Finalmente pasaron cuatro años del experimento neoliberal fascista en Argentina.
Como en todo el subcontinente la estrategia de lawfare impulsada por Estados Unidos -no solo por Trump ya que esto empezó con Hillary– puso en crisis los gobiernos nacionales y populares derrocando a Dilma Rousseff en Brasil, encarcelando al candidato más popular, Lula, por ejemplo. Hay que sumar a Ecuador y la traición de Lenín Moreno, los bombardeos mediático-judiciales a Evo Morales, el boicot a Venezuela.
En Argentina el desgaste del gobierno de Cristina Kirchner dio como resultado el triunfo –por muy pocos votos– de Mauricio Macri en 2015.
Crisis neoliberal
Hoy ese gobierno de la derecha explícita, neoliberal y fascista tiene que volver a someterse a la voluntad popular. El marco de la elección es el derrumbe de la economía, el «industricidio», la caída del PBI, la desocupación por encima del 10% y la caída del salario medio cercano al 50%, medido en dólares. Todo esto, producto de las políticas de ajuste dictadas por el FMI que, como siempre, llevan a consecuencias contrarias a lo buscado. Así el hundimiento de la economía, después del ajuste, está acompañado por una inflación cercana al 40%.
A veces algunos no entienden por qué el argentino es tan anti-estadounidense. Habría que preguntárselo a los sucesivos habitantes de la Casa Blanca. Ya en 1945 las intervenciones del embajador yanqui Spruille Braden, ante el avance del Coronel Juan Domingo Perón, hicieron que en la campaña electoral de ese entonces la consigna fuera Braden o Perón. Ya todos saben en qué lugar de la historia americana está hoy cada uno de los dos. Y así siguieron las sucesivas intervenciones; hasta con la Dictadura Militar, entrenada por el Pentágono para el genocidio, y la Guerra de Malvinas, en donde el Pentágono se alineó con sus amigos británicos.
Hoy el gobierno de Macri se sostiene por los recursos que el FMI sigue poniendo, solamente para que la ruleta financiera se los lleve del país, con la excusa de estabilizar el dólar. Ayudas de Mr. Trump para su amigo Macri, dilapidando recursos que todos saben no se pueden pagar.
Ya no se presenta Mauricio Macri como en el 2015: una derecha moderna, buena administradora, sostenedora del bienestar de los argentinos, «gente honrada porque son ricos y no necesitan robar”. Cuatro años de gestión mostró la verdadera cara de un gobierno de ricos para los ricos. Se demostró que los ricos no son tan honrados; al contrario, son ricos porque son estafadores. Y ante la miseria que reparten, su respuesta es la persecución de opositores, la estigmatización de los pobres, la habilitación para el ejercicio de la violencia policial indiscriminada.
El Partido del Odio
Algunos nos miraban raro cuando decíamos que el gobierno de Macri expresaba el neofascismo siglo 21. Es la verdadera cara del neoliberalismo. Así se expresa lo que llamamos el Partido del Odio: construir a partir del odio al otro, al opositor, al pobre, al morocho, al inmigrante. Ellos acusaban al gobierno anterior de fomentar la división entre argentinos y, con esa bandera, construyeron una grieta social de millones de argentinos odiadores de sus propios conciudadanos.
Eso se expresa muy definidamente en la formula Macri-Pichetto. La incorporación del senador Pichetto justamente refuerza ese perfil del Partido del Odio. Un hombre que se define como el mejor amigo de los Estados Unidos; el que viene impulsando medidas contra la inmigración fronteriza (Bolivia, Paraguay, Perú); la mano dura policial contra la llamada inseguridad, que es la persecución a los pobres por portación de cara, le decimos acá.
Ya no hay medias tintas ni enmascaramientos. La fórmula Macri–Pichetto apuesta a ganar las elecciones con las banderas del odio. Las encuestas le indican un piso cercano al 30% que no es poco para tanta miseria humana.
La oposición
Mientras tanto, la oposición viene llevando adelante un muy lento proceso de reagrupamiento. Con el Partido Justicialista a la cabeza, se han ido uniendo los distintos sectores del Peronismo, desde la base. Primero empezaron a reagruparse los intendentes de municipios, legisladores nacionales y provinciales. Partidos y grupos de izquierda y progresistas. También surgieron dirigentes del movimiento obrero; que en Argentina es muy importante y que al principio fueron cooptados por el gobierno de Macri. Sin embargo, las distintas medidas de lucha fueron reagrupando gremios de la CGT junto a las otras centrales de la llamada CTA. Y uno no puede olvidarse de la aparición de los movimientos sociales: cientos de miles de trabajadores de la economía popular que se han organizado, muchas veces cobijados por la Iglesia Católica y desde la lejanía por el Papa Francisco.
La realidad electoral con la que se manejaba el macrismo era un electorado agrupado en tercios. Eso le permitía gobernar con su tercio duro y algunos más, llegando al 40%, basándose en la división de la oposición, y en la cooptación de algunos de sus sectores. En esa fragmentación y polarización del tercio duro del Presidente Macri y el tercio duro de la ex Presidenta Cristina Kirchner, el manejo del Estado y la manipulación mediática de la población por parte del Partido del Odio conformaron un escenario favorable a los intereses de la derecha.
En ese contexto, el llamado a un Frente Patriótico por parte del Peronismo, y la propuesta de una amplia concertación social y económica por parte de Cristina Kirchner señalaron un rumbo hacia la fragmentación opositora. Finalmente, con el corrimiento de la ex presidenta del centro de la escena electoral, al proponer a Alberto Fernández como su candidato a presidente, siendo ella candidata a vice, cambió el escenario electoral. Hubo una sensación de oxígeno en el enrarecido aire político de la Argentina 2019.
Alberto Férnandez
Alberto Ángel Fernández fue el primer cuadro del kirchnerismo, allá por 2003, cuando Néstor asume la Presidencia de un país destruido por los mismos que gobiernan hoy. Él se define como un peronista liberal progresista y, ya siendo Cristina presidente, se distancia por diferencias acerca de la gestión de gobierno. Y fue muy crítico de esa gestión durante los años siguientes. A pesar de eso, hace poco más de un año, Cristina lo acerca nuevamente y comienzan una relación que termina en la actual fórmula del Frente de Todos: Fernández–Fernández.
El empuje de este proceso logra sumar al líder del Frente Renovador, Sergio Massa, dando más potencia electoral al Frente. En la provincia de Buenos Aires, el principal distrito electoral del país, donde Macri cuenta con la fuerza de la Gobernadora María Eugenia Vidal, el Frente de Todos designó como candidato a gobernador a Axel Kicillof, el último ministro de Economía de Cristina, un joven académico keynesiano que impactó por su sencillez y su decencia en el interior profundo de la provincia. Y en la Ciudad de Buenos Aires va de candidato Matías Lammens, el presidente de San Lorenzo, uno de los tradicionales clubes de fútbol argentino, y curiosamente, el club del que es fanático el actual Papa Francisco.
Roberto Lavagna
Por otro lado, aparece una opción tercerista – Ni Macri ni Cristina – encabezada por Roberto Lavagna, el ex ministro de Economía de Néstor Kirchner, quien es acompañado por el actual gobernador de Salta, Juan Manuel Urtubey, un peronista católico de derecha; aliados, incomprensiblemente, con el Partido Socialista. Una opción republicana y desarrollista, la de Lavagna que, de todos modos, en la Argentina de las grandes pasiones, no creo que tenga mucho futuro.
Un panorama aún indefinido
Así las cosas, el panorama no está definido. A pesar del optimismo y la buena onda que emana del Frente de Todos, la sensación de poder volver a creer, lo que está enfrente es poderoso.
Aunque algunos piensen que el mal está acorralado, los grandes medios de comunicación, Clarín y La Nación, han ido banalizando al mal y haciéndolo cotidiano. No hay manera de entender, sino, que hoy el Partido del Odio tiene millones de seguidores en Argentina. No es solo ese 5% que concentra toda la riqueza. Suma a eso, a las capas medias y medias-altas, que, a pesar de sufrir la crisis económica, la pérdida de ingresos, la caída en su nivel de vida, priorizan el odio a los que no tienen, y confrontan cualquier intento de distribución de la riqueza.
Es el hombre lobo del hombre.
Pero Argentina es un país de luces y sombras, de pasiones por el fútbol y la política, es un país que cae, pero estalla y se levanta, que respeta sus instituciones, pero también se hace respetar en la calle.
No todo está perdido.