No queda claro en la conocida historia de Caín y Abel el tipo de crimen que se cometió, pero fue el primero de la humanidad. Como cuento moral, acaba siendo, sin entrar en detalles, una vulgar historia de buenos y malos. Las acciones, eso sí que hay que aprenderlo, tienen consecuencias que nos marcan para toda la vida. Como alegoría de la política electoral, ¿quién se atreve a emparejar a los hermanos con los posibles candidatos a presidente? ¿Será Biden más como Caín o como Abel? ¿Y Trump? ¿Quién tiene celos de quién?
Una fábula
Nunca se ha tenido nunca en cuenta al hablar de Caín y Abel que tuvieron muchos años de convivencia; y es importante, porque, aparte de sus progenitores y Dios, no tenían a nadie más con quien platicar. Y la soledad debía pesar lo suyo. No hay duda de que hablar, hablaban, aunque no fuera más que para quejarse mutuamente de que si el ganado se comía lo sembrado o de que si el terreno cultivado impedía llevar a abrevar el ganado por el camino más corto.
Los hermanos no podían echar de menos el Paraíso, puesto que nunca vivieron en él. Solo lo conocían de oídas. Se puede conjeturar que habrían de tener interés por saber qué habían hecho tan mal sus padres para que se les hubiera corrido, aunque solo fuese para no repetirlo. Siempre hay lugares peores en los que caer.
Entre rutina y rutina un día surgió la pregunta: ¿y tú por quién votarías si inventáramos la democracia? Pues a papá o mamá. No te olvides, dijo el hermano, de que también quedamos nosotros, y Dios.
Deberíamos hacer un plebiscito y poner en la boleta: “volver al Paraíso”, porque si sale por mayoría, ¿qué o quién nos lo impediría? ¿Iría Dios contra la democracia?
Y en otro momento de relajado esparcimiento, Abel se fue a Caín y le preguntó: “¿Nosotros somos latinos?”. La respuesta fue inmediata: ¿Hay otros? ¿Por qué no vamos a serlo?, si somos los primeros, podemos inventarnos lo que queramos; total, ¿quién nos va a llevar la contraria?
Tengo la curiosidad por saber cuál es el idioma que hablamos, comentó Caín: pues si no existe todavía España, no puede ser español. ¿En qué idioma hablaremos entonces? Pues si la familia viene del Edén, será edenense, ¿no? Bien, pero no te olvides de que nosotros no somos estado-edenenses. Los formularios de deportación no decían nada del idioma.
Un concurso inspirado por Dios
Tras décadas de rutina y escasos pasatiempos, llegó sorpresivamente un novedoso concurso inspirado por Dios. Se llamó: “Fuera del Edén también se vive”. Y ahí empezó todo a torcerse. Los dos hermanos decidieron participar. Abel sabía que Caín tenía más posibilidades. La tierra produce gran variedad de productos. Él solo pastoreaba a los rebaños.
Caín parecía poco preocupado, Abel iría a por lana y saldría trasquilado. ¿Qué le iba a ofrecer a Dios, ¿una oveja grande?, ¿pequeña?, ¿una primogénita bien alimentada? Y, además, a fin de cuentas, ¿es que acaso Dios come? Nadie había mencionado nunca que Dios comiera. Concluyó que daría igual entregar de los primeros higos o de los últimos, del maíz tostado o del quemado.
Llegado el día del concurso, Dios tomó la decisión: “Y el ganador es…, es…: Abeeel”. Fue el primer premio de “Fuera del Edén también se vive”. Y el último. Caín no había entendido nada de nada.
Abel se había esmerado, escogido a la oveja más blanquita y lozana, y con la grasa perfecta. Y ofrendó: “No soy yo, pero es lo mejor que tengo y te lo ofrezco a Ti, Señor”. Hubo sangre derramada. Caín, por su parte, hizo su participación con semillas que no derramaban nada.
El fracaso de Caín fue el segundo peor de la historia. Recuérdese el primero, que fue el protagonizado por sus padres al comer del fruto prohibido, llamado en confianza “Pecado original”. Adán y Eva fueron puestos de patitas en la frontera, que quedó para ellos peor que hoy la de Texas. Se quedaron sin vergüenza y, más importante, sin inmortalidad.
Los diálogos entre Caín y Abel aquí terminan. La ficción dice que hubo celos y envidia. El primer asesinato estaba a punto de cometerse. Se fueron a las manos, y Caín con una quijada de burro lo masacró. Se acababa de inventar la quijada como arma. Luego en la historia venidera, Sansón mató a más de mil filisteos con una también.
Dios, que es ubicuo, le cayó a Caín haciéndose el desinformado y le preguntó por su hermano. Esperaba una confesión y arrepentimiento; sin embargo, Caín decidió echar balones fuera: “Ni idea, ¿será que soy su guardián?”. De haberle funcionado, habría sido la primera vez en la historia que ocultar la verdad hubiera sido un éxito. No pensó que con Dios era como hoy, que cuando te preguntan “¿dónde fuiste ayer por la tarde?”, si mientes van a tu celular y con el geolocalizador te sacan los colores. Caín mintió y se convirtió en el malo oficial de la película y responsable de toda la sangre humana derramada per secula seculorum. El primer malo.
Las elecciones presidenciales: en busca del Edén perdido
En las últimas elecciones presidenciales, Trump se enfadó al perder, pero no parece haberlo pasado tan mal. Está listo para presentarse otra vez. Caín nunca tuvo una segunda oportunidad. Una verdad incuestionable es que ni Caín ni Abel podían ser populistas, porque solo contando de su lado con sus padres no alcanzaba. Los detractores de Trump lo acusan a menudo de ello, y en occidente esto se alinea con derechas más que con izquierdas. No parece, sin embargo, haber unanimidad. En cualquier caso, habría que consultarlo con Bolsonaro, Milei, Meloni…, también con Maduro, Ortega…
¿Cuál de los participantes actuales en la carrera presidencial ofrecerá su más preciada posesión en las elecciones? Caín tenía la tierra, Abel el ganado. ¿Qué tienen para ofrendar?
¿Y esta vez quién hará de Dios-juez en la historia? En principio, lo único “a mano” son los votantes.
Asociar a Caín con la tierra lo convierte en ecologista embrionario. Nadie quiere producir higos de mala calidad. Otra cosa es que no le ofreciera a Dios de los primeros ni de los mejores. Como supuesto ecologista se emparejaría antes con Biden que con Trump. Este último huye del cambio climático como gato fumigado.
Cuando la vida te trata mal, en español se dice “pasar las de Caín”. En esta historia, solo lo pasaría mal Trump si ocurre que la Corte Suprema lo inhabilita para presentarse como candidato. Caso contrario, saldrá limpio de polvo y paja. Y si gana las elecciones sería intocable por muchos delitos de que se le acuse hoy.
Si tuvieran los candidatos que señalar a sus ancestros lejanos todo apunta a Caín, ya que Abel no dejó descendencia. Otros se agarrarán a algún otro retoño de menor proyección bíblica. Llamado sea Set. Sacamos a las hermanas de la ecuación para evitar pensar en una palabra que termina por “cesto”.
En caso de que Dios hubiese descalificado a Caín por conducta inapropiada, Trump sería entonces Caín. Ya se sabe que enrabietado por perder las elecciones, trató de invalidarlas. Pero considérese en su defensa que, aunque tuviera celos de Biden, la sangre no llegó al río.
Los latinos tienen que pensarse bien con quién se la juegan. A lo mejor deberían preguntarse seriamente por qué los del Edén no pueden ser latinos.
¿Será que no se ven como Adán y Eva? Para quedar bien con todos, y cada uno, concluiremos que los que cuentan la historia la escriben a su imagen y semejanza. Esto es, el que parte y reparte…
Los debates son combates, las elecciones, enfrentamientos en los que se decide finalmente quién es el bueno y quién es el malo. Se tensa la cuerda hasta que cae el Caín perdedor.
Volviendo a Caín y Abel, partimos de que lo que se le entrega a Dios en la Biblia es algo “de lo que se tiene”, y no “de lo que no se tiene”. Abel no puede entregar frijoles ya que no es agricultor, ni Caín corderos, pues no es pastor. Pastores y agricultores son in-intercambiables. Todos no podemos dar de todo: o cualquier cosa. ¿Qué les corresponde en esta elección aportar a los hispanos?
Un comentario final necesario: Esto no es un ensayo bíblico dizque juego intelectual: es el futuro del país, jugamos con fuego.
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