Hoy, según nuestras agencias de noticias, iba a ser el mejor día del año para el Correo de Estados Unidos… y el peor para los carteros. Es cuando más catálogos, avisos de ventas especiales, demandas de pago de cuentas y sí, felicitaciones por la navidad y el nuevo año que está por iniciarse, se entregan a sus destinatarios.
La cartera (¿será correcto el término?) que subió ayer al ascensor en el edificio de La Opinión donde trabajo, en la Flower y la Séptima, iba sólo al piso 26; la conversación fue truncada por su llegada a la meta. Pero como iba jadeando, y su carrito rebosaba paquetes, sobres y publicaciones periódicas, iniciamos una conversación sobre el peso literal de su trabajo.
«Esto no es todo, tengo que volver para traer más», me dice. «Tengo aquí más de 50 unidades, solamente en paquetes».
¿Y lo normal?, le digo. Y ella, corpulenta, afroamericana, sonriente, calcula.
«Unos 30».
Entonces, ¿no bajó el nivel de envíos, intercambio, estafetas y buenos deseos… de ventas este año, con crisis y todo?
Silencio y después: «Y… todavía no lo veo. Quizás en los próximos días».
Ojalá que no.
«Ojalá que no».