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Japoneses americanos y latinos, un destino común

Campo de detención de inmigrantes en McAllen, Texas, 2019.

Estados Unidos, como nación moderna, fue construida exclusivamente por inmigrantes. Forjaron una sociedad capitalista increíblemente exitosa y en su momento, o bien por ratos, relativamente liberal y progresista. El desarrollo permitió soñar con una sociedad basada en la igualdad y los derechos individuales, que inspiraron al resto del mundo. 

Y sin embargo, difícilmente se puede señalar otro país que haya sido tan cruel con los inmigrantes como Estados Unidos

Corren a cerrar las puertas

Invariablemente, una vez que las olas migratorias de determinados países generaron una masa suficiente de oriundos en el Nuevo Continente, una vez que los nuevos inmigrantes, discriminados y agredidos, se convirtieron en “Americans”, corrieron a cerrar las puertas que ellos mismos habían abierto para que no entren más. 

Y para ser “Americans” la categoría calificadora fue de ser blancos. Pero no todos los blancos de ahora eran considerados blancos hasta hace poco. 

Porque hasta hace poco, irlandeses, polacos, judíos e italianos no eran blancos ni Americans. 

Lo mismo, hasta hace poco, católicos. Existía una creencia en la población mayormente protestante de que los católicos debían su lealtad al Papa en Roma, más que al Presidente en Washington. 

Hasta el día de hoy las puertas de los privilegios blancos están cerradas para quienes visten pieles distintas. A los nativos americanos los exterminaron gradualmente. Los echaron de sus sus tierras, aislado y discriminado al punto que hasta el día de hoy no se recuperaron y encabezan las estadísticas de alcoholismo y suicidio. Los afroamericanos han sido brutalmente esclavizados y que hasta hoy son blanco de la brutalidad policial y el racismo generalizado. 

Los chinos, junto con otras etnias del Lejano Oriente (de por sí una denominación excluyente) fueron objeto de explotación:

Se permitió su importación para trabajar en la construcción del tren transcontinental, el Pacific Railroad, que eventualmente contectó el Oeste estadounidense con el resto del país. Efectivamente, miles de trabajadores de China construyeron la vía férrea, los puentes, los túneles, siempre bajo la dirección de supervisores blancos. La construcción culminó en 1869 y terminó dos o tres años más tarde. 

Amor y odio en las leyes migratorias

En 1875, con el Page Act que inició la restricción migratoria que sigue en muchos aspectos hasta el día de hoy, Estados Unidos prohibió la inmigración de mujeres chinas, imponiendo una disyuntiva cruel a los miles de trabajadores de las vías férreas que buscaran establecer aquí su hogar. 

En 1882 se firmó la ley de exclusión china que prohibía su inmigración y que completaba otras regulaciones con el mismo propósito.  Permaneció en vigencia hasta 1943, cuando la reemplazó una disposición igual de discriminatoria que permitía el ingreso de 105 chinos por año, lo cual siguió en pie hasta 1952. 

Como sabemos, estos fueron los primeros importantes pasos en el establecimiento de una cultura restrictiva en quienes pretendían diseñar la composición racial del país en el futuro. 

La Ley de Inmigración de 1882 estableció las categorías de inmigrantes rechazados. La ley del mismo nombre en 1924 creó las cuotas por país, cuya inmigración no debía exceder el 2% de su población ya en EE.UU.  Recién en 1965 se abrieron las puertas para los provenientes de países no blancos y  se aflojó la restricción para permitir la protección de refugiados y peticionarios de asilo político. 

Estas son las mismas leyes que condicionaron y forjaron la inmigración de América Latina.

Una relación esquizofrénica hacia los latinos

Con los latinos el establecimiento que creó y controló Estados Unidos ha mantenido de hecho una relación esquizofrénica: aceptación cuando necesita su mano de obra; limitación cuando la demanda de trabajo baja. Incluso cuando la comunidad pasa a ser la primera minoría en varios estados, la xenofobia es rampante y la discriminación por quienes arguyen por la dominante supremacía blanca notoria.. 

En los años 30, el gobierno deportó a un millón de latinos. Entre ellos había decenas de miles de ciudadanos estadounidenses.

Y en esta misma década, centenares de miles de inmigrantes indocumentados han pasado por campos de detención, o rechazados ilegalmente en la frontera cuando llegaban abiertamente a las garitas fronterizas para solicitar asilo y refugio, hacinados en campos irregulares dentro de México. 

Miles de niños fueron arrancados de sus padres, secuestrados de hecho, como deterrente para que otros no crucen, como medida de terror y crueldad. Aún se ignora el paradero de varios centenares de ellos. 

El racismo imbuido en las decisiones de los gobiernos estadounidenses a lo largo de los años – que es compartido, fuerza es decir, por la mayoría de las naciones del mundo – se expresó en la queja del expresidente Donald Trump al defenestrar a los inmigrantes de Haití: “¿por qué no vienen de Noruega?,” dijo. 

En ese sentido, la crueldad ejercida contra los japoneses americanos durante la Segunda Guerra Mundial cuando los detuvieron en campos de concentración, no fue un caso atípico. En muchos aspectos nos recuerda lo sucedido con la comunidad hispana. 

Un paralelo entre estos dos grupos está a la orden del día. 

Sin acusación ni juicio 

El 1 de febrero de 1943, el presidente Roosevelt anunció la formación del Regimiento 442.º de Combate, una unidad totalmente japonesa-estadounidense, aunque con oficiales blancos. En la ocasión, el Presidente pronunció un discurso de carácter progresista, afirmando la naturaleza no racial del país y los derechos de todos sus ciudadanos. 

Eventualmente más de 10,000 japoneses americanos sirvieron en esa unidad, del total de 33,000 que marcharon bajo la bandera estadounidense. De ellos, unos 800 jamás volvieron. 

Pero sólo 18 días después, anunciaría la concentración y encierro de la población de origen japonés en la costa Oeste del país, con excepción de Hawaii. Entre 1942 y 1946 Estados Unidos encerró a 126,000 ciudadanos estadounidenses japoneses, la mitad de ellos nacidos aquí en campos de confinamiento, sin acusación ni juicio, porque  supuestamente constituían una amenaza a la seguridad nacional una vez que el país estaba en guerra con Japón. 

Todo era falso:  ni siquiera uno de ellos fue convicto de sabotaje, espionaje o traición. Muchos se ofrecieron para servir en el ejército estadounidense y sirvieron con valentía al país en los campos de batalla europeos, mientras sus familias seguían presas. 

Todavía no se hizo justicia

Algo similar encontraron miles de soldados afroamericanos al volver del campo de batalla, donde supuestamente luchaban por la libertad y la igualdad. Aquí todavía los segregaban y discriminaban legal y abiertamente. . 

En cuanto a la declaración de confinamiento, recordemos que la enorme mayoría del público estadounidense aplaudió la medida. La gente estaba arrastrada en la euforia militarista y la sed de venganza por el desastre de Pearl Harbor. El 7 de diciembre de 1941, la aviación japonesa había destruido la base naval de ese nombre en Hawaii.  

Ese apoyo fue más que de palabra. Vándalos saquearon y eventualmente ocuparon impunemente miles de casas de japoneses americanos, que abandonaron con casi todas sus pertenencias. En muchos casos, eran sus vecinos. Los propietarios así violentados carecían de recursos legales. Miles perdieron sus empleos al volver de los campos. Debieron abandonar sus estudios universitarios. Fueron anatemizados por años, luchando por recuperar su lugar natural en nuestra sociedad. 

Hoy, 67 años desde el cierre del último campo de concentración en 1946, no se hizo justicia la comunidad japonesa americana. Aunque sus integrantes han avanzado en la escala económica del país, y sus jóvenes son una parte importante del mejor estudiantado universitario, aún quedan remanentes de los que les dijeron: ustedes, no son realmente americanos. 

Una triste realidad en la que los latinos de este país los acompañan. 

Primera parte de tres. En la segunda parte: Santa Anita, no solo un hipódromo, fue un centro de concentración de japoneses americanos. Allí estuvieron hacinados hasta ser tranferidos a campos de concentración en el centro del país. Historia de los campos de encierro de inmigrantes hasta nuestros días. 


Este artículo fue apoyado en su totalidad, o en parte, por fondos proporcionados por el Estado de California y administrados por la Biblioteca del Estado de California.

Autor

  • Fundador y co-editor de HispanicLA. Editor en jefe del diario La Opinión en Los Ángeles hasta enero de 2021 y su actual Editor Emérito. Nació en Buenos Aires, Argentina, vivió en Israel y reside en Los Ángeles, California. Es periodista, bloguero, poeta, novelista y cuentista. Fue director editorial de Huffington Post Voces entre 2011 y 2014 y editor de noticias, también para La Opinión. Anteriormente, corresponsal de radio. -- Founder and co-editor of HispanicLA. Editor-in-chief of the newspaper La Opinión in Los Angeles until January 2021 and Editor Emeritus since then. Born in Buenos Aires, Argentina, lived in Israel and resides in Los Angeles, California. Journalist, blogger, poet, novelist and short story writer. He was editorial director of Huffington Post Voces between 2011 and 2014 and news editor, also for La Opinión. Previously, he was a radio correspondent.

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