Me entero que alguien encontró un perfil de Obama en una tostada. Otro, en la corteza de un árbol o en una servilleta.
Me dice mi hijo menor Jeremy que Peter Parker se encontró con él y que así se publicó en el nuevo Comic Book de Spiderman, que aparece todos los miércoles.
Es que se vino San Obama, o el Rey Obama I, el salvador, el San Perón de los gringos, el Magic Negro para racistas y chistosos, aquel que va a redimir a Estados Unidos de ocho años de ignominiosa rapiña, del gobierno más inepto en su historia, de quien representó unicamente a un grupo reducido de extremistas, fanáticos y banqueros. El y sólo él salvará las finanzas del país, la industria del automóvil, los empleos burocráticos, un ejército que agoniza en la sangre de su propio estiércol, un imperio cegado por su propia avaricia y la renuncia a todo resquicio de humanidad y respeto por la vida humana.
Y en Los Angeles y con los latinos, el santo Obama legalizará a todos los inmigrantes ilegales, repartirá empleos y prebendas, anulará de un solo manotazo años de homicidios, drogas y desesperación en el barrio.
O al menos así lo creen.
¿Quienes?
En las laderas montañosas de San Bernardino y las calles y casas todas iguales del Este de Los Angeles, o de South Gate, Bell Gardens y Lynwood, sobre las antiguas mansiones hoy decrépitas de Mid Wilshire y pasando los muros cubiertos de grafitos en South Central. Hasta en Brentwood y San Marino. Es decir: los que viven en los suburbios, los latinos de primera y segunda generación, los negros, los blancos…
Nos dicen que la gente que no pudo pagar las hipotecas de sus casas porque los pagos saltaron al doble o se quedaron sin trabajo o las dos cosas juntas se aferran a las paredes negándose al foreclosure, a que se las embargue el banco, porque esperan que al día siguiente de la investidura de Barack Obama como nuevo presidente de Estados Unidos un decreto imperial llegue de Washington y les devuelva las casas inpagas y los trabajos perdidos y la tranquilidad de antes. Que California verá su déficit de 42,000,000,000 dólares esfumado.
Y también dicen que él hará que los préstamos de los automóviles florezcan nuevamente para que los del pueblo los compren a sesenta meses, y que fluya nuevamente la sangre por el cuerpo del Sueño Americano.
Y que, nos dicen desaparecerán de la noche a la mañana las redadas migratorias y ya no vendrán uniformados en el amparo de la oscuridad a despertarlos con sus hijos para encerrarlos camino a la deportación hacia de donde vinieron. Que liberará a los cautivos y curará a los enfermos y hará que las bestias del campo hablen y los enemigos se reconcilien…
Despierta
Despierta, mi bien, despierta. San Obama no existe, y el Sueño Americano murió hace muchos años. El presidente Obama no legalizará a los indocumentados, ni premiará a quienes posibilitaron su surgimiento. No puede aunque quisiese, porque lo que ahora pasa en Estados Unidos y California y Los Angeles viene de hace mucho y es mundial e imparable y de cualquier manera él es parte de lo mismo, por progresista que sea y por entusiastas que estemos (y lo estamos) por la elección de un presidente negro cuya esposa es ni más ni menos que la tataranieta de James Robinson: un esclavo.
Esto es cierto: una encuesta del centro Pew Hispanic confirma lo ya sentido, que el interés por una reforma migratoria en la población hispana cayó a un tercio de lo que era.
La crisis de Wall Street es tal, las bancarrotas y cierres de empresas financieras y fábricas es tan rápida, que el tema migratorio no será considerado en los primeros días de la nueva administración: los primeros mil días, quizás.
Y es tal, que los estados de la “Unión Americana” padecerán de una catatonia similar a la bancarrota, y el sistema educativo vomitará a profesores y alumnos a la calle, y el sistema de atención médica protegerá menos a menos trabajadores. Y tal, que seremos afortunados si la historia no se repite y no estalla un conflicto armado general.
Este es el verdadero fantasma que recorre ahora América, el mundo. Es el Viejo del Costal -u Hombre de la Bolsa- que nos asusta a nosotros y hasta a Obama. Juntémonos para verlo.