El triunfo del Movimiento al Socialismo (MAS) en Bolivia en octubre de 2020 que llevó a la presidencia a Luis Arce, ex ministro de economía de Evo Morales y al ex Canciller indígena aymará David Choquehuanca, selló la vuelta de tuerca para el retorno de las izquierdas y los movimientos contestatarios a América Latina.
En este crepúsculo del neoliberalismo, siguiendo un compás de dominó similar al que significó su llegada a la región pero en sentido contrario, uno a uno han ido cayendo los gobiernos derechistas del subcontinente.
Así, llegó el triunfo de un líder antistablisment como Andrés Manuel López Obrador del partido MORENA, en México, en julio de 2018.
En El Salvador, otro líder antistablisment, Nayib Bukele, derrotó a la derechista ARENA en febrero de 2019, fundamentalmente con un caudal de votos proveniente de los desilusionados votantes del FMLN.
En la Argentina, Mauricio Macri fue derrotado por el peronista Alberto Fernández en octubre de 2019.
En Ecuador, en febrero pasado, el delfín del expresidente Correa, Andrés Arauz, de Unión por la Esperanza, con un 32,72% de votos, pasó a una segunda vuelta, el 7 de abril, contra el derechista Guillermo Lasso de CREO, con un 19,74% de votantes.
A todo ello hay que resaltar la anulación este mes de marzo de las condenas contra Lula da Silva en Brasil y la recuperación de todos sus derechos políticos, lo cual lo convierte en el candidato presidencial favorito para las elecciones de octubre de 2022 por el Partido de los Trabajadores (PT).
Similar escenario se plantea en Uruguay. El derechista Luis Lacalle ganó por estrecho margen al candidato del Frente Amplio Daniel Martínez en noviembre de 2019. Pero su gestión, en la cual se ha incrementado la pobreza, según el último informe del mismo Lacalle, podría ser derrotada por el partido de Pepe Mújica en 2024. El Frente Amplio goza sostenidamente de alrededor del 50% de simpatía de la población.
A este avance de las izquierdas en Latinoamérica hay que agregar los irreductibles gobiernos de Cuba, Nicaragua y Venezuela, que no sucumbieron a la última ola neoliberal. Las elecciones presidenciales en Nicaragua el 7 de octubre de 2021 probablemente sean de nuevo ganadas por “el gallo ennavajado” Daniel Ortega, y su pitonisa esposa-consejera Chayo Murillo, quienes han logrado a fuerza de represión y populismo, el control político-económico del país.
En Venezuela, tras las elecciones legislativas del pasado diciembre, el presidente Nicolás Maduro controla todas las instituciones políticas principales del país, lo cual le garantiza una posible reelección en 2023. Cuba, gobernada por la trinidad Ejército, organismos de inteligencia y Partido Comunista, tiene un control total del sistema político de la isla.
A nivel de toda Latinoamérica, es digno de mencionar el avance en lo político, cultural y económico de la influencia y presencia, sin prisa pero sin pausa, lenta pero segura, de Rusia y China, aliados naturales de estos gobiernos y adversarios históricos de Estados Unidos.
Este “regreso de los malditos”, en donde en América Latina vuelve el viejo topo de la historia, provoca insomnios y dolores de cabeza a los estrategas del Pentágono, del Departamento de Estado y de la Agencia Central de Inteligencia (CIA).
Lee también
Futurología para una nueva década
TINTA ROJA: Perdida en Madrid por Laura Fernández Campillo
Marco Enríquez-Ominami, fundador del Grupo de Puebla, en Hispanic LA