¿Llamó algún gobierno en el mundo a un “diálogo constructivo” con Adolfo Hitler cuando comenzó a encarcelar y asesinar a los judíos e invadió Polonia en su estrategia de dominar Europa y el mundo?
¿Pensó alguien que la vía para poner fin al apartheid en Sudáfrica y sacar de la cárcel a Nelson Mandela no era la de presionar, denunciar y aislar a ese régimen, sino el acercamiento, el envío de artistas y delegaciones deportivas y académicas, y charlando entre copas de whisky y bromas con los gobernantes de Pretoria para que buenamente terminaran con aquella ignominia?
¿A algún presidente se le ocurrió dialogar con Stalin para que no fuera “tan malito” y dejara de matar compatriotas en Siberia, o con Mao para que detuviera la genocida “revolución cultural”, o con Pol Pot para que no exterminara a los cambodianos, o con Sadam Hussein para que no arrasara con armas químicas la población completa de aldeas kurdas?
¿Dialogó algún gobierno con Francisco Franco durante su dictadura de 39 años para que éste permitiera el restablecimiento de la democracia en España?
¿Por qué entonces el presidente español Jose Luis Rodríguez Zapatero y su canciller Miguel Moratinos insisten en dialogar con los Castro y eliminar o modificar la Posición Común (PC) de la Unión Europea (UE) respecto a Cuba para que todos dialoguen también, si saben –y si no lo saben están incapacitados para gobernar– que Raúl y Fidel nunca han aflojado –ni lo harán– un milímetro su andamiaje represivo fascista que ha convertido a Cuba en una colosal prisión de personas desnutridas, y en ruinas a un país que en 1958 duplicaba el ingreso per cápita de España?
El gobierno castrista arremetió este 3 de enero contra la “derecha recalcitrante española” y “desacreditados mercenarios al servicio de Washington” por bloquear la posible eliminación de la PC de la UE, que presiona a Cuba para que respete los derechos humanos.
Con su habitual soberbia, La Habana pasó por alto que si bien Zapatero para complacer a la oposición dijo que eliminar la PC no es una prioridad en los seis meses en que España presidirá la UE, y expresó “hay que ser exigentes con Cuba”, 48 horas después aclaró que al margen de la PC va a continuar su “acercamiento” y su coqueteo con los Castro.
De manera que continuarán los encuentros amistosos con copas de Havana Club en mano, risas, chistes y palmaditas en el hombro a Raúl Castro, Bruno Rodríguez y Ricardo Alarcón, sin contacto alguno con los disidentes, pues eso “no gusta” a la nomenklatura cubana. Eso exactamente es lo que hace Moratinos en cada viaje de placer que da a La Habana.
La explicación de esta conducta española -yo creo que bochornosa – tiene tufo ideológico y electorero. El gobierno de España y el Partido Socialista Obrero Español (PSOE) ven las cosas así: “El régimen castrista no nos gusta, no anda bien en materia de derechos humanos, pero es de izquierda y no podemos atacarlo”.
Recordemos que la socialista presidenta saliente de Chile, Michelle Bachelet, pese a la humilación que sufrió de parte de Fidel Castro ( minutos después de recibirla apoyó a Bolivia en su diferendo territorial con Chile), hasta el día de hoy no ha hecho siquiera alusión a Castro, a quien admira desde que era una adolescente. Si el desplante hubiese sido de Obama, o Bush, al día siguiente les habría reprochado su acción.
Fijémonos en otro socialista, José Miguel Insulza. En 2005, tras varios empates 17 a 17 votos para elegir entre Insulza y Luis Ernesto Derbez – el ex canciller mexicano – al secretario general de la Organización de Estados Americanos (OEA), fue elegido Insulza al ser apoyado por Washington luego de que el candidato chileno prometió que haría de la OEA un protector más fuerte de la democracia en la región, sobre todo en relación con Venezuela y Cuba.
Admiración por un tirano
¿Y qué pasó? Al año siguiente (2006) Insulza expresó públicamente su admiración por el dictador Fidel Castro y asombrando al mundo dijo que “los 50 años de Castro en el poder lo legitiman como presidente de Cuba”, un insulto al pueblo de la isla que sufre su tiranía desde 1959.
Insulza no hace nada ante los ataques a la democracia en Venezuela. Y se dejó utilizar por Chávez y Castro en la OEA para tratar de reinstalar en la presidencia de Honduras a Mel Zelaya y extender la revolución “chavista-bolivariana” por Centroamérica.
Es simple, Insulza no quiere disgustar a Chávez porque éste seguramente le dijo: “si te metes conmigo ninguno de los cinco países del ALBA apoyará tu reelección como Secretario General de la OEA y voy a pedirle a los otros seis países ‘amigos’ que no voten por ti”. Dicho en otras palabras: “si quieres seguir en el cargo tienes que hacer la vista gorda con mi gobierno”.
Un ejemplo de solidaridad antidemocrática y populista en la OEA se produjo el miércoles 27 de enero en Washington. Al analizarse en esa organización el cierre de seis emisoras de TV en Venezuela por parte del gobierno, dicha acción fue condenada por Colombia, Panamá, Perú, Canada y Estados Unidos. Ninguno de los representantes de los 11 países con gobiernos de izquierda habló siquiera.
Otro ejemplo lo dio Moratinos el pasado viernes 29, cuando acerca del cierre de RCTV y otros medios en Venezuela se limitó a decir: “Esperamos que el diálogo y lo que son todos los elementos de configuración institucional democrática y de libertad de expresión y de prensa se sigan desarrollando en todos los países latinoamericanos, incluido Venezuela». O sea, que Hugo Chavez debe perfeccionar su ya excelente conducta democrática.
Lo peor es que Zapatero, Moratinos y el PSOE utilizan ese “diálogo” con fines polítiqueros. Si se aproximan comicios de algún tipo en España le piden a los Castro que suelten a algún prisionero y lo exhiben como un “éxito” de su política, con lo cual captan votos. Y La Habana con su “gesto” garantiza la continuidad de tan conveniente diálogo.
Comparemos la conducta española con la del gobierno laborista británico, que como sabemos no es de derecha. Recientemente el Secretario de Estado para Latinoamérica y Europa, Chris Bryant, censuró al portavoz de la oposición conservadora, William Hague, porque viajó a La Habana y sólo se reunió con dirigentes del gobierno y no con los disidentes, lo cual, dijo Bryant, fue “una bofetada” a quienes se oponen al régimen castrista.
Conclusión: cuando se atropella la democracia desde la izquierda, no desde la derecha, Zapatero, Insulza y la OEA actúan como los tres monos sabios de la leyenda china: no ven, no oyen y no hablan.