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El Censo 2010 se acerca

El censo 2010 se acerca

«Encima de los fusiles y en medio de las batallas», dice Miguel Hernández: más allá del ajetreo y las luchas, no todo es crisis y problemas. Hay también buenas noticias en el horizonte.

Por ejemplo, el censo 2010.

Sí, el censo de población, por el cual el gobierno federal cuenta a todos los que se encuentran viviendo en Estados Unidos.

Hombres mujeres y niños. Personas de todas las razas, todas las edades, todos los ingresos. Cuentan a las familias en sus casas y a los presos en sus celdas. A todos. Ciudadanos, residentes e indocumentados.

Es una buena noticia, porque es una manera de formar parte de esta sociedad.

Cada diez años, establece la Constitución, se lleva a cabo un cuenteo. El próximo es a inicios del año que viene, y los preparativos están a todo vapor.

Salen cifras interesantes: ¿cuántos habitantes tiene el país? (A la hora de escribir esto, se estima que 307,066,846) ¿Y California? (36,756,666) ¿Y la ciudad de Los Angeles? (3,694,820) ¿Y mi barrio? (Ah, no, eso no se sabe, porque vivo en un área no incorporada del Condado de Los Angeles, en City Terrace. Unas buenas gentes quieren convertir este lugar en la ciudad del Este de Los Angeles, pero no les ha ido muy bien en los últimos cuarenta años, en fin…).

¿Cuál es la edad promedio? ¿Hay más mujeres que hombres? (Si, gracias)

Según los resultados se decide cuántos miembros tendrá la delegación de California al Congreso (ahora 53, seguramente perderá 1). Cuántos electores presidenciales tiene.

Pero además, definen cómo se repartirán $400,000 millones en dinero federal cada año.

Es cierto que los resultados llevan tiempo en tabularse y publicarse: semanas, meses. Pero los del conteo de 1890 tardaron siete años. La noticia del año 1900 fue que llevó solamente dos años y medio. Paciencia, pues.

Claro, el censo incita a preguntas interesantes. Para empezar, reconoce la existencia de razas, un concepto que la mayoría de los expertos consideran obsoleto y el resultado de una situación social.

Pero los latinos ni están en esa categoría en el cuestionario. No son una raza. Hay latinos de todos los colores, o de ninguno, como quien firma evidencia.

Entonces, la ciudad de Los Angeles, que es mitad latina, tiene según el censo 75% de blancos. Igual que el condado. Para encontrar a los hispanos hay que buscar bien.

Otra controversia: se otorgan asientos en el Congreso según la población y no la ciudadanía; es decir que aunque no votan, los indocumentados cuentan. No está mal. Para los indocumentados, digo. Esta disposición ya fue desafiada, apelada, debatida y avalada por la Suprema Corte. Así que si alguien pensaba refutarla, no pierda su tiempo. Dijo todos, como explicaba la Madre Superiora del chiste.

¿Se le complica?

A ellos también.

Durante los 210 años de censo, las categorías cambiaron, así como las preguntas, todo de acuerdo con la cultura política del momento. Cambia, todo cambia.

En 1850 contaron a los esclavos. Pero como los estados no esclavistas no querían quedar atrás en población, protestaron, más por temor a perder representación política en el gobierno federal que por rechazo de la esclavitud. Los del Sur, para quienes el esclavo era una propiedad y nada más, tuvieron que aceptar que cada uno representaba por 3/5 de persona, de ser humano, para efectos del censo, es decir, representación electoral y congresional. ¡Ah! Y estoy hablando de los esclavos hombres, porque las mujeres: blancas, negras, indias, tenían valor nulo. Ni contaban ni votaban. Y todo esto estaba en la Constitución: Artículo 1, Sección 2, Párrafo3.

Las cosas cambian. Hasta la Constitución.

Para asegurar que todos sean contados, la Oficina Federal del Censo está empleando a 1.5 millones de personas y más vendrán. Miles de enumeradores son localizados en sus propios barrios y contratados. Son gente que habla más de 100 idiomas, para no perderse a ninguno. Organizaciones y corporaciones se ofrecen como “partners” para difundir el anuncio del censo.

A partir de febrero, miles de centros de asistencia para llenar el cuestionario se abrirán en todo el país, entre ellos centros móviles, camionetas que recorrerán poblaciones rurales como las del Valle Central de California. En las escuelas estarán dando instrucción especializada: quince minutos por maestro por clase, para explicar qué es el censo y por qué importa que le avises a tus padres.

Es que en este país, como cualquier meta de emigrantes, la integración o absorción a la sociedad por parte de los inmigrantes sucede a través de los hijos. Los hijos le muestran el país, el idioma, lo que es dable y deseable, a los padres. Eso sabe la gente de la Oficina del Censo. Así quieren enseñar a nuestras familias.

Pero esto es lo importante: por ley, los datos del censo son confidenciales. Está prohibido darlos a conocer en los próximos… 72 años, sí. La condena por hacerlo es de cinco años de cárcel y 250,000 dólares de multa, aunque no he logrado obtener de mis amigos del censo información sobre castigos en la práctica.  La privacidad está garantizada y nadie puede hacer nada para evitarlo. Esto lo demuestra: el 13 de agosto de 1980, la FBI se plantó en las oficinas del Censo en Colorado Springs, Colorado, ordenando la entrega de documentos. El censo se negó y la justicia le dio la razón. I rest my case.

En estos días comienzan a verificarse las direcciones. A comienzos del año próximo llegarán a su casa los formularios. Llénelos y devuélvalos. No hay riesgo. Le llevará diez minutos. Si lo hace, su ciudad, su estado, su distrito escolar, su barrio, recibirán más dinero, más recursos, más atención. Si no lo hace, no lo recibirán, y usted se quedará en las sombras, sin pertenecer, ni aquí ni allí y por tiempo indeterminado.

Haga del censo un acto cívico: le conviene.

Autor

  • Fundador y co-editor de HispanicLA. Editor en jefe del diario La Opinión en Los Ángeles hasta enero de 2021 y su actual Editor Emérito. Nació en Buenos Aires, Argentina, vivió en Israel y reside en Los Ángeles, California. Es periodista, bloguero, poeta, novelista y cuentista. Fue director editorial de Huffington Post Voces entre 2011 y 2014 y editor de noticias, también para La Opinión. Anteriormente, corresponsal de radio. -- Founder and co-editor of HispanicLA. Editor-in-chief of the newspaper La Opinión in Los Angeles until January 2021 and Editor Emeritus since then. Born in Buenos Aires, Argentina, lived in Israel and resides in Los Angeles, California. Journalist, blogger, poet, novelist and short story writer. He was editorial director of Huffington Post Voces between 2011 and 2014 and news editor, also for La Opinión. Previously, he was a radio correspondent.

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