Un padre afligido por el impacto de la guerra en sus hijos decidió inventarse una nueva realidad: una falsa realidad.
Hoja a hoja Hugh Lofting fue enviando a su familia desde las trincheras de la Primera Guerra Mundial Las Aventuras del Dr. Dolittle.
La historia, de la que se hizo por primera vez película en 1967, tuvo a Rex Harrison como actor y a la guacamaya Polinesia como instructora de lenguas animales. El film y la obra literaria contienen un asunto nada trivial, el de la intercomunicación lingüística entre humanos y demás fauna. Llevado a extremos galácticos, se podría extender también a la comunicación con especies alienígenas, si las hubiere.
Después de ver la película del 67 y sus posteriores reencarnaciones (las de Robert Downey Jr. y Eddie Murphy) y otras en que aparecen amigables conversaciones con otras especies, séase “Mi mula Francis” o “Flipper”, por poner dos ejemplos, el auditorio desavisado podría sugestionarse y pensar que la comunicación inter-especies existe.
Pero si usted cría a un chimpancé como si fuera su hijo, este nunca le hablará, haga lo que haga.
Más allá del entretenimiento para niños y de que todo el mundo dice que habla con su perro, la ciencia sale golpeada: es dar gato por liebre.
Ahora que se está afinando la clasificación de las películas, ¿no sería conveniente que igual que se hace con tabaquismo, nudismo, suicidio o lenguaje soez, se avisara de que estas películas contienen “desinformación científica”? Al revisar los descriptores de la película solo encontramos PG o “para todos los públicos”.
Difundir ignorancia, aun sin pretenderlo, debe denunciarse. No es como creer en los Reyes Magos. La industria del cine tiene un comité clasificador que, según parece, necesita de nomenclaturas apropiadas sobre ficción y fantasía. Una cosa es entretener y otra restar importancia al desarrollo cognitivo.
Por otro lado, recurrir a la justicia no funciona. Hubo una vez un juez en Amarillo, Texas, que le prohibió a una madre hispana hablar con su hija en español. ¿Y qué sabía el juez de bilingüismo? No se puede saber de todo.
¿Quién hará frente al “cotorreo” acientífico que propala el Dr. Dolittle (y obras similares)? Los límites entre fantasía y realidad no deben subestimarse porque, con el tiempo, nos regalan especulación social, y electoral.
Piénsese en lo complicado de elaborar una clasificación crítica hoy cuando la mitad de los estadounidenses cree que “el diluvio universal” existió tal como se narra en los “libros sagrados”. Hay incluso quien visualiza con naturalidad la pareja de jirafas y la de leones entrando al Arca de Noé.
Las dotes comunicativas del Dr. Dolittle requieren de visita guiada, porque en esta vida, por desgracia, todo se pega menos la hermosura.
Luis Silva-Villar es profesor de Lengua y Lingüística
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