FRONTERA – Silencio al mediodía. Silencio a las 7:00 de la noche. Silencio en fin de semana. Silencio a todas horas. A veces llega el sonido del tren, de una puerta enrejada al abrirse, de una patrulla dando la vuelta o un par de autos que acaban de cruzar a Estados Unidos, pero dura poco. Luego se vuelve a imponer la nada. Así está Nogales, Arizona, en un vacío de sonido.
La calle Morley está llena de negocios cerrados; parquímetros en desuso y un parque desolado. Hay un par de tiendas abiertas, solo las que lograron sobrevivir gracias a los préstamos y subsidios del gobierno federal. Las demás tienen letreros pegados en los escaparates, algunos con los vidrios rotos, telarañas y mucho polvo. El puerto peatonal Morley también está muerto. El centro es como uno de eso pueblos fantasmas que está en suspenso mientras llega algo parecido al apocalipsis.
“Abajo”, como le dicen los locales, está en una agonía palpable sin respirador artificial.
La pandemia y el cierre fronterizo prolongado fue el jaque mate para los negocios locales que se concentraban en su mayoría en ese sector que muchos conocían como “los chinos”. Antes, siempre vibrante, rebosante y folklórico. Ahora, la mera nostalgia.
Nogales, Arizona, se recorre de la crisis de salud a la financiera.
“Arriba” logra sobrevivir, apenas, flotando en la incertidumbre fronteriza. Pero es que allá, más cerca de la garita Mariposa, todo es más nuevo y está dominado por las grandes cadenas de tiendas departamentales, supermercados y franquicias de restaurantes. Solo ahí se ve movimiento. Personas que salen con carritos llenos de comida, bolsas gigantes de tiendas de ropa en descuento y las líneas de autoservicio de comida rápida no paran. Ese es el único lugar donde se siente la esperanza.
Del otro lado del muro, donde no hay alambres de púas sino flores silvestres rompiendo pavimento, aún se vibra.
Nogales, Sonora, se oye y se siente distinto. Hay música, rechinidos de camiones, ladridos y canciones de reguetón que se cuelan por las ventanillas de los taxis que no paran. Hay vendedores de periódicos, carnitas y helados en la calles. Hay desfiles del Orgullo Gay y noches de karaoke en los restaurantes. Hay filas en el supermercado, tianguis callejeros y falta de estacionamiento en los centros comerciales. Hay gente en la calle, mucha.
La pandemia no ha sido igual para todos. Mientras Estados Unidos lleva la delantera en el esquema de vacunación mundial, los pueblos fronterizos se le mueren. México, que va retrasado en la aplicación de vacunas y depende del extranjero para lograr la inmunidad de rebaño, revive su economía. Los sonorenses se vieron forzados a invertir en su tierra los dólares que se gastaban en Arizona y están cambiando la narrativa de la frontera. Quizá Estados Unidos necesite más a los mexicanos, que estos al país al norte del muro. Sí, este año sin mexicanos cambió el peso en la balanza y lo que antes se daba por sentado, ahora sale perdiendo.
¿Qué pasará cuándo se reabra la frontera? ¿Se volverá a equilibrar la balanza? ¿Habremos aprendido algo? El malinchismo podría salir caro.
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