La actual pandemia del COVID19 ha creado un reto enorme para los sistemas de salud públicos y privados de los países. Ha estremecido no solo las bases políticas y económicas del mundo.
También ha cuestionado la Fe cristiana de muchos de los que habitan el hemisferio occidental, sean ortodoxos, católicos romanos, protestantes históricos o evangélicos. Los líderes religiosos igual que muchos doctores, gobernantes, y economistas, tratan de responder a la incertidumbre y a las interrogantes de la sociedad actual frente a esta pandemia.
Una de las cuestiones fundamentales que confrontan los líderes religiosos es en relación a la naturaleza de la iglesia, que según la tradición cristiana occidental está usualmente asociada a las misas, cultos, asambleas, que se celebran los domingos en una catedral o templo que fue construido para tales propósitos.
Inicios de la tradición
La tradición del templo la heredaron los cristianos de los judíos, quienes hicieron del famoso Templo de Salomón el centro de su fe. Después de las distintas destrucciones del templo debido a las guerras e invasiones, crearon el sistema de sinagogas, mencionadas en los distintos evangelios, es decir lugares de reuniones más pequeños y menos suntuosos que el templo.
En el tiempo de Jesús el templo había sido reconstruido y era el centro de la fe de los judíos. Pero al mismo tiempo coexistían las sinagogas como lugares alternativos de reunión. Fueron en estas sinagogas donde los primeros cristianos, al principio considerados como una más de las distintas facciones del judaísmo, hicieron su vida comunal.
La persecución desatada por los romanos obligó a los cristianos a refugiarse en las catatumbas y realizar allí sus ritos sagrados, hasta que Constantino declaro el Cristianismo como la religión oficial del imperio. Este pasó de las catatumbas a los grandes templos.
En la Edad Media fue amplio el comercio de la Fe por medio de la venta de indulgencias, que en parte subsidiaban la construcción de las grandes catedrales y el estilo de vida de muchos obispos. Esto provocó entre otras cosas el movimiento de la Reforma del siglo XV, iniciado por el monje católico Martin Lutero. Lutero argumentó que la Fe en Jesucristo era la única suficiente para la salvación, y que no era necesario el pago de indulgencias.
La relación Iglesia-Templo y la arquitectura
El movimiento de la Reforma logró importantes avances en materias de Fe, como la traducción de las Escrituras. Se volcaron del latín – que solo conocían los sacerdotes y doctores en teología- al idioma vernáculo de la gente, como el alemán, el ingles y luego el español. Sin embargo, se dejó intacto el concepto de iglesia templo. De ahí que tanto en la rama católica como protestante tenemos en Europa, Estados Unidos y América Latina, esas grandes catedrales y templos como el epicentro de la Fe cristiana.
En Estados Unidos las denominaciones evangélicas surgieron de las iglesias históricas como la luterana y la presbiteriana. Eran como una especie de nueva Reforma de la Iglesia. Pero en lugar de estar centradas en el tema de la salvación por fe, lo estaban en las manifestaciones del los dones del Espíritu Santo. Entre ellos el de la sanidad divina, el hablar en lenguas, profecías, etc.
Así se hizo inevitable una cuarta división de la Iglesia cristiana universal. Es decir que ahora tenemos cristianos ortodoxos, cristianos católicos, cristianos reformados u históricos y cristianos evangélicos. Cuatro ramas, y por limitaciones de espacio, no vamos a abordar las posteriores ramificaciones de cada una de estas.
Los evangélicos tampoco rompieron con la relación Iglesia-Templo. Aunque se alejaron del modelo de catedrales europeas o españolas, al principio se reunieron en carpas al aire libre. Pero a medida que crecieron construyeron templos con arquitecturas cada vez más modernas.
Manifestaciones arquitectónicas
Es por eso que a alguien como yo, que ha dedicado gran parte de su vida al estudio de la teología y de la religión cristiana desde la perspectiva protestante, le resulta fascinante ver las distintas manifestaciones arquitectónicas de estas Iglesias templos, de acuerdo a la respectiva tradición cristiana.
En Los Ángeles encontramos la Catedral Nuestra Señora Reina de Los Ángeles. O una iglesia de estilo español como la de la placita Olvera. Ambas son epicentro de la Fe católica.
Por la parte protestante podemos señalar la Iglesia Presbiteriana Immanuel en el distrito de Wilshire. Se trata de una catedral con una arquitectura estilo renacimiento gótico, y que por más de 130 años ha sido símbolo del presbiterianismo en Los Ángeles.
Por la parte evangélica, vemos una diversidad de templos modernos y auditorios, como el que utiliza el famoso evangelista Dante Gebel y la River Church que ser reúne en la arena deportiva de la ciudad de Anaheim en el condado de Orange. O la Iglesia Templo Calvario en Santa Ana, California, que reúne a miles de creyentes evangélicos en varios servicios los domingos.
En una capital latinoamericana como Caracas, encontramos, la catedral católica frente a la plaza Bolívar, la iglesia Luterana de la Castellana y la Iglesia Evangélica de las Acacias. Cada una tiene su arquitectura heredada de su respectiva tradición cristiana.
En la era del coronavirus
Frente a la imposibilidad de reunirse físicamente en asamblea, debido a las restricciones y prohibiciones impuestas por los distintos gobiernos locales y nacionales, hoy muchas iglesias y sus líderes religiosos, cuya vida institucional gira en torno a las reuniones en las catedrales y templos, se preguntan si no están presenciando el fin del concepto que iglesia es igual a templo.
En muchos lugares hubo y aun hay resistencia a la idea de no reunirse, a pesar de que es un asunto de salubridad pública. Algunas iglesias ensayaron distintas reformas sobre la marcha para tratar de evitar lo inevitable. Así, la iglesia Católica instruyo a sus sacerdotes a no dar el pan de comunión en la boca, sino ponerlo en la mano de los feligreses.
En las iglesias presbiterianas eliminaron la parte de la liturgia del saludo de la paz, que usualmente consiste en un apretón de manos. En algunas iglesias evangélicas suprimieron los llamados de oración a los altares o la imposición de manos a los enfermos.
Sin embargo, ante la evidencia de que en algunos templos, las reuniones fueron caldo de cultivo para la propagación del coronavirus, la mayoría de las autoridades civiles instruyeron el cese de las actividades religiosas en los templos cristianos, mezquitas y sinagogas.
Esta medida al futuro será tema de análisis para los sociólogos de la religión, en cuanto al tema de la relación iglesia y estado.
Catedrales, iglesias y templos vacíos
Así, llegó el domingo en los Estados Unidos y en muchos países de América Latina en que ocurrió lo impensable. Los sacerdotes recitaban una homilía, los ministros presbiterianos y luteranos exponían un sermón, los pastores evangélicos predicaban desde un pulpito. Todos, en catedrales, iglesias y templos vacios. Sin feligreses, sin miembros. Mientras, los jóvenes milenios más experimentados en los asuntos tecnológicos transmitían la experiencia religiosa por las redes sociales y plataformas de transmisión en vivo por el internet.
Esta sin duda fue una experiencia que socava la naturaleza del concepto Iglesia Templo, y lleva a los líderes religiosos a pensar en las nuevas formas y paradigmas de ser iglesia en tiempo del coronavirus.
La Fe cristiana no tiene todas la respuestas a todos los retos que el COVID19 está presentado. Especialmente entre los evangélicos, cuya obra evangelista y misionera se basa en los dones de sanidad del Espíritu Santo , ¿cómo es posible que no puedan reunirse a celebrar el culto sagrado de adoración a Dios, por la posibilidad de contagio de un microorganismo?
¿Donde está Dios en medio de todo esto?
¿Y qué pasa con los dones de sanidad dados a la Iglesia?
¿Es posible reconciliar el Cristo crucificado y sufriente de la teología católica, con el Cristo triunfante de la resurrección de la teología protestante y evangélica?
Martín Lutero y la peste bubónica
En 1527, en pleno apogeo de la reforma de Martin Lutero, la peste bubónica azotó Europa y ocasionó millones de muertos. No existían los adelantos de la medicina moderna. Esto presento un reto al joven reformador.
Respondió en una carta dirigida al Reverendo Dr. John Hess, su amigo y confidente, que se registra en el libro del los trabajos de Lutero, volumen 43, página 132, “Si uno puede huir de una plaga mortal” y que cita textualmente a Lutero de la forma siguiente:
“Le pediré a Dios misericordiosamente que nos proteja. Luego fumigaré, ayudaré a purificar el aire. Administraré la medicina y la tomaré. Evitaré lugares y personas donde mi presencia no sea necesaria para no contaminarme y, por lo tanto, infligir y contaminar a otros y así causar su muerte como resultado de mi negligencia. Si Dios quisiera llevarme, seguramente me encontrará. He hecho lo que esperaba de mi, por lo que no soy responsable ni de mi propia muerte ni de la muerte de los demás. Sin embargo, si mi vecino me necesita, no evitaré el lugar o la persona, sino que iré libremente como se indico anteriormente. Mira, esta es una fe tan temerosa de Dios porque no es descarada ni imprudente y no tienta a Dios.”
Aquí en Venezuela, el gobierno ha ordenado una cuarentena completa en todo el país como medida de precaución. Para mi sorpresa la cultura caribeña del venezolano ha respondido con una disciplina inglesa a las recomendaciones. Estas fueron no salir a la calle a menos de que sea necesario por asuntos de extrema necesidad. Y de hacerlo utilizar tapabocas y guantes.
Así que como la mayoría de mis compatriotas he limitado mis salidas, incluyendo los domingos de iglesia.
Veo el rostro del coronavirus
Al igual que para muchos de los lectores de HispanicLA, el coronavirus era algo invisible para mí, porque no conocía a nadie que hubiera muerto por esta infección. Pero de pronto adquirió un rostro, el del joven de 35 años, Alejandro Boza, hijo de Virginia Quintana, mi vecina en el edificio donde vivo en Caracas.
A Alejandro, que había emigrado a España y allá se contagió, le dio una neumonía. Murió en cuestión de días. Su madre me dijo que habló con el un día antes de fallecer. Cuando recibí la noticia, sentí el impulso de ir a visitar a mi vecina, no para consolarla con palabras, sino para hacer un acto de solidaridad con mi presencia.
Hace mucho tiempo aprendí que en las tragedias humanas, las personas olvidaran tus palabras, pero jamás olvidaran que estuviste presente. Así que fui, protegido con mi tapaboca y mis guantes, y me encontré un pequeño grupo de no más de 12 personas, la mayoría mujeres, haciendo unos rezos de la tradición católica.
Al llegar a la puerta y oír los rezos, pensé en volverme y visitarla al siguiente día. Pero decidí entrar y con mi presencia, simbólicamente, transformar aquello en una experiencia ecuménica. Durante aproximadamente 40 minutos guardé silencio, meditando en las paradojas de la existencia humana, mientras observaba la foto del joven en medio de dos velas.
Al concluir los rezos, pedí permiso, y leí las escrituras hebreas en Eclesiastés capitulo 3, que habla de que todo tiene su tiempo, entre ellos: “tiempo de nacer y tiempo de morir”.
Después de decir unas breves palabras, me despedí, y enseguida la señora que dirigió los rezos, me abordó pidiéndome la referencia de la escritura leída.
Me quedé pensando, si esa experiencia de un pequeño grupo de familiares y amigos que se reúnen alrededor de la oración, sin una catedral, templo o edificio, no será una de las nuevas formas en que se generalizará mas la forma de ser la Iglesia Cristiana. No solo en los tiempos del coronavirus, sino en una sociedad post COVID19, donde surgirán nuevos paradigmas y nuevas respuestas.
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