La semana pasada, funcionarios del Departamento de Policía de Torrance (TPD) visitaron Christian Ambassador School como parte de la campaña publicitaria que busca mejorar la imagen del departamento. Una iniciativa más que necesaria considerando que algunos piensan que el TPD parece más un nido de víboras que una agencia encargada de mantener el orden en esta ciudad del sur de California.
Evidencia 1: Las acusaciones contra dos policías de Torrance por lo que se alega fue el asesinato del afroamericano Christopher DeAndre Mitchell, de 23 años.
Evidencia 2: Las acusaciones de que policías de Torrance pintaron esvásticas, el temido símbolo nazi, en la puerta del vehículo de un sospechoso.
Evidencia 3: Los textos racistas y homofóbicos que intercambiaron numerosos agentes del departamento policial de Torrance después del asesinato de Mitchell.
El caso Mitchell
El 8 de diciembre de 2018, los oficiales de policía del TPD Anthony Chavez y Matthew Concannon respondieron a una llamada en la que se reportaba un automóvil Honda Civic negro que habría sido robado.
Los policías ubicaron al vehículo en el estacionamiento de un supermercado Ralph´s y en su interior divisaron a un individuo, Christopher DeAndre Mitchell.
A partir de allí se dio un intercambio de palabras entre los policías y Mitchell que incluyeron instrucciones tales como “que no se moviera” y “que saliera del vehículo” que, de acuerdo al reporte de la entonces fiscal del condado de Los Ángeles Jackie Lacey, el sujeto no habría cumplido.
Fue en esas circunstancias que los policías alegan que vieron un arma entre sus piernas y un movimiento sospechoso.
En realidad, según reportes alternativos, las manos de Mitchell estaban en el aire y el “arma” no era más que un simple rifle de aire comprimido de juguete.
Todo ocurrió en solo 15 segundos, tras lo cual Mitchell terminaría muriendo como consecuencia de las balas policiales.
En base a la información disponible en el momento, la fiscal Lacey decidió caracterizar al hecho como un acto de legítima defensa. Pero cuando George Gascón fue electo fiscal del condado en 2021, cumplió con la promesa electoral de reabrir el caso Mitchell.
Cuatro años después de la muerte del afroamericano, un jurado analizará lo ocurrido en esa noche de diciembre de 2018, teniendo en cuenta los resultados de una investigación del fiscal especial que nombró Gascón.
Mensaje nazi
En enero de 2020, dos policías de Torrance, Christopher Tomsic y Cody Weldin, pintaron una esvástica en el auto de una persona judía que habían arrestado, Kiley Swaine, y con ese acto racista abrieron una Caja de Pandora con consecuencias que aún todavía están por dirimirse.
El fiscal del condado ha acusado a los policías, que dejaron la fuerza, de conspiración y vandalismo y la ciudad terminó pagando una indemnización de $750,000.
Pero lo interesante es lo que vino después cuando, como parte de la investigación de la esvástica, se chequearon los teléfonos de los policías. Los investigadores descubrieron textos que ejemplifican el grado de disfuncionalidad que existe en el departamento.
Textos racistas
Los textos entre 13 policías, entre ellos Concannon y Chavez, incluyen 390 comentarios que, de acuerdo a un reporte de la fiscalía del condado, son “antisemita, racista, homofóbico o transfóbico”.
En los mensajes, que se enviaron entre 2018 y 2020, los policías hacen referencias y chistes sobre palizas y linchamientos de afroamericanos, ataques a miembros de la comunidad LGBTQ, el uso de violencia contra personas detenidas y de mentir en una investigación.
Muchos de los casos en los que los policías involucrados en este escándalo habían testificado han tenido que ser anulados, varios detenidos han sido liberados y se estimaba que esta conducta policial reprochable ya le había costado a la ciudad de Torrance alrededor de $10 millones.
Pero lo incomprensible es que a pesar de todo esto, algunos de los policías que han estado involucrados en los escándalos todavía siguen empleados en el departamento.
Una fuerza profesional
La seguridad de la ciudadanía es una prioridad de toda sociedad. Por eso se cuenta con fuerzas del orden a las que se les da un arma y se confía que nos protegerán de elementos criminales. Pero se necesita funcionarios policiales con el entrenamiento apropiado y valores morales incuestionables. Se necesita, también, profesionales que entiendan la importancia de tener buenas relaciones con la comunidad para que de esa relación surja la inteligencia requerida que ayude a combatir el crimen. Lo que no se quiere es una patota militarizada que patrulle como si lo hiciera en una ciudad ocupada violando los derechos civiles de la ciudadanía, particularmente de los sectores minoritarios más desprotegidos.
“Nunca deja de sorprenderme que, muy a menudo, las mismas personas a las que nuestros ciudadanos confían para protegernos de los delincuentes peligrosos son más peligrosas que los delincuentes de los que se supone que nos protegen”, dijo en su momento Jerry Steering, el abogado de la persona a quien policías de Torrance pintaron esvásticas.
Lo que ha estado ocurriendo en Torrance es un mal ejemplo de institución policial que las autoridades estatales y el Departamento de Justicia de los Estados Unidos no pueden ignorar ni tolerar. Simples visitas a escuelas para tratar de mejorar su imagen no son suficientes. Lo que se requiere, más allá de medidas cosméticas, es un cambio de filosofía policial.
Este artículo fue apoyado en su totalidad, o en parte, por fondos proporcionados por el Estado de California y administrados por la Biblioteca del Estado de California.