La pregunta de fondo es cómo se debe llamar en español a la capital de Ucrania. La respuesta saca a la luz prejuicios y ultracorrecciones desorientadoras. La reacción natural sería la políticamente correcta: El nombre de la capital debería acomodar fielmente el que usan los ucranianos. Sin embargo, no es una regla universal indiscutible porque el nombre que le dan los alemanes a su país no se corresponde precisamente con “Alemania”: ¿Debemos llamar a Alemania “Deutschland” en español?
La disputa denominativa no es académica, sino de simpatía por el bando que te toca. Si Estados Unidos abraza “Kyiv” para fastidiar a los rusos, los aliados se le sumarán porque el interés político primará sobre lo demás. En buena lid, el problema, que afecta principalmente a topónimos (geografía) y antropónimos (personas), se debería dirimir en un terreno menos condicionado.
Hoy sabemos que la transparencia interlingüística está regulada por distinciones en los sistemas fonológicos de cada lengua, esto es, si un sonido no existe en tu sistema no te lo puedes inventar. Por ejemplo, el nombre “Cheryl” comienza en inglés con un sonido que es inexistente para la mayoría de los hispanohablantes, por más que, dicho sea de paso, les suene familiar a los de Chihuahua o a los del sur de España. La posición del acento en la palabra es otra típica restricción. Un ejemplo sería la voz “élite”, que algunos se empeñaban en que fuera “elít”, porque así era el francés. Se olvidaba que francés y español poseían distinta organización métrica.
Volviendo al escenario bélico actual, los antirrusos rápidamente han abrazado la denominación “Kyiv”: les ofende que Putin imponga un nombre ruso a los ucranianos. La lengua, en cambio, no entiende de arbitrariedades. La palabra “Kiev” precede a la existencia de la propia Rusia, con lo que Putin no puede imponer algo que le excede en tiempo y verdad histórica. Tanto la versión ucraniana como la rusa proceden de un estado de lengua anterior a ambas, y en ese “antiguo eslavo” se decía aproximadamente: “Kiev”.
Desde un punto de vista práctico, ¿qué lee un hablante de español en “Kyiv”? En nuestra ortografía no existe la secuencia “kyi”, lo que imposibilitaría el normal accionar de la fonética.
¿Se deben transcribir las palabras de tal forma que no se puedan ajustar al alfabeto? Si consideramos el nombre de nuestro vecino México, podemos ver que los sonidos de su nombre no responden a la ortografía actual, porque debería ser “Méjico”. Sin embargo, se ha dado prioridad a la contribución histórica de las grafías de la lengua a la hora de determinar la forma actual. Y no más que eso es lo que corresponde con “Kiev”, aunque cueste creerlo.