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Mis dos cachorras: criar perros

Crónicas desde el hipódromo | dos cachorras

Estás crónicas iban a estar dedicadas a un tema diferente, pero no pude resistir escribir sobre lo que me sucedió este fin de semana y que parece cambiará de alguna forma el camino que está siguiendo mi vida.

Todo comenzó el miércoles, cuando mi querido esposo me envió un correo con el título de “Míralas”, pensé que se trataba de algún correo masivo o alguna cosa sin importancia, pero cuando lo abrí, vi una foto adjunta donde aparecían dos perros cachorros que irradiaban cierta tristeza y un texto que decía “Las tiene Viridiana. Deberíamos volvernos los papás de una. Son hembras. Aprovechamos las vacaciones para educarla. Qué dices?” Me tomó por sorpresa. Observé con detenimiento a ambas cachorras de color negro y miel.

En el transcurso de mi vida he criado gatos, peces, pericos y hasta conejos, pero nunca había abierto la posibilidad de un perro, sobre todo por los limitado de los espacios en los que he habitado.

De cierta forma habíamos abierto la posibilidad de criar uno a mediano plazo y más viviendo en esta zona de la ciudad donde parece que habitan más perros que seres humanos.

Pero como siempre sucede conmigo, me deje llevar por mi metódico sistema de evaluación y comencé a preguntar por la edad, el estado en que se encontraban, la raza, lo que costaría mantenerla, el espacio y un largo etcétera que demostraba ser más un pretexto que una verdadera convicción por tener un perro.

Pero cuando me enteré de que a las dos cachorras las habían dejado en un costal abandonado en el Mercado de Sonora y rescatadas por la organización de Gente por la Defensa Animal, a la cual pertenece nuestra amiga Viridiana, comencé a ceder con mis trabas mentales,

Acordamos que las llevaría el viernes a nuestro departamento para verlas y decidir si nos quedábamos con una de ellas.

Creo que en ningún momento tomamos la situación tan en serio o en definitiva nunca nos cayó el veinte, porque no nos preparamos y sólo dejamos que fuera el día acordado.

Llegó el encuentro con las cachorras y a simple vista me conquistaron. La más confiada de las dos se me acercó, mientras la otra, más retraída daba vueltas a mí alrededor indecisa de hacer lo mismo que su hermana.

Una vez que atrape a las dos y comencé a acariciarlas, la decisión fue unánime. Nos quedamos con las dos. Pensamos que era tal la dependencia de ambas, que separarlas complicaría más su adaptación.

Viridiana nos dijo que lo pensáramos y que ella se comunicaba con nosotros el lunes.

Ninguno de los dos había criado perros antes y como no estábamos preparados en ningún sentido, nos fuimos al supermercado más cercano, asesorados por nuestra amiga Ania, que sí sabe de perros, para comprarles un par de sobres de comida y de leche para cachorro, mientras esperábamos ir con el veterinario al día siguiente, para que nos hiciera las recomendaciones pertinentes sobre su alimentación.

Regresamos al departamento y para nuestra sorpresa ambas habían tomado como zona de confort la base del árbol de navidad, de tal manera que les pusimos una toalla para que les atenuara el frío y después les dimos de comer todo lo comprado, que fue devorado en un abrir y cerrar de ojos.

La noche fue tranquila, pero el sábado por la mañana fue de limpiar excremento y orina por toda el departamento, antes de llevarlas con el veterinario que nos recomendó la asociación.

Ambas cachorras, nerviosas con la revisión, resultaron estar en perfecto estado de salud, con alguna diferencia leve de peso y la más delgada con una pequeña irritación en la piel.

Aprendimos que ambas cuando crezcan serán de tamaño mediano, a pesar de que no se define muy bien la mezcla de razas.

Se desparasitaron y se programaron las primeras vacunas una vez transcurrida una seman.

Nos recomendaron alimentos, cuidados, juguetes, la cuestión de la educación para el manejo de las excrecencias, entre otras cosas de las cuales no dejábamos de prestar atención.

Terminamos poniéndoles nombres para el registro: Kali, como la diosa hindú y Gaia, como la diosa griega.

Gaia a la más confiada y abierta, mientras Kali a la retraía y temerosa.

Al día de hoy se han acostumbrado al espacio que hemos comenzado a delimitarles para su desarrollo, a nuestra presencia y a todo lo que se ha sumado en estos dos días, como su cama y sus platos.

¿Cómo me siento? Que les puedo decir, estoy feliz de darles un hogar y me encanta acompañarlas y jugar con ellas.

Nunca imaginé hacer una liga tan profunda con un perro, pero al día de hoy tengo dos y me siento lo doble de satisfecho.

Espero verlas grandes y poder educarlas adecuadamente mientras disfruto de su compañía y agradecimiento. El tiempo lo dirá y ya les platicaré al respecto.

Me da gusto observar el grado de civilidad que se ha alcanzado sobre los animales en esta ciudad, que a pesar de no ser el óptimo, por lo menos cuenta con asociaciones como Gente por la Defensa Animal, que busca hogares y protección para cachorras como las nuestras.

Disculpen la divagación. Prometo platicarles cosas más interesantes para la próxima.

Autor

  • Ricardo Trapero

    Arquitecto por vocación y destino, escritor por convicción. Desde muy joven emprendí el viaje por la libertad. En mi camino he visto, percibido y palpado tanto, que un día decidí plasmarlo de la mejor forma que entendía. Las letras que han sido mis entrañables compañeras, cada día me acercan un poco más a la libertad, la cual aún no he encontrado pero que ya siento cerca. Creatura hombre, mexicano y sibarita en entrenamiento.

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