Por la tarde del 24 de noviembre de 2023, la Embajada de Estados Unidos en Cuba emitió una alerta para sus ciudadanos que quisieran ingresar a la isla a causa de “potenciales actos terroristas, manifestaciones y actos de violencia en contra de Estados Unidos, sus ciudadanos y sus intereses”. Por ello, les sugirió evitar “lugares frecuentados por turistas y sitios comúnmente usados para manifestaciones”. (Sospechoso…)
Un día antes, kufiyas y banderas palestinas ondearon a lo largo del malecón habanero en una marcha convocada y encabezada por el presidente cubano, Miguel Díaz-Canel, en solidaridad con Palestina. La manifestación partió de la Avenida de los Presidentes y recorrió el cabo antillano hasta el parque conocido como La Piragua, muy, muy cerca de la sede de la Embajada de Estados Unidos. (¿Coincidencia?)
¿Esta manifestación provocó la zozobra de Washington? ¿Sus ciudadanos debían temer viajar a Cuba a causa de una marcha en solidaridad con Palestina? A fin de cuentas, el acto ya había pasado y desde las ventanas del edificio diplomático de la calle Desamparados se pudo observar todo y sus ocupantes pudieron beber sus Coca-Colas muy relajados sin temor a “actos de violencia” en su contra.
¿Quiénes son los terroristas?
Quince días después, la Gaceta Oficial de la República de Cuba sacudió las cloacas de Miami. Con fecha 7 de diciembre, en sus páginas se publicó la resolución 19/2023 aprobada por el Ministerio del Interior cubano con la Lista Nacional de personas y entidades vinculados al terrorismo contra Cuba. En suma, nombres y organizaciones terroristas que desde 1999 han planeado, ejecutado y conspirado actos de violencia extrema en territorio cubano, instalaciones gubernamentales y turísticas, sabotaje, incursiones ilegales, tráfico de personas, preparativos de guerra y, sí, planes para asesinar a los dirigentes de la Revolución.
Algunos de los terroristas citados en la publicación son Santiago Álvarez Fernández Magriñá, Ramón Saúl Sánchez Rizo, Ana Olema Hernández, William Cabrera González, Michel Naranjo Riverón y Eduardo Arias León.
También integran la lista Yamila Betancourt García, el youtuber Alexander Otaola Casal (quien no pudo disimular lo que le afectó estar en dicha lista y respondió en su canal de Youtube); el multicitado terrorista, Orlando Gutiérrez Boronat y otros como Eliecer Ávila, Liudmila Santiesteban Cruz, Manuel Milanés Pizonero, Alain Lambert Sánchez (auto-nombrado Paparazzi cubano) y Jorge Ramón Batista Calero (de apodo, Ultrack).
De acuerdo con el decreto del gobierno cubano, todas estas personas (ellas sí) han participado en mencionados actos de violencia, utilizando las redes sociales para reclutar a algunos incautos a cambio de algunos billetes para sus grotescos fines, dentro y fuera de Cuba.
Incautos y no, porque en la lista aparece el nombre de Alexander Alazo Baró, quien, de acuerdo al expediente 27/2020, está investigado por haber atacado con 32 disparos de rifle semiautomático tipo AK-47 la Embajada de Cuba en Estados Unidos por la madrugada del 30 de abril de 2020.
De acuerdo con investigaciones, Alexander Alazo está vinculado a la iglesia evangélica con sede en Florida, Doral Jesus Worship Center, a la cual asisten otros extremistas anti-cubanos como el pastor Frank López, cercano al senador Marco Rubio, una de las figuras prominentes de la política contra Cuba.
Tres años después, la historia se repitió. Dos cócteles molotov se estrellaron contra la sede diplomática cubana en Washington. “Los grupos anticubanos acuden al terrorismo al sentir impunidad, algo sobre lo que Cuba ha alertado a autoridades estadunidenses reiteradamente”, declaró al respecto el canciller de Cuba, Bruno Rodríguez Parrilla, el mismo 24 de septiembre de 2023, el día del nuevo atentado terrorista.
¿Y los culpables? Nadie sabe. Quizá las autoridades estadounidenses sí, pero, ¿quién sabe?… ¿Cierto?
Una moto acuática y un terrorista entran por Matanzas
El 9 de diciembre pasado, los medios cubanos informaron que un hombre, residente en Miami, fue detenido en la provincia de Cienfuegos. El sujeto había entrado por mar, a bordo de una moto acuática adaptada para aguantar el viaje de 145 kilómetros desde la Florida hasta Cuba. Ah, sí; un detalle: el hombre portaba un arma y varios cartuchos útiles. Pretendía reclutar gente para quemar cañaverales, hacer desmanes, hostigar centros turísticos, repartir propaganda en contra del Gobierno de la isla… en fin; cosas de terroristas. Pero por una denuncia ciudadana más la acción inmediata del Ministerio del Interior, lograron detenerlo a tiempo.
No era cualquier náufrago o turista norteado. Una vez detenido, al sujeto se le detectó integrando la Lista Nacional de terroristas que, unos días antes, el Gobierno cubano había publicado. Sus intenciones eran claras: violentar al país, tanto como pudiera, por órdenes de grupos terroristas radicados en Miami. La Miami de Marco Rubio y Orlando Boronat. De Mario Díaz-Balart y del youtuber Otaola. Los mismos que han pedido públicamente a Washington que lance bombas sobre La Habana. Han recibido entrenamiento paramilitar armado y físico, y dinero para instrucciones de ejecutar acciones violentas dentro de Cuba.
¿Se trató de otro “incapacitado mental” como los propagandistas de Miami intentan hacer pasar al terrorista que disparó contra la embajada cubana en el 2020? ¿Quizá fue la acción de un fanático con mucha iniciativa, un arma y una moto acuática? O nada de eso. De tal modo, nadie debería descartar la posibilidad de que el gobierno de Estados Unidos sabía que eso ocurriría y por tal motivo lanzó su alerta sobre posibles actos de terrorismo en Cuba, unos días antes. O sea que Washington tenía conocimiento pleno de que grupos anti-cubanos planearon infiltrar la isla para cometer actos de terrorismo.
La lista de acciones de este tipo es larga. Desde que en 1959 triunfó la Revolución de Fidel Castro en Cuba (y sí, ya han pasado 65 años y contando…), la inteligencia estadounidense ha intentado de todo para acabar con el socialismo cubano. Ya invadió militarmente en 1962; intentó asesinar a Fidel en más de seiscientas ocasiones; voló un avión de Cubana en Aviación en 1973; estalló bombas en hoteles y centros turísticos; asesinó a un diplomático en Nueva York en 1980; hasta la fecha, secuestra artistas y deportistas; financia trata de personas, sin olvidar que año con año le mete millones de dólares a campañas permanentes de asedio político, económico, mediático tratando de subvertir a la opinión pública dentro y fuera de Cuba en contra de su gobierno.
La responsabilidad del tío Sam
Los hechos indican que pretenden reabrir una nueva fase de violencia contra la isla, a través de infiltraciones armadas. A eso se le llama terrorismo, en cualquier parte del mundo. Y por menos, la Casa Blanca ha invadido países fingiendo “amenazas a su seguridad”.
Sin embargo, para Estados Unidos sólo existe terrorismo cuando afecta sus intereses económicos. Para ellos, hay de TERRORISMO a “terrorismo”. Y el que es contra Cuba (como en general, contra todos los países, pueblos y personas que odia) lo tolera y hasta lo financia.
Y si no es así, Estados Unidos tiene la responsabilidad de cumplir con las normas internacionales y deportar a Cuba a los 61 terroristas que radican en la Florida y que esperan juicio en la isla por sus actos. Sin embargo, es la hora en la que Washington se niega a colaborar, abrevando a la sospecha (que más se parece a una certeza) de que, no sólo consiente, sino que está detrás de la violencia contra La Habana por parte de estos grupos.
Lo que sí está pasando es que el mundo continúa reclamándole a Estados Unidos esta actitud. Así, el pasado 2 de noviembre de 2023, todos los países del orbe (excepto EE.UU. e Israel) le demandaron a Washington levantar el criminal bloqueo económico y comercial contra la isla, mediante una votación en la Asamblea General de la ONU. Y lo seguirán demandando junto a los pueblos del orbe hasta que la Casa Blanca cese en su obstinación de utilizar el terrorismo como política de estado.