Una noche mientras estaba solo en casa, intenté suicidarme. Esto fue en el 2001, ya casi 10 años atrás. No fui el primer adolescente que intentó quitarse la vida y desafortunadamente, como hemos visto en las últimas semanas, parezco no ser el último.
Yo, como muy pocos, tuve suerte. El miedo y lo que en entonces interpreté como cobardía me salvó la vida. Sin embargo, no a todos se nos da una segunda oportunidad.
En el mes de octubre se han dado a conocer por lo menos diez suicidios de jóvenes lesbianas, gay, bisexuales o transgénero (LGBT) en Estados Unidos. Y esos son sólo los casos publicados. Hay muchos casos más, como el de Amanda Joy Resendiz de San Antonio, Texas, que no han sido mencionados por los medios de comunicación.
En reacción a lo que muchos han llamado una epidemia de suicidios, se formó el proyecto «Las Cosas Se Ponen Mejor» (conocido como el «It Gets Better project» en inglés) por el autor gay estadounidense Dan Savage. El proyecto ha atraído atención en todo el país. Personas LGBT y sus aliados publicaron sus vídeos de esperanza en YouTube.
El proyecto ha sido un rotundo éxito, tanto que hasta el presidente Barack Obama ha publicado un vídeo. Sin embargo, hay un grupo en particular que permanece ostentosamente en silencio: nosotros, los latinos.
Nuestro silencio colectivo es alarmante. Especialmente cuando se toma en consideración que para 2030, se estima que uno de cada cuatro niños en Estados Unidos será de descendencia latina. Cuando se habla de suicidio juvenil, tenemos que pensar que nuestros hijos y hermanos también se incluyen. Lamentablemente, aún existe un tabú profundo en nuestra comunidad en relación a la sexualidad e identidad de género, en particular cuando se trata de los jóvenes. De hecho, durante el último mes, de nuevo hemos visto que el silencio mata.
Es verdad, las cosas se ponen mejor, pero sólo cuando juntos hablamos y lo hacemos realidad.
Ni uno más; ni una más.