Un viejo y manoseado chiste mexicano hace alusión al gusto de quienes viven en ese país por el Maratón Guadalupe–Reyes. El nombre de dicho «maratón» se obtiene de la fecha en que inicia y de la que termina: empieza el 12 de diciembre con la celebración de la Virgen de Guadalupe y finaliza el 6 de enero con los festejos por el día de los Reyes Magos.
Maratón sin remordimiento
El maratón consiste, desde luego, en comer y beber ininterrumpidamente y sin remordimiento durante los 26 días que éste dura, gran parte de los cuales son de asueto; esto ayuda a mantener un paso constante en tan severa tarea.
Durante el Guadalupe-Reyes uno puede relajarse de cuerpo y espíritu. Los pantalones flojos ayudan, porque uno sabe que en fechas de guardar la comida no se desperdicia: “De que la tiren a que me haga daño, pues mejor que me haga daño”, y va para adentro. Además es época de frío, así que el ponche de frutas “con piquete” (léase un chorrito de alcohol que, a menor calidad, mayor efecto) se bebe no por vicio, sino para conservar el calor.
Aparte de la comida y la bebida, la reunión con familiares y amigos, las fiestas con motivo de las posadas, etcétera, está el aguinaldo: la buena costumbre mexicana que hace que los empleadores decentes proporcionen a sus empleados una cantidad de dinero como retribución por su trabajo durante un año.
Así que con dinero en la bolsa, usualmente a las bondades se suman un montón de regalos que hace que por unos días dejemos atrás la miseria cotidiana.
Dura once meses
¡Ah, pero qué desgracia cuando llega el 7 de enero! Parafraseando al supuesto maratón, yo he bautizado al periodo posterior como la Cuesta Reyes-Guadalupe, que daría inicio justamente cuando ha terminado el día de Reyes y se extiende por once meses hasta el siguiente 12 de diciembre.
Llegando el 7 de enero, de entrada, la cruda o resaca física hace que muchos se sientan miserables: piel deshidratada, mejillitas redonditas y pantalones que ya no dan de sí. La cruda moral es peor aún, porque empezar el año con kilos de más vaya y pase, pero empezarlo con dinero de menos es todo un reto.
Por delante, los propósitos de hacer dieta, desempolvar la bicicleta fija que ha servido de perchero durante los últimos años, ahorrar dinero y dormirse temprano. Los primeros quince días algunas de estas cosas funcionan; el resto del año, sólo dan culpa y remordimiento.
País dolido, vapuleado
Pero este año para los mexicanos, lamentablemente, no es sólo eso lo que espera en la Cuesta Reyes Guadalupe. Un país vapuleado, dolido hasta la médula por la impunidad, se enfrenta al penúltimo año del gobierno más débil que hay existido en las últimas décadas; y en México, como en otros países, el penúltimo año es realmente el último, porque el año próximo los ojos estarán puestos en la sucesión presidencial.
Durante este penúltimo año, el gobierno mexicano hará hasta lo imposible por demostrar que aún conserva fuerza y que el camino que sigue, a pesar de las 30.000 muertes resultado de su “guerra” contra el crimen organizado, es el camino correcto. Un velo de silencio amenaza con ceñirse sobre algunos medios de comunicación, en ocasiones por complicidad, en otras para esquivar el riesgo de perder la vida.
De acuerdo con la revista Proceso, en estados como Coahuila las desapariciones o “levantones” colectivos de personas a manos de gente armada se han multiplicado, y de ello nada se oye o nada se deja oír o nada se quiere oír.
Cifras maquilladas
Este año promete traer consigo cifras oficiales maquilladas, declaraciones feroces de la Iglesia Católica en pro de sus intereses coyunturales; demandas de justicia en casos como el de Marisela Escobedo, acompañados por silenciamientos como el de Marisela Escobedo; mucho juego político para el PRI, mucha telenovela en el resto de la política, y una guerra mediática que pretenderá que los mexicanos vean a México a través de los ojos de Televisa guiados por la sagacidad de Felipe Calderón.
Como nunca, en mi país la Cuesta Reyes-Guadalupe se ve venir empinada y difícil. Una vez más, quienes viven en México serán puestos a prueba y tendrán que demostrar de qué están hechos, de frente a la impunidad, a la injusticia y a la sordera. La cosa es aguantar, aguantar como los machos, con la esperanza de que el próximo Guadalupe-Reyes está aquí nomás, a la vuelta de once meses.
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