Vecteezy.com

Banderas de China y de Estados Unidos / Vecteezy.com

En varios centros de pensamiento estadounidenses que abordan el tema de las relaciones internacionales, prevalece el enfoque del denominado neorealismo.

Un nuevo enemigo

Según esta perspectiva, lo que se requiere a fin de evitar el percibido caos actual en las relaciones mundiales -luego de que en 1991 colapsara la Unión Soviética- es conformar un nuevo enemigo. De esa manera las cosas volverían al orden “tal y como lo conocíamos”. Se piensa que así, se evitaría todo este entresijo de poderes multipolares.

Se añora el ordenamiento como el que se tenía desde finales de la II Guerra Mundial. En especial los fundamentos de la Guerra Fría, que tienen un importante punto de inflexión en el reparto territorial que tuvo lugar en la Conferencia de Yalta (del 4 al 11 de febrero de 1945) con la participación directa de Winston Churchill (1874-1965), Franklin D. Roosevelt (1882-1945) y José Stalin (1878-1953). Yalta, una localidad cerca de Sebastopol, en la península de Crimea, que es actualmente parte de Rusia.

Esta perspectiva neorrealista contrasta con la posición de otros centros de pensamiento que se inclinan más por el liberalismo y el institucionalismo en los países. Se aboga igualmente por la democracia y los sistemas de mercado, pero con regulaciones. Incluyendo las organizaciones y funciones de la Economía Social de Mercado, la conformación de sociedades equitativas e incluyentes.

El liberalismo e institucionalismo buscan desarrollar condicionantes más propias de Estados Modernos. Los que superarían a los Estados Premodernos más propios de países que padecen condiciones dictatoriales, donde las sociedades, más que leyes e instituciones, buscan al salvador, al caudillo, al líder carismático que resolverá todos los problemas tanto los más urgentes como los más importantes.

Hostilidades estratégicas

El neorealismo tiende a buscar y mantener hostilidades estratégicas. De ello también se beneficia, como es fácil suponer, la industria bélica de los grandes países desarrollados que coinciden – muchos de ellos – con ser también las grandes potencias de exportación armamentista. Después de todo, el mercado de armas y municiones, la trata de personas y los vericuetos sangrientos del comercio de drogas ilegales se ubican entre las actividades mercantiles más lucrativas.

Es decir, armar a China, propiciar ciertos “conflictos controlados” con el gigante asiático, generar una dinámica bélica en donde los gastos militares se incrementen, parece ser parte de una estrategia deliberada.

China da muestras también de embarcarse en procesos de modernización en sus ejércitos. Esta estrategia incluiría el fortalecimiento de las fuerzas terrestres, pero también los despliegues navales. Según informaciones derivadas del Centro de Estudios Estratégicos e Internacionales (CEEI), las innovaciones chinas de las fuerzas de mar incluirían la conformación de siete islas artificiales en el Mar Meridional de China.

Es de tener en cuenta que un 80% de las mercaderías del comercio internacional se transportan por mar y que, por otra parte, China es la mayor potencia exportadora del planeta. Hace ya más de 10 años que en este indicador, Pekín ha superado a Alemania y, de lejos, a Estados Unidos. Esto se hace especialmente evidente, luego de los cuatro años de retraso que implicó el mandato de Trump, quien con su política de “America First” ubicó al país en condición de autismo retardatario.

Juegos de disuasión

Con esas perspectivas de hostilidad y de juegos de disuasión –“nos armamos más para hacer que los enemigos no ataquen, para preservar la paz”- las industrias armamentistas constituyen negocios promisorios. Unos datos ilustrativos. Se estima que, en 2020, según cifras preliminares, el presupuesto militar chino habría ascendido a 261,000 millones de dólares.

Se trata de una cifra considerable, pero sólo el 35% del total de 732,000 millones de dólares anuales que tienen los gastos militares de Estados Unidos.

Con estos datos, el presupuesto militar que maneja Washington supera en su conjunto a los 10 países siguientes en el escalafón de mayor gasto armamentista. Además, China sabe que su poder en cuanto a cabezas nucleares es limitado. Pekín cuenta con 260 armas de este tipo, mientras Estados Unidos posee 4,500. La asimetría es pues, considerable.

Con base en estos datos y otras consideraciones, se puede inferir que la estrategia de China, más que de abierta competencia en lo militar, es agotar a Estados Unidos en el plano económico.

Trump, tiempo perdido

De allí el posicionamiento que ha tenido en varios frentes: (i) inversiones en otros continentes, ejemplos en África, Asia y América Latina; (ii) reforzamiento de vínculos comerciales con Europa -la Nueva Ruta de la Seda-; (iii) unificación de criterios con otras potencias emergentes, caso de India, Brasil, Rusia y Sudáfrica – BRICS-; (iv) fortalecimiento de nexos comerciales con importantes países de Latinoamérica además de posicionamiento en las asociaciones de la Cuenca del Pacífico.

En medio de estas dinámicas, de nuevo China ha ganado tiempo valioso mientras Trump se enzarzaba en inútiles y esperpénticos manoteos desde Washington. Biden, que posee una base conceptual más desarrollada y evidentemente mejores equipos de asesores, lo sabe. Trata de compensar el liderazgo reticente de 2017 a 2021 e intenta recuperar la confianza de las potencias tradicionales que han acompañado a Estados Unidos. Una prueba de ello es el entusiasmo en la conformación y participación, ahora en junio de 2021, de la Reunión del G-7 en el Reino Unido.

Entre tanto, las hostilidades bélicas entre Estados Unidos y China se nutren de perspectivas estratégicas. Allí, se juega el dominio internacional al que aspiran las dos potencias.

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Autor

  • Giovanni E. Reyes

    Giovanni Efrain Reyes Ortiz, Ph.D. en Economía para el Desarrollo y Relaciones Internacionales, de la Universidad de Pittsburgh, con post-grados de la Escuela de Altos Estudios Comerciales -HEC- en París, Francia, y de la Universidad de Harvard. Ha sido Director de Integración Latinoamericana y del Caribe en el Sistema Económico Latinoamericano y Director de Informe en Naciones Unidas.

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