Sin que nadie supiera nada dentro o fuera de la administración, quizás inventándolo en ese momento, el Presidente Trump anunció que cierra el país a la inmigración legal, a través de su cuenta de Twitter. El lunes a la noche, escribió:: “A la luz del ataque del Enemigo Invisible, así como la necesidad de proteger los trabajos de nuestros GRANDES ciudadanos estadounidenses, firmaré una orden ejecutiva para suspender temporalmente la inmigración a Estados Unidos”.
La mañana siguiente, los funcionarios de la Casa Blanca trataban frenéticamente de darle forma a la decisión. Se ponía en evidencia una administración disfuncional y totalmente dependiente de los caprichos de una sola persona.
Por lo que trascendió, se trata de suspender por 180 días la entrega de nuevas “tarjetas verdes” de residencia y los permisos de trabajo. Especificamente, negar peticiones familiares y por matrimonio. Incluso a personas cuyas visas ya fueron aprobadas no podrían viajar al país. Y en un comunicado dado a conocer en la tarde de este martes, la administración detalló que suspenderá por 60 días la producción y entrega de tarjetas de residencia permanente («green card»).
En los hechos, los trámites migratorios han estado suspendidos por un mes por las órdenes de confinamiento y medidas de precaución contra el coronavirus.
Digámoslo ya: el anuncio de Trump – que seguramente sucedió antes de la decisión – tiene un efecto propagandístico y político. Ninguna relación con evitar la propagación del coronavirus, que ya se encuentra adentro de Estados Unidos y desde aquí se ha expandido casi sin control a causa, entre otros motivos, del caos y la ineptitud de la respuesta federal.
Nadie en la Casa Blanca, por otra parte, puede responder cuál es la autoridad legal que tiene el Presidente para cerrar el país.
Porque los ignoraba, la secretaria de Prensa de la Casa Blanca Kayleigh McEnany omitió dar detalles o un cronograma, o explicar sus presuntos beneficios para la lucha contra el coronavirus.
Tampoco hubo reacción de parte del Departamento de Seguridad Interna, encargado del tema.
En pocas palabras, nadie sabe nada y dudosamente Trump haya elaborado su súbita idea. Pero a no engañarnos: los detalles no importan, porque no se trata de un plan coherente. Se trata de un mensaje de separación y odio.
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Se trata de otro intento de Trump de echarle la culpa a los otros de sus propios errores. De jugar al hombre fuerte y decidido cuando en la práctica y cuando se necesitaba decisión y acción, perdió el tiempo.
Y como siempre, los inmigrantes – legales o no – son los chivos expiatorios de sus fracasos.
Mientras, han muerto unos 45,000 estadounidenses en pocas semanas, y el Presidente parece no tener idea de qué realmente hacer.
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