Olvidar el importante legado de César Chávez es literalmente imposible para una comunidad como lo nuestra; urgida de dirigentes nobles, que se comprometan con la justicia y que estén dispuestos a luchar hasta las últimas consecuencias por la dignidad de los que menos tienen.
Ese es el legado de César Chávez, líder campesino, que sacó fuerzas quien sabe de donde para confrontar con inquebrantable coraje pero con una rígida disciplina por el pacifismo a la avaricia de los terratenientes y a la soberbia de los gobiernos. Entidades que sólo entendían la violencia para subyugar a los campesinos que laboraban de sol a sol, en condiciones denigrantes, en la infinidad de los surcos californianos.
Por más difícil que fuera tragarse la rabia al ver el color de la sangre derramada de tantos trabajadores asesinados durante las sendas huelgas campesinas que recorrieron al estado dorado, César Chávez nunca recurrió a la violencia. Las huelgas en los campos de California que dirigió César Chávez, llenaron de inspiración a todo nuestro pueblo y sirvieron de chispa para impulsar a la juventud de entonces, a luchar por una sociedad mejor.
Y cuando el ardor por vengar a los compañeros muertos recorría el movimiento, César Chávez supo sofocar el fuego de la venganza al predicar la no violencia, como la mejor arma para combatir la saña del terror con la que los poderosos trataron de sofocar el movimiento campesino que encabezó.
Fue con la no violencia, como César Chávez supo desafiar a los poderosos e hizo del ¡Sí, se puede! y del ¡Viva la huelga! expresiones llenas de dignidad y de esperanza para millones. Es precisamente por eso que César Chávez a pesar de su muerte en 1993 nunca dejará de existir en el corazón y en la memoria de su pueblo.
No es demagogia, César Chávez vive. A donde quiera que vaya está presente. A unas cuadras de mi apartamento ubicado en el Barrio Logan de San Diego, un mural con la imagen del líder campesino es flanqueado por dos importantes figuras del movimiento de los derechos civiles: Malcolm X y Martin Luther King. Dos cuadras más adelante, una escuela lleva el nombre de César Chávez. Cinco cuadras más y me topo con el César Chávez Parkway y la estación del trolley coronada por el águila negra, emblema del movimiento campesino.
Es por eso que al enterarme que la empresa NASSCO, con sede en el Puerto de San Diego y que se especializa en la elaboración de buques de guerra para la US Navy anunció el bautismo con el nombre de César Chávez una de sus embarcaciones, sentí el amargo sabor de la traición al legado de un héroe de nuestra historia.
Es inadmisible que el nombre de un hombre de paz aparezca plasmado sobre el gris caparazón de una maquina de guerra. Intolerable permitir que el legado de la no violencia que nos heredó César Chávez sea mancillado por el horror de quienes se dedican a matar.
Más doloroso todavía, enterarme que entre los asistentes que acudieron a la ceremonia del anuncio del bautismo del buque de guerra con el que ultrajan el legado de César Chávez, acudieron personalidades, que se dicen discípulos de César Chávez pero que evidentemente perdieron la brújula, se desviaron del camino de la justicia, olvidaron las lecciones heredadas, no se percataron de lo insensato, de lo paradójico, de la evidente contradicción de avalar que el legado de un hombre de paz sea utilizado por los hombres de guerra.
Pero me quedo tranquilo, en el Barrio Logan y en muchos barrios de este país el legado de uno de los grandes de nuestro pueblo, César Chávez, está vivo. Continúa encendida la flama de la justicia, de la paz, de la no violencia.
César Chávez le pertenece al pueblo y no a quienes hacen la guerra, para que nos arrebaten a César Chávez, los de arriba tendrán que borrar muchos murales, echar abajo escuelas, destruir calles, borrar conciencias. César Chávez vive en el corazón y en la memoria de su pueblo.